En el área de conocimiento del Turismo, aún no reconocido por la Secretaría de Estado de Educación, se vinculan las diferentes tipologías o prácticas turísticas, a aquellos indicadores descriptivos que las componen.
Es muy del gusto de los investigadores, no desde hace tantos años, por cierto, ponerle etiqueta y nombre a cada tipología de turista. También es muy del gusto del erario público, la promoción de aquellos elementos que caracterizan sus territorios, para generar una imagen atractiva que motive al turista.
Por eso, cuando un residente de un destino turístico, percibe que su vida cotidiana se mueve por circunstancias exógenas promovidas por las propias características del lugar que habita y/o por la atractiva imagen creada sobre ello viene a generarle ciertas incertidumbres que, algunos saben gestionar de mejor o peor manera.
La Semana Santa por las calles supone un atractivo para que otros vengan a conocer, de primera mano, la importancia de la imaginería castellana, la riqueza de la orfebrería y artesanía que las enluce. La elegancia de los maestros floristas que adornan los pasos que son cargados por los hombros penitentes de los hermanos cofrades.
El sentimiento del que participa activamente, durante todo el año, en la vida de su Hermandad, es muy diferente del que visita momentáneamente la celebración de la procesión. Ello no le resta un ápice a la importancia de ambas perspectivas. Pero ha de ser imprescindible el respeto de unos y de otros. Nadie obliga a celebrar a quien no cree, pero ello no es óbice para que se espere el suficiente respeto para que los que lo viven activamente puedan celebrarlo con recogimiento.
Cabe también vivirlo con admiración pero en respetuoso silencio. Incluso con tranquila indiferencia por otros, residentes o no. Pero, tras tantos años de celebración en respeto y sintonía, ha roto dicha paz en redes sociales una asociación que achaca los males municipales a la celebración de la Semana Santa en las calles. No hay localidad en toda España que deje de celebrar esta fiesta del calendario litúrgico, ni tan siquiera para preservar los aparcamientos de residentes.
¿Se está perdiendo el respeto a la celebración religiosa? ¿Será está perdiendo el respeto por las creencias de los demás? ¿La involución a la que nos ha llevado la política nacional es esto?