Codo con codo en defensa de la Monarquía

Arx Toletum
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En el siglo XVI se implantaron en el nuevo continente las milicias, como unidades de apoyo y de reemplazo de efectivos para las fuerzas regulares, cuya reglamentación fue perfeccionándose paulatinamente

Codo con codo en defensa de la Monarquía

La nueva exposición temporal del Museo del Ejército que lleva por título: Blancos, pardos y morenos. Cinco siglos de americanos de España en el Ejército, pretende abrir una ventana que nos muestre la inclusión de todas las razas que componían la población de los territorios de la Corona en la defensa de los intereses comunes.

Cuando las fuerzas regulares del Ejército y las de refuerzo se muestran insuficientes para preservar la seguridad de un territorio se hace necesario sacar de los naturales del país todo el partido que se pueda, Así, ya en 1540, el emperador Carlos ordenó a los virreyes y gobernadores de Indias que: «proveyeran lo necesario para que los vecinos de los puertos tuvieran en sus casas las armas necesarias para el caso de que llegasen los corsarios a infestarlos», a imagen de lo que ya se hacía en la península. 

Así se implantaron en el nuevo continente las milicias, como unidades de apoyo y de reemplazo de efectivos para las fuerzas regulares, cuya reglamentación fue perfeccionándose paulatinamente. El personal era reclutado por localidades en función de la población libre de cada una entre la gente más útil para el servicio y con una limitación de edad, comprendidos entre los veinte y los cuarenta años. Seguían por lo tanto el patrón de la estructura social de cada ciudad. En ultramar coexistían varias razas: los bancos (españoles y criollos), los naturales o indios, los mestizos (mezcla de blanco e indio) en todas sus variedades, lo mulatos (mezcla de blanco y negro) con sus diferentes clases, y los esclavos negros. Reflejo de esa sociedad, la milicia se organizó en batallones o compañías de infantería, caballería o artillería de 'blancos', 'pardos', que eran los mulatos en su diversidad de color, y 'morenos', que eran los negros libres. 

Condición indispensable como decimos es que fueran ciudadanos libres. Los esclavos no podían formar parte de la milicia, aunque hubo sus excepciones; es el caso de los esclavos evadidos de las colonias británicas que llegados a territorio español y abrazando el catolicismo adquirían su libertad. Algunos de estos libertos se incorporaron a las «milicias de pardos y morenos de San Agustín» jugando un importante papel en la defensa de esta plaza contra los británicos.

De igual forma, los naturales o indígenas que en un principio fueron excluidos del servicio, pronto pasaron a engrosar sus filas; incluso en algunos territorios su presencia fue la norma, como el caso de las fronteras norte de los virreinatos de Nueva España y Rio de la Plata.

En contrapartida a los sacrificios que indudablemente requería la presencia en las milicias, sus componentes adquirían ciertos privilegios, amén de prestigio y respeto social. Estaban exentos de determinados impuestos, podían usar uniforme habitualmente y a veces portar armas pero, sobre todo, una de las mayores prebendas que se podían obtener era gozar de uno de los 'fueros especiales', el militar en este caso, con lo que se evitaba la justicia ordinaria.