El Expolio fue el primer encargo del Greco en Toledo. El cretense había llegado a la ciudad procedente de Roma, una ciudad colmada de pintores que acotaban su «campo» y le impedían desarrollar su labor de manera continuada. La propuesta de Luis de Castilla lo trajo hasta España. En su trabajo inaugural para la catedral primada logró «resolver todos los problemas técnicos y materiales y hacer una obra maestra», explica Rafael Alonso, el restaurador bargueño que reparó el lienzo un decenio atrás.
La obra se encontraba en un «estado de conservación excepcional», recuerda Alonso. El cuadro «nunca salió de la catedral hasta que lo sacamos al Museo del Prado para restaurarlo», añade. El Greco pintó El Expolio «directamente», sobre un tela de mantel de grandes dimensiones. La superficie empleada permitió a su autor aportó una «textura irregular» con la que «consiguió vibración». Sobre el tejido aplicó una capa de estuco y sobre ella, otra más «de un tono rosáceo, anaranjado y al final casi marrón, que es el color base».
Alonso remarca el canon largo de las figuras de la obra, una característica de la pintura manierista. Cristo luce ropa de color rojo, «como una llamarada», relata el restaurador. «La técnica de la túnica es prodigiosa»: el Greco la pinta en blanco y sobre esa mancha aporta «laca roja que transparenta el blanco subyacente». Así, donde hay más luz se transparenta y donde hay sombra no lo hace. La cabeza del Señor refleja «serenidad y majestuosidad».
Ese Jesús tranquilo contrasta con la turba que lo rodea. Esas «cabezas se pintan a base de toques de pincel bravíos y sin correcciones», una forma que es un «recuerdo de su mundo bizantino» a partir de iconos expresivos. «Son pinturas planas y sin relieve», dice Alonso. «Y aquí es igual: las figuras se superponen unas a otras y no hay espacio entre ellas». De entre la multitud, además, emerge «un dedo que nos está señalando, como metiéndonos dentro del cuadro». Las tres Marías, en la parte inferior, rezuman exquisitez y parecen «estar con nosotros».
El trabajo de restauración de la obra permitió «dejar constancia histórica» del recorrido pictórico de un lienzo realizado «a golpe de pincel». Por este trabajo, el Greco reclamó 900 ducados a la catedral, de los que le fueron satisfechos 318 en un primer momento.
El alcalde de Toledo, Carlos Velázquez, prologó la conferencia y defendió el papel del griego como eje de la vida cultural de la ciudad.