Víctor García Chocano, el hostelero más afamado de Alcázar de San Juan, la Mancha y España entera, cumple hoy setenta años. No es inocentada alguna, aunque su nacimiento debió ser algo parecido al de la madre de Gila, que le dijo aquello de "no vuelvas a nacer solo, cuando esté fuera de casa". Genio y figura desde el inicio, Víctor ha ido forjando con su carácter una manera de hacer las cosas, comprenderlas y enseñarlas. La vida lo ha ido doblando como un junco, pero siempre mantenido en pie, firme, erguido. Ha sabido sortear todas las curvas que había en el camino y tras sus gafas de ojos grandes ve la vida como un Sancho Panza increíble, inolvidable, como de él dijera el gran Antonio Garmendia. Si él hizo una vez la cuenta de todas las botellas de vino que se había bebido en su vida, Víctor tiene dicho que no se jubilará hasta que no se acabe el vino. Es de la vieja escuela, la grande, la buena, de la que aprendieron a tortas duras y sonoras que iba dejando la vida. Y por eso ha llegado tan sabio, tan listo, tan claro.
Tengo pendiente con él la escritura de las historias de la taberna en la radio, aunque Víctor ya fue dejando retazos imborrables cada madrugada que rompía el sueño con su voz tronante. Los quehaceres de la churrera del pueblo, que se metió a política y ganó las elecciones en Villaltordo del Júcar como alcaldesa; las diatribas del cabrero manco y su campeonato de ordeño rápido y toque de zambomba; las enseñanzas de Don Hermógenes; Satur, el enterrador, al que no se le ha levantado ni un muerto en todos los años; Angelines, su vecina, que consintió darle la mano al novio un San Valentín después de que le prometiera llevarla al altar… Son tantos, tan tremendos, tan tiernos y hermosos, hechos de carne, huesos y palabras los personajes de Víctor, que darían para otra colmena de Cela sin lugar a dudas. Todo fruto de su imaginación, de su historia, del trasiego tras la barra, donde le salieron los dientes con trece años y empezó sirviendo cañas.
Alcázar de San Juan es su pasión, su vida, el alfa y la omega. Del corazón de la Mancha al cogollo de la Mancha, la ha llamado de mil maneras y ha hablado de ella en mil foros… Como aquella en mañana en el Rastrillo del Nuevo Futuro, con marquesas, condesas y duquesas. Víctor no se corta ante nadie… Como los buenos y grandes, es capaz de darle una pizza al mendigo que está en la calle o ponerle al Papa blancos y finos manteles. Esa destreza sólo la da la vida, los años, la experiencia. Gran aficionado taurino aunque lo niegue, él sabe que cada toro tiene su lidia y remata las enseñanzas con aforismos del tipo "el toro, al primer extraño, estoque de matar". Autor y recuperador del guiso de las bodas de Camacho en noviembre, Alcázar de San Juan, desde mi humilde punto de vista, le debe un homenaje y reconocimiento en vida, que es cuando estas cosas han de hacerse.
Podría decir tranquilamente que mi vida sin Víctor García Chocano no hubiera sido la misma, igual… Cuánto puede influir una persona que pasa por tu puerta y encuentras en el camino… Pero esa es la grandeza infinita de la vida, que siempre es capaz de sorprenderte. Hoy se vuelve septuagenario y para celebrarlo enterrará a su sardina en el Carnaval más tardío del año, el de su pueblo. Todo en Víctor es a destiempo, trasmano, por sorpresa. Nada hay preparado, salvo su sonrisa eterna en un mostrador o junto a una tinaja de barro. ¡Felicidades!