No hay término medio: Sánchez y Puigdemont están en guerra, y es guerra a muerte, solo uno puede ganarla. No caben negociaciones, promesas, ni concesiones. Esto va de ganar o perder.
Los junteros y los más de mil independentistas que ya se veían amnistiados, no perdonarán a Puigdemont que les deje como están, con un historial delictivo que les cierra puertas y para algunos abra las de la cárcel. Ya se veían triunfantes, héroes, con certificado de penales limpios de polvo y paja. En cuanto a Pedro Sánchez, su cara de estupefacción, de preocupación, era el espejo de quien se ha quedado sin su principal baza para seguir gobernando a perpetuidad. Porque si se mantiene en Moncloa después de perder las elecciones ha sido gracias a pactos innobles, y podría repetir la misma jugada en próximas elecciones. Siempre encontrará socios dispuestos a darle votos a cambio de fondos, competencias, cargos … y leyes. A pesar del bochorno que provoca esa actitud, que llega a su culminación con las informaciones sobre las posibles vinculaciones de Puigdemont con Putin para promover el independentismo.
Las próximas semanas van a ser de infarto para dos personajes que se juegan su futuro, porque se sentarán las bases de algo, de lo que sea, pero que no será lo de ahora. Puede ser que se rompan los acuerdos de Sánchez con los independentistas y no aguante hasta el final de legislatura, o que haya acuerdos entre Sánchez y Puigdemont perro sean tan descaradamente indeseables para quienes no sean ellos dos y sus circunstancias, que algunos socialistas que empiezan a dudar sobre la conveniencia de seguir apoyando a quien puede acabar de mala manera y antes de lo que sospechaban, decidan acelerar el proceso y apostar por otro caballo. Del PSOE probablemente, no es fácil un giro político de tal envergadura que pase por promover a Feijóo.
Hablando de Feijóo, tendría que tomar alguna decisión ante el escenario diabólico que se abrió el martes. Un político de Estado, con visión de futuro y con nociones de estrategia, probablemente descolgaría el teléfono para ofrecer a Sánchez un pacto con el que deshacerse de personajes a los que España les importa un bledo. Excepto Puigdemont, que desea resarcirse de las consecuencias de su fuga y regresar directamente al Palau de la Generalitat con la ayuda inestimable de un Sánchez necesitado de apoyos, y sobrado de principios, el resto de los independentistas disfrutan con su situación privilegiada: un jefe de gobierno a su disposición, con unos ministros, y él mismo, que hacen suyas las acusaciones de que los jueces que les investigan son prevaricadores y corruptos.
Eso sí, si Feijóo ofrece ayuda a Sánchez para acabar con un independentismo que utiliza las peores armas, incluidas las del filoterrorismo, el presidente del PP tendría que poner sobre la mesa sus derechos: ganó las elecciones. Esto no podría ir de yo te echo una mano para que gobiernes, sino de te echo una mano para salvar a España del chantaje permanente.