Robin le Normand y Aymeric Laporte. Tienen nombre de mosqueteros, de pintores fauvistas, de aguerridos tomadores de la Bastilla o de gregarios de Bernard Hinault, pero son centrales de la selección, la pareja titular en la semifinal del jueves ante Italia. El del City recibía la doble nacionalidad el 12 de mayo de 2021; El de la Real Sociedad, el 23 de mayo de 2023. Mayo, antevíspera de grandes torneos, un mes propicio para la nacionalización del francés…
En la era moderna del juego, más allá de 1982, España fue cuna de zagueros carismáticos, líderes desde el eje. Antes del período mágico (08-12), las esperanzas de la selección -siempre truncadas en cuartos o antes- se cimentaban en bloques construidos de atrás adelante, sostenidos por los Alexanko, Goiko, Sanchís, Nadal, Hierro, Alkorta, Abelardo… Luego llegaron Puyol, Piqué o Ramos para sublimar el estilo y, de repente, se abrió un abismo: los 'centrales de época', habían desaparecido.
La 'necesidad'
La sensación del aficionado medio es que hombres como Pau Torres no cumplen con las expectativas creadas, que el estatus de algunos como Íñigo Martínez o Nacho está 'inflado' por jugar donde juegan, que baluartes como David García o Aritz Elustondo son estupendos para sus equipos, pero insuficientes para el combinado nacional, o que líderes naturales como Albiol o Sergio Ramos ya jugaron sus mejores partidos hace mucho tiempo. En ese páramo, la Federación consideraba que la opción de nacionalizar a futbolistas era casi una necesidad.
Laporte, zurdo, nació en Agen el 27 de mayo de 1994, jugó con las categorías inferiores de Francia más de 50 partidos (19 con la sub'21), pero Deschamps nunca le consideró apto para la absoluta. Mucha competencia en un esquema eminentemente defensivo donde el músculo lo era todo. Le Normand, diestro (Pabu, 11 de noviembre de 1996), después de decir aquello de «si juego para España, mi familia me mata», se repensó el discurso y aceptó de mil amores la llamada de De La Fuente.
Según la normativa FIFA, para que un futbolista represente a un segundo país hay que cumplir al menos con una de estas tres premisas: haber nacido allí, que uno de sus padres biológicos o uno de sus abuelos haya nacido en ese Estado o haber vivido al menos durante cinco años ininterrumpidos en el territorio de la federación. Laporte llegó con 15 años a Bilbao y jugó como zaguero del Athletic hasta 2018 antes de fichar por el City, que pagó 65 millones por el jugador. Su nueva 'pareja de baile' se incorporó a la cantera 'txuri-urdin' en 2016. El tiempo de estancia en España es el aval de ambos defensas.
Francia arrasa
La casualidad ha querido que ambos sean galos. ¿O no es casual? Francia es el mayor vivero de centrales de primer nivel. Según Transfermarkt, nada menos que 15 de los 50 defensas centrales más cotizados del mundo tienen nacionalidad francesa o han nacido en ese país. En ninguna otra demarcación sucede que un Estado cope hasta el 30 por ciento de la lista.
A la sombra de la pareja más cara (el croata Gvardiol y el neerlandés De Ligt, tasados ambos en 75 millones de euros), el francés con más valoración es Wesley Fofana (Chelsea, 65 millones); por detrás están sus compatriotas Koundé (Barça, 60), Upamecano (Bayern, 60), Saliba (Arsenal, 55), Lucas (Bayern, 50), Badiashile (Chelsea, 40), Varane (Man. United, 40), Kimpembe (PSG, 35), Ndicka (Eintracht, 32), Todibo (Niza, 30), Kalulu (Milan, 30), Simakan (Leipzig, 28) y Zouma (West Ham, 28), además de Le Normand (35) y Laporte (30). Además, cerca de esos puestos de honor están otros como Koulibaly (Chelsea), Disasi (Mónaco), Lukeba (Lyon) o Lacroix (Wolfsburg).
Marquinhos (PSG, 70) y Militao (Real Madrid, 70) a la cabeza; los neerlandeses (cinco) con el ya mencionado De Ligt o Botman (Newcastle, 45) como más destacados; Inglaterra (cuatro) tiene a Tomori (40) al frente; Alemania con tres (Schlotterbeck, del Dortmund, está valorado en 40 millones de euros); Italia (Bastoni y Scalvini), Uruguay (Araújo y Giménez), Argentina (Romero y Lisandro) o Dinamarca (Christensen y Andersen) tienen a dos entre los 50 mejores; y nueve países, entre ellos España (Pau Torres, 40 millones), con uno.