Valdemorillo fue un barrio de Triana

Mario Gómez / VALDEMORILLO
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Juan Ortega borda el toreo ante un enclasado animal de Núñez del Cuvillo y pasea dos apéndices. Talavante y Ginés Marín mostraron disposición

Ortega en un sensacional cierre por bajo. - Foto: M.G.G.

A la eterna discusión de si es Triana un barrio de Sevilla o Sevilla es un apéndice de Triana, pareció añadir Juan Ortega un último argumento en Valdemorillo. El trianero hizo suyo el coso de La Candelaria con una sensacional faena que le supuso un doble trofeo.

Lo de Juan Ortega con el capote cada día esta más cercano a ser algo de elegidos. Ortega mece los vuelos como los olés de los aficionados. Quedó patente en el saludo a la verónica y en el quite abrochado por dos medias, que fueron enteras. Durante el trasteo de muleta derrochó gusto y pureza y hubo un eterno cambio de mano que hizo romper a Valdemorillo. A partir de ahí la cubierta fue un manicomio tras el toreo pluscuamperfecto y limpio. Asentado, encajado, inspirado y cargando la suerte, para cerrar por ayudados por bajo. La estocada fue de libro y las dos orejas de justicia. Antes, en el segundo Juan Ortega quiso torear pausado y con gusto y lo cuajó con el capote. A la verónica y por navarras, el sevillano estuvo a gran nivel. Luego lo que se preveía faena grande no fue tanto, pero dejó muletazos inspirados, un exquisito inicio y una gran estocada que le debió haber valido una oreja, pero la petición fue más sonora que visual, y todo quedó en ovación.

Talavante se topó con un primero de embestidas pastueñas y tranco escaso. El extremeño compuso muletazos ante un animal escaso de fuerzas y sin movilidad. Quiso justificarse ante un coso abarrotado, que más que valorarle, protestó lo nulo del animal. Lo mejor fue una gran estocada que dio rápido con el burel en el suelo y recibió palmas. Con el cuarto quiso Talavante buscar el lucimiento y la pureza, pero se topó con un animal a la defensiva, carente de ritmo y de embestidas deslucidas y rebrincadas. 

En el tercero se hizo presente muy pronto Ginés Marín, pero las ganas no fueron acordes de la materia prima que tenía delante. En la muleta embestidas cambiantes y eso condicionó todo. Soltaba la cara al final del muletazo el de Cuvillo y Ginés se afanó en entramar una faena que no tomó vuelo. Quiso más que pudo, porque no terminó de convencer a su oponente. En el que cerró el festejo Ginés se fue a brindar a los medios y se echó de rodillas. Se lo sacó por la espalda y toreó en redondo antes de incorporarse. El toro empezó a arrancarse de primeras con alegría, y respondió en los primeros compases a un Ginés que mostró disposición pero sin terminar de redondear el trasteo. Lo mejor, sin duda la espada, en una tarde de seis estocadas a la primera.

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