Y que Otoño no nos queme en su hoguera

Mario Gómez / LAS VENTAS
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El mano a mano de los toreros más destacados de las últimas temporadas queda en un querer y no poder. Buen encierro de Victoriano del Río que se llevó todas las orejas puestas al desolladero. Una vuelta al ruedo y una ovación resultaron pobre balance

El apetecible mano a mano quedó desdibujado. - Foto: Plaza 1

El toreo es tan complicado que nunca dos más dos son cuatro. Un mano a mano atractivo para el aficionado atrajo incluso al público a la quinta de la Feria de Otoño. Se colaron Fernando Adrián y Borja Jiménez, por méritos propios, en el ciclo otoñal y la cita quedó descafeinada ante la ausencia de triunfo.

Cantaba Vetusta Morla aquello de que  "y que San Juan no nos queme en su hoguera....", pues a pesar de lo que suele ser Madrid, no los trituró, pero sí quemaron un cartucho.

Borja Jiménez recogió el guante y se fue a la puerta de toriles. El bonito castaño que hizo segundo salió pensándoselo, pero tras librar la larga cambiada, el de Espartinas recetó tres verónicas y una larga cordobesa que hizo rugir Madrid. Si hubiera sido Sevilla, habría soñado la  música. Adrián no perdió su oportunidad de quitar al toro, tras un gran tercio de varas por parte de Tito Sandoval. Luego de brindar a Madrid, se sentó en el estribo para continuar en doblones por bajo. Siguió con el mentón hundido y verticalísimo, y tras dos tandas Enamorado se había entregado a Jiménez y Jiménez a Madrid. Leyó perfectamente que el derecho era el bueno, le dio distancia y le corrió la mano, pues a izquierdas soltaba la cabeza. Le pegó un cambiado por la espalda y se afanó en torear a pies juntos, delicatesen que tuvo el súmmum de nuevo en doblones por bajo, un murmullo cuando se fue a por la espada hacia que se apostase por una oreja con fuerza, pero al volver y doblarse de nuevo la gente se mostró más fría. Se perfiló muy de largo, pinchó y sonó un aviso. Sin espada no hay paraíso. Vuelta al ruedo justa, pero que supo a poco.
Volvió Borja a la puerta de chiqueros en su segundo y libró la embestida en este caso por el lado derecho. Chicuelinas en el recibo y el respetable muy expectante con lo que pasaba en el ruedo. Adrián quitó por delantales, pero el público se mostró frío con él. Jiménez se quedó con la copla de que gustaban los doblones y así empezó la faena de muleta. Se dejó caer de rodillas y pegó un circular para rematar una tanda que precedió a otra en la que dio distancia y se dejó venir al burel. Quizá se amontonó un poquito y un desarme apuntaló el desasosiego. Quiso seguir Borja pero ya no gozó de los parabienes anteriores, y que un segundo desarme desbarató. Se tiró a matar en una arrancada del animal mientras lo cuadraba, pinchó y pinchó bajo, y ya ni la espada ni el descabello funcionaron como debieron.
A la tercera también se fue BJ a la puerta de toriles, tres de tres y está la salvó cuerpo a tierra. Salió suelto de los capotes, y MJ Ruiz "Espartaco" protagonizó uno de los mejores tercios de varas de la temporada en esta plaza, por forma de mover al caballo, colocación y ejecución. Volvieron a protestar a BJ que cambiase el tercio solo con dos varas, pero las orejas se corta con la muleta. Y con todo por decidir, la tomó. Y abrazado a la barrera lo citó. Cuatro sin mucho gas, y se salió con garbo a los medios. Por el derecho comenzó a apuntar muy buenas condiciones y Madrid se puso alerta ante lo que podía pasar. Faena con altibajos, que deambuló entre el silencio de la expectación y la desidia de no tomar vuelo. Arrimón final y no fue a más.

Después de un ramillete de faroles de rodilla y una portagayola ajustada Fernando Adrián se puso vertical frente a la Puerta Grande y se lo pasó hieráticamente media docena de veces por la barriga. Eran poco más de las 18:15 horas. Medió un ceñidísimo quite de Borja Jiménez, antes de que el madrileño provocase los oles rotundos y roncos de Madrid. Había run run. El toro se abría y Adrián pecó en exceso de tirar líneas, lo que hizo levantar un tanto el enfado de parte del público, mientras que el resto se mostraba partidario de cómo obraba el madrileño. El viento se hizo presente en las manoletinas de cierre y puso todo en un uy. La espada quedó desprendida y la petición fue leve.
Al tercero le pesó la romana y se resintió tras el primer paso por el caballo. El segundo fue un picotazo y todo se puso a la contra para F.A. En el quite de Borja pareció otro el toro, y llegó con mucho disparo al inicio de la faena, y entre idas, venidas y falta de acople dejó una gran estocada que valió la ovación al toro mientras se tragaba la muerte.
El quinto fue protestado de salida y dio imagen de escurrido. La tarde se ponía a la contra y FA parecía que el oponente no iba a ser el idóneo para darle la vuelta. Jiménez no dejó pasar la ocasión y respondió por delantales en su turno de quites, y el toro acusó un daño en los cuartos traseros que condenó la faena. Brindó Adrián al respetable como ejercicio de fe, y como superstición puso la montera boca abajo. Echó la moneda al aire, y se quedó de rodillas casi en los medios. Tardó el toro en percatarse de su presencia, y se hizo eterno, como lo fueron los dos cambiados por la espalda sin inmutarse y el feo derrote en el pecho mientras seguía de rodillas. De pie se vio la mejor versión de FA. Le dio los adentros toreando en el tercio y. el animal a tranquitos iba y venía, pero le faltaba un puntito más, al toro y a la faena. Y se lo dió un topetazo que lo levantó del suelo y devolvió a Madrid el run run del triunfo. Se vio sorprendido dos veces más, y no se inmutó, pisando a fuego terrenos en los que se vaticinó el percance. Cogió la muleta para las bernadinas y Madrid se lo protestó, los pitones pasaron como cuchillos por su espalda, y un pinchazo hondo arriba dejó lo que pudo ser algo, en nada.

Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Feria de Otoño, quinta de abono. Toros de Victoriano del Río.

Fernando Adrián (tabaco y oro), silencio, silencio y ovación tras aviso

Borja Jiménez (blanco y oro con los cabos negros), vuelta al ruedo tras aviso, silencio tras aviso y silencio tras aviso. 

Actuó como sobresaliente Álvaro de la Calle (verde botella y oro), y tuvieron el feo detalle de no dejarle hacer ni un quite.