Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


Feria

20/09/2023

Hasta bien entrados los años cincuenta del pasado siglo, el teso de ganado en Talavera se extendía en el margen derecho de la carretera de Madrid desde la Ermita del Prado y llegaba a espaldas del monasterio de la Trinidad y la fachada del Asilo de las Hermanitas de los Pobres. En un gran rectángulo que se correspondía con las actuales manzanas de casas de las calles completas de Ángel del Alcázar, Joaquina Santander y Banderas de Castilla. A los viajeros que venían a la feria por primera vez les llamaba la atención cómo se disponían en ese espacio de manera organizada, pero a la vez sin control ni marcas, los lugares para los cerdos, vacas, bueyes, terneras, mulas caballos, burros, cabras, cabritos, ovejas y corderos que, simplemente, habían marcado con líneas invisibles siglos de tradición. Todo ese espacio trufado de tenderetes en los que se despachaba comida y bebida y donde se celebraban los alboroques de los tratos. Algarabía nerviosa de hombres y bestias, sonidos discordes y un olor dulzón de ganado mezclado que quedaba en la garganta en forma de leve picor que no arrastraba el carraspeo.
Fuera del teso, la ciudad también se ponía de tiros largos durante los cuatro días de feria. Se limpiaban albañales, se jabelgaba, se colgaban mantones y colchas en los balcones de las casas. Se ponían iluminaciones en todo el recorrido del ferial en la que se instalaban barracas con atracciones, guaitomas, circo... La Banda de Música tocaba alegres dianas por las calles y daba conciertos en el Salón de Prado. Todas las tiendas y comercios de la ciudad mostraban lo mejor de sus géneros para las jornadas en que harían la mayor caja del año. Cafés, bailes, teatros, tabernas, cafés-cantantes hasta los topes. Corridas de toros, única plaza en las que se jugaban la vida los toreros y los habilidosos mozos locales que se encaramaban con destreza a los altísimos chopos que rodeaban la parte sur del coso para ver gratis el espectáculo.
Todo esto se ponía en marcha como una gran bola de nieve que va engordando ladera abajo cuando, con las primeras luces del día 21 de septiembre, el primer tratante, con su blusa negra, sus tijeras de marcar, sus fajos de billetes bien atados en los bolsillos de los calzoncillos, con su vara larga los del norte, con su garrota de junco los del sur, señalan un animal y daba comienzo la ceremonia, el rito del trato:
-¿Quién vende?