Espumas en el Tajo: mala calidad del Jarama y nutrientes

Á. de la Paz
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La elevada presencia de amonio y fosfatos en el río a su paso por la ciudad «es significativamente mayor durante los episodios de espumas». La investigación de la Cátedra del Tajo rechaza que una menor temperatura del agua implique más casos

Imagen de archivo de un episodio de espumas en el Tajo que se produjo en 2019 y que la investigación incluye en su análisis. - Foto: Yolanda Lancha

Un estudio elaborado por la Cátedra del Tajo UCLM-Soliss confirma que las espumas superficiales sobre el río a su paso por Toledo aparecen cuando concurren una mayor concentración de amonio y fosfatos frente a los valores medios de tales elementos. La contaminación que procede del Jarama, afluente del Tajo que desemboca en el río mayor a su paso por Aranjuez, junto a las aportaciones de los dos compuestos nocivos se asocian con la aparición de espumas. 

El análisis elaborado por Beatriz Martín, Raúl Urquiaga, Beatriz Larraz e Irene Bernal recoge 34 episodios de espumas en la ciudad entre 2016 y 2021, una secuencia de la que se tiene información completa en una veintena de casos. El trabajo valida la existencia de altos niveles de contaminación de las aguas a su paso por Toledo por la «presencia de nutrientes». Por otra parte, advierte de la alta proporción de aguas residuales, procedentes del Jarama en gran parte. El afluente es responsable del 92,2% de «los vertidos orgánicos con carga orgánica destacable» que lleva el río en su discurrir por la capital regional. «Aproximadamente, un 70% del agua que circula por el río Tajo en Toledo proviene de vertidos autorizados», detalla el estudio.

Los autores refieren altas concentraciones de nutrientes en el tramo del Tajo, una condición que se torna «especialmente grave en el caso del amonio y los fosfatos». Además, «el comportamiento de los nitratos tiene una tendencia a aumentar» conforme el río se aproxima a Toledo.

La concentración media de ambos compuestos en el Tajo por Toledo «es significativamente mayor, desde un punto de vista estadístico, durante los episodios de espumas que en la serie completa», destaca un estudio que subraya cómo «las altas concentraciones de estos dos parámetros» coinciden con la aparición de suciedad en la superficie de la lámina del río. Los valores elevados de amonio y fosfatos tienen «un origen mayoritariamente urbano», procedencia que también recoge los vertidos realizados por la industria. La presencia de tensoactivos, tales geles, detergentes y otras soluciones empleadas en la actividad fabril, genera las espumas.

El Jarama es señalado como la «principal causa de la mala calidad del tramo medio del río Tajo». El afluente, a través de sus vertidos autorizados, se constituye como «la principal fuente de la mala calidad» por la importante presencia en sus aguas de fosfatos, amonio y nitratos. Más allá del río madrileño, existen «otras fuentes de contaminación» que perjudican al Tajo en su camino hacia Toledo. Entre otras, destacan los aportes del arroyo Guatén. En cualquier caso, ninguno de los pequeños cauces que vierten al Tajo entre Aranjuez y Toledo, algunos secos durante el estiaje, aportan aguas limpias, una realidad que impide el efecto positivo que generarían tales volúmenes. 

La Cátedra del Tajo UCLM-Soliss detalla, a partir de la recopilación de más de 2,2 millones de microdatos, la «insuficiente depuración de las aguas residuales». Larraz loa el esfuerzo del Ayuntamiento de Toledo respecto al cierre de los puntos de vertido y en favor de la mejora de las depuradoras que recogen los nuevos pliegos

NI MÁS CAUDAL NI MÁS FRÍO. La evaluación científica realizada sobre las espumas esporádicas en el Tajo, episodios que generan una gran alarma entre los toledanos, descarta su correlación con el caudal. «La hipótesis de que a mayor caudal se prevé mayor agitación del agua y, por tanto, mayor cantidad de espumas, no ha sido verificada». Asimismo, la investigación descarta el vínculo de las espumas con una temperatura más baja del agua. «Se ha observado correlación, sin poderse deducir causalidad», reza el texto. «Atendiendo a las [temperaturas] medias, no puede afirmarse que los episodios de espumas coincidan con momentos de temperaturas más bajas». Apenas 1,3 grados separan la temperatura del agua de la serie completa de la que se alcanza en los días con espumas.