Familia Cedillo: Una vida dedicada al caballo de picar

Mario Gómez
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Cumplen 25 años de dedicación a los caballos de picar, logrando que 'Equigarce' sea referente y actúe en las más prestigiosas plazas. Pamplona, Valencia, Alicante, Vic, Parentis, Logroño, San Sebastián o Madrid han visto a los caballos de esta cuadra

FAMILIA CEDILLO: UNA VIDA DEDICADA AL CABALLO DE PICAR - Foto: Joaquin Romera Garcia

Hoy no hay que cargar camiones ni preparar palos. Hoy los petos y los manguitos no harán kilómetros. Hoy los únicos “paseíllos” que harán los caballos serán los que hagan por el prado. Los del castoreño hoy no palmearán sus cuellos en señal de complicidad ni las caballerizas esperan su visita.

Lejos del foco que los alumbra en la plaza, hoy toca preparación de invierno. Mantener la doma, pulir defectos, prepararse para una nueva temporada; como lo han hecho durante los últimos 25 años.

Y es que fue allá por 1994, cuando un 3 de abril y coincidiendo con un Domingo de Resurrección, y por partida doble, Brihuega y Pantoja eran testigos de dos novilladas con picadores en las que debutaba esta cuadra.

Años complicados por la situación casi oligárquica donde tuvieron muy difícil hacerse un hueco en un circuito copado por unos pocos. Exhaustivos controles, trabas superadas, y el coraje y el esfuerzo como fuerzas motoras que provocaron que tras un primer año en el que acabaron con casi 70 festejos, no hubieran, sino que darles cabida en las plazas.

Pero para llegar ahí, hay un trabajo callado, esforzado y diario. Trabajo que no conoce de festivos, ni de celebraciones, trabajo en el que «siempre hay algo por hacer».

Esto es lo que relatan los hermanos Cedillo, Bene Jesús, Juan y Luis quienes son rostros reconocidos en las plazas y quienes se han ganado este reconocimiento a base de realizar una labor callada y muchas veces desapercibida pero fundamental en los festejos con picadores.

Una mañana agradable y una charla amena, durante los quehaceres diarios, es la que nos lleva a conocer la historia, anécdotas y vivencias de una familia que, desde Toledo, ha alcanzado las más altas cotas en su trabajo, siendo una de las cuadras más reconocidas del universo taurino y que nos permite ver cómo ha evolucionado también el mundo del toro.

La mirada serena de Benedicto Cedillo, preside las labores de sus hijos en la cuadra. Aunque confiesa que ya no acude asiduamente, transmite la felicidad de disfrutar con ratitos como el de hoy. Su espíritu joven y enérgico combina con el inevitable paso de los años. Sus manos trabajadas, han sido testigo de miles de festejos desde que hace más de un cuarto de siglo se hiciera con los primeros equinos.

«Todo ha cambiado mucho recuerda», desde aquellas ferias de ganado de León donde este toledano viajaba a buscar caballos. Atrás quedan los tiempos donde casi cualquier caballo valía y ahora impera la preparación y la puesta a punto. Habla del paso del tiempo mientras camina entre las caballerizas destacando las características de alguno de sus animales. Es un auténtico placer caminar a su lado y escuchar la forma apasionada de hablar de lo que ha sido su vida.

A la par se muestra tranquilo. Sabe que todo su esfuerzo está en las mejores manos: las de sus hijos. Y si apasionado habla de los caballos el orgullo se desprende de su garganta para describir a quien ahora regenta la cuadra.

“Bene Jesús es un fenómeno, doma los caballos y se hace con ellos, sólo le falta hacerlos hablar” confiesa entre risas, “Luis es un genio, se encarga de llevar los números y organiza los papeleos, no se le escapa una” apunta, “y Juan es el número uno cuando vamos a la plaza, no lo hay como él” sentencia sacando pecho.

La temporada 2019 ha sido un gran año. 352 festejos en los que Equigarce ha estado presente. Valencia, Castellón, Alicante, Bilbao, San Sebastián, Logroño, Palencia, Vic, Orthez, Parentis o Murcia les han visto debutar, Pamplona ya es un “bastión”, pero sin duda es Madrid, la que más responsabilidad supone.

«Madrid es diferente a todas», coinciden los tres hermanos. Puede que sea donde los toros más empujen, donde el eco sea mayor, o donde más ojos estén pendientes del trabajo en la plaza. Precisamente este es el culmen de su trabajo, lo que da sentido a tantas horas de esfuerzos y desvelos, pero que muchas veces es incomprendido, llegando incluso a faltarles al respeto por simplemente cumplir su función de auxiliar a los caballos en momentos de apuro.

Más de una setentena de equinos componen esta cuadra afincada en nuestra provincia. Algunos están picando en las principales ferias, otros, aún se preparan para ello. «No existe el caballo nacido para picar», comentan, en realidad son caballos que por su morfología y carácter pueden servir para picar, se les realiza una doma básica, se les va poniendo el peto, se les enseña a aguantar embestidas, se les prueba con vacas, con novillos, alternando campo y plaza, hasta asentarse definitivamente en los festejos.

No hay que dejar «nunca» de lado el trabajo en casa y en el campo, nunca confiesan olvidarse de mantener esa doma, y esa «forma física» pues hay que tener en cuenta que a lo largo de la temporada son muchos los picadores que los montan.

Entre anécdotas, recuerdos y confesiones discurre la mañana en la que aprendemos mucho sobre estos animales, que “saben perfectamente cuando van a la plaza y el día que van a picar o solamente hacen el paseíllo”. Los mismos que pueden llegar a los tres lustros de edad con cualidades para picar, o que se eligen para cada festejo en función del oponente al que van a hacer frente.

Todo ello evoluciona y «se ha vivido un cambio en el toreo y en los caballos de picar», y quizá lo más visible ha sido la disminución de peso del peto. Una protección imprescindible en nuestros días que ronda los 22kilos, frente a los 40-50 de hace un cuarto de siglo.

Además de ello, los ‘manguitos’ protegen las patas de los caballos dándoles aún mayor seguridad.