Presenta El tiempo de los caballos blancos en España. ¿Qué cuenta esta obra?
Empecé a escribir esta novela en 1984 porque buscaba una narración que hablase sobre los años anteriores. Nunca la encontré, así que tuve que escribirla. Uno de nuestros poetas dice que «el amor por esta tierra es parte de nuestra imaginación y como no lo encontramos lo tenemos que fabricar, que hacer existir». Eso es lo que pasó con esta novela: no la encontré y, por tanto, tuve que crearla. Afortunadamente, muchos lectores estaban buscando la novela que yo buscaba como escritor. Fue recibida con una gran felicidad porque es la primera que cuenta cómo fue la vida en Palestina antes de 1948. A través de ella presento el relato palestino, la cultura del ciudadano local. El ser humano del que se habla era civilizado, tenía cultura. En la obra se aborda la música, la educación o el deporte. Tardé 22 años en escribirla, pero cuando la terminé sentí como si hubieran agregado 75 años a mi vida. La novela cubre los 75 años anteriores a la Nakba [«catástrofe», en árabe].
La experiencia de nacer en un campo de refugiados ha marcado su vida. ¿Ha podido visitar esa aldea próxima a Jerusalén que es la tierra de sus antepasados?
Hace casi 35 años hice el primer intento para llegar al pueblo de mis padres. Sabía que no sería fácil porque necesitaba un visado. Cuando llegué al sitio donde se suponía que estaba me di cuenta de que se habían anexionado el terreno y levantado una fábrica de armas. Era una zona militar restringida y nadie podía acercarse. Así que no pude ver de cerca dónde estaba, pero tampoco pude verlo desde lejos. Es una experiencia muy cruel. Sabía que los israelíes lo habían destruido, pero cuando llegué a su ubicación me di cuenta de que había sido destrozado por segunda vez con la instalación de la fábrica de armas. La primera vez, el pueblo fue literalmente borrado; la siguiente vez, se construyó esa fábrica. En este lugar se observa el volumen de la tragedia: la desgracia azotó a aquella aldea entonces y hoy sigue impidiendo el sueño de muchos palestinos de poder ver el pueblo de sus padres.
Su obra literaria alude con frecuencia al drama de un pueblo disgregado y que no puede elegir su futuro. ¿Los sucesos de 1948 son el gran trauma palestino?
Desde luego. La Nakba es el trauma más impactante que han sufrido los palestinos. No podemos imaginar su dimensión a menos que recordemos cómo era la vida en Palestina. Éramos una sociedad abierta al mundo, con sus obras de teatro, sus cines, sus artistas, sus actores y actrices o los intelectuales que de vez en cuando daba Palestina. En 1912, había un grupo de ballet. Uno de los escritores egipcios más importantes de aquella época, que había visitado Palestina antes de la Nakba, dejó una frase para la historia: «Si no te reconoce Palestina como escritor, no te va a reconocer el mundo árabe». Esa Palestina que te daba el sello de escritor es la Palestina que perdimos. El entonces puerto palestino de Haifa era uno de los más grandes del mundo.
Toda aquella belleza se perdió, se robó y se destruyó. Y aquel fue el destino de los más de 500 pueblos palestinos que fueron borrados del mapa en 1948 y en cuyo lugar se pusieron nombres hebreos. Es una doble destrucción: se destruye el pueblo y se destruye el nombre. Eso es lo que nos hace echar de menos a Palestina y sentir que la desgracia que nos afectó en aquel momento en que todo el mundo se quedó como espectador aún permanece.
¿Cómo era la situación en los territorios palestinos antes del 7 de octubre?
Lo que vivía la gente era la continuación de la Nakba porque es algo que se ha mantenido desde el momento en que perdimos nuestra patria. Pero se multiplica cuando estos enemigos que han ocupado nuestra tierra persiguen, siguen matando y robando lo que nos quedaba de tierra. No existen los requisitos mínimos para una vida digna. Naciones Unidas describió la ocupación como un apartheid. La Nakba de 1948 ha fabricado una nueva Nakba permanente para cada palestino: la madre que ha perdido a todos sus hijos, el niño que no puede llegar a su colegio porque puede morir en el camino o los ciudadanos que no pueden ser tratados en un hospital y tampoco encuentran medicamentos.
Lo que está ocurriendo en Gaza ahora es una imagen más intensa de una Nakba de grandes dimensiones. Y todo el mundo lo está viendo en riguroso directo, aunque algunos insistan en que no tienen ojos para verlo ni oídos para escucharlo y, por tanto, no quieran admitirlo.
¿Qué razón pudo motivar a Hamás a lanzar el ataque?
Tenemos que preguntarnos qué es lo que lleva a los israelíes a seguir matando, a robar la tierra o encarcelar a más de un millón de palestinos que han pasado por sus cárceles desde 1967. Uno de cada cuatro palestinos ha estado encarcelado en este periodo. Pero nadie se pregunta qué lleva a Israel a hacer todas esas barbaridades. El pueblo palestino estaba metido en una olla a presión. Sobre todo Gaza, que lleva 16 años de asedio: se han practicado todo tipo de opresiones contra su población civil, se ha convertido en la cárcel más grande del mundo al aire libre. No podemos coger a un gato, arrinconarlo y empezar a pegarle; cuando el gato se defienda, porque lo va a hacer, no le podemos echar la culpa. Si nos araña, no podemos decirle «qué has hecho, eres un terrorista».
Los palestinos no somos quienes nos atribuimos el derecho a defendernos. Lo dicen las Naciones Unidas y todo el mundo. España se defendió contra los franceses hace dos siglos, los ucranianos se defienden contra los rusos y todo el mundo cantaba a favor de los vietnamitas cuando se defendía de Estados Unidos. Ucrania tiene el derecho a defenderse como Sudáfrica, la India o Argelia lo hicieron. Teniendo en cuenta que todo el mundo puede defenderse, si decimos que el palestino no puede hacerlo, estaremos practicando una de las formas de racismo más aberrantes. En este caso no sería solo Israel, a quien la ONU describe como racista, también lo serían todos aquellos que apoyen el quitar a los palestinos el derecho a la defensa. Quienes lo digan serán racistas y cómplices.
¿Cree factible un Estado palestino soberano e independiente en un plazo de cinco o diez años?
Estará condicionado por lo que piensa el mundo, por la conciencia internacional. El Estado palestino tendría que haberse fundado hace más de 30 años, cuando se firmaron los acuerdos de paz de Oslo. Pero los israelíes no cedieron. No solamente no quisieron dar a los palestinos su Estado, es que también mataron a su propio presidente, Isaac Rabin, que fue el padrino de la solución de dos estados. Lo mataron ellos mismos. Lo que pueda pasar en el futuro estará condicionado por los cambios a nivel mundial, no por los cambios que se puedan dar en el seno de Israel.
Analizando lo que está pasando dentro de Israel nos damos cuenta de que es cada vez más radical y más ultraderechista. Ahora viven el auge del radicalismo, el extremismo y el racismo, pero pienso que aún pueden llegar a un nivel más alto mientras estos grupos radicales y fascistas estén el poder. Estos partidos han saboreado el poder y sabemos por la experiencia de muchos países, de muchas dictaduras del mundo, que cuando llegan al poder nunca renuncian. El poder es adictivo. Imagínate lo que pasa cuando se trata de una dictadura que piensa que está protegida por el cielo y que Dios está a su lado porque son el pueblo elegido. Como si Dios no hubiese creado a los otros. ¿Quién, entonces, creó a los palestinos?
¿Es posible la convivencia de dos Estados? Los palestinos aluden a que su Estado debería ir desde el río hasta el mar.
Esta solución está sobre la mesa desde 1993, pero nunca se hizo realidad. Es posible en un solo caso: si el sionismo se quita este vestido religioso de «somos el pueblo de Dios» y se da cuenta de que lo pasa es algo que tiene que ver con la tierra y no con el cielo. Mientras sigan con estas ideas de pueblo elegido y tierra prometida nunca será fácil ni la fundación de dos estados ni la existencia de un solo estado. Porque cualquier ideología racista no piensa en el otro. Solo piensan en el otro las ideologías humanas que reconocen que el otro existe.
¿Hay figuras hoy, a uno y otro lado, que puedan emular a Isaac Rabin y Yassir Arafat en Oslo para abrir primero un periodo de distensión y después un horizonte de convivencia?
La Autoridad Palestina en Ramala suplica esta solución, siempre la ha suplicado. Tienen un alto nivel de coordinación de seguridad con Israel, parecen mendigar que Israel les acepte. «Aceptadnos, vamos a coordinarnos, estamos aquí». Incluso el presidente palestino [Mahmud Abás] en una entrevista con una televisión israelí dijo a la presentadora: «Que venga Netanyahu, se siente en mi lugar y resuelva los problemas». Esto es una humillación en mayúsculas e inaceptable. Pero incluso humillándose ante el enemigo, ni Netanyahu ni su Gobierno ceden o aceptan. La ultraderecha está en ascenso y tenemos que dejar claro que sus ministros no han llegado solos: han sido votados por personas que les ven como el futuro de Israel.
Benjamin Netanyahu acumula muchos años al frente del Gobierno israelí. ¿Cómo define esta etapa?
¿Y cómo lo hacen los israelíes? Muchos la ven como una etapa muy oscura, con un gobierno dictador dentro de un sistema totalitario. Es fácil imaginar cómo se siente un palestino que está siendo asesinado cada día. Es fácil imaginar la respuesta de los campesinos palestinos cuya cosecha es quemada por los soldados y los colonos de Cisjordania. Antes de venir a España, uno de mis amigos, que es el director de la Asociación Árabe para la Protección de la Naturaleza, me contó que desde el año 2000 hasta hoy han sido arrancados 2,8 millones de olivos. Me dijo que incluso en algún periodo el promedio era de un árbol arrancado por minuto. No conozco a ningún pueblo del mundo que pudiera aceptar a Netanyahu como presidente.
Diferentes países árabes, como Emiratos Árabes Unidos, Bahréin o Marruecos, han reconocido al Estado de Israel en los últimos años en el marco de los Acuerdos de Abrahám. Arabia Saudí parece próximo a hacerlo. ¿La lucha palestina sigue siendo una lucha por la dignidad del pueblo árabe?
Escribí un poema cuando era mucho más joven, con 30 años, en el que hablo con Palestina y le digo «rechaza esos ejércitos que vienen a protegerte, rechaza que lleguen a tus ciudades; no te han protegido, tú eres quien las estás protegiendo». En Hebrón y en Jerusalén el pueblo está protegiendo la tierra de La Meca. Como está también protegiendo Nazaret y Belén. Pensé entonces que había exagerado, pero ahora vemos a Netanyahu en Naciones Unidas llevando ese mapa con el sueño del Gran Israel que abarca desde el Nilo hasta el Éufrates. Es el pueblo palestino quien de verdad ha protegido al resto de países árabes. Si los israelíes hubieran acabado con la resistencia del pueblo palestino, los israelíes estarían hoy en Amán, El Cairo y Damasco. También en Bagdad y Riad. Aunque están en todas las partes, por debajo de la mesa, no han podido doblegar a los palestinos. Ese es el gran problema de Israel, aunque los palestinos sean pocos. La resistencia hace pensar a los israelíes que si no pueden acabar con cuatro o cinco millones qué harán con los 50 millones de El Cairo.
En el mundo árabe hay países con mucho potencial económico. Sin embargo, miles de palestinos malviven aún en campos de refugiados. ¿Deben las autoridades palestinas reclamar más solidaridad a los ricos estados del golfo Pérsico?
Siempre han pedido más ayudas. Lo hicieron por la pertenencia a la umma, la nación árabe. Pero no están en manos de los pueblos árabes, tiene que ver con Gobiernos a los que solo les importa que Estados Unidos esté contento con ellos. No solo se conforman con satisfacer a Estados Unidos; ahora están soñando con satisfacer a Israel. Quieren llegar a Estados Unidos a través de Israel: si Israel está contento con ellos, Estados Unidos también lo estará.
Muchos regímenes árabes son como cualquier otra de las dictaduras que abundan en este mundo: es muy normal que estén en contra de reclamaciones de lucha por la libertad y en contra de la liberación de los pueblos. La mayoría de estos regímenes están controlando el destino de sus pueblos. Una fuerza ocupante no luchará contra otra fuerza ocupante como ella: comparten entre sí los beneficios y los privilegios del mismo modo que el colonialismo se repartía los países entre las potencias.
¿Qué posición debe mantener España respecto a la cuestión palestina?
La postura de España es estupenda y muy valiente. Lo es en el nivel oficial y también entre la población. España es la imagen, el reflejo de la conciencia que esperemos que reine en todas las capitales de Europa y en cada rincón de este mundo. Ante los valientes sólo podemos quitarnos el sombrero.