Helados artesanales para sostener el convento en verano

Malena Sánchez (EFE)
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Las monjas que residen en San Antonio de Padua apuestan por sabores como el mazapán, la leche merengada, el mascarpone o el limón para su oferta estival. «Es muy gratificante cuando los clientes dicen que nunca han probado helados tan buenos»

Una monja del toledano convento de San Antonio de Padua sirve uno de los helados que elaboran. - Foto: Ángeles Visdómine (EFE)

Las monjas del convento de San Antonio de Padua, en Toledo, han encontrado en la producción de helados artesanales una nueva fuente de ingresos durante el verano, donde la demanda de dulces y mazapán cae, y también han encontrado cómo conectar con nuevos clientes «que dicen que nunca han probado helados tan buenos».

Así lo ha explicado a la Agencia EFE una de las religiosas, sor Matilde, en el patio del convento donde han mostrado los helados que tienen a la venta.

El convento de San Antonio de Padua ha sido testigo de la historia de la ciudad desde mediados del siglo XVI, cuando fue fundado, en la época del Cardenal Cisneros, por María de la Fuente, que estableció la institución con la ayuda de su tía Catalina de la Fuente, esposa de un regidor.

Actualmente, son ocho monjas las que residen en el convento y se dedican a la elaboración de dulces y helados, además de sus labores religiosas e internas del monasterio.

Sor Matilde ha explicado que la producción de helados comenzó hace poco más de un año debido a la baja demanda de dulces en verano.

LAS CLARISAS DE GANDÍA. Las monjas buscaron alternativas más atractivas para la temporada estival y las clarisas de Gandía, en la provincia de Valencia, fueron las que enseñaron a las toledanas el arte de hacer helados: «Sor Esther fue la primera en aprender, seguida por otras hermanas que pasaron tres días en Gandía», ha señalado sor Matilde.

Entre los sabores de helado más populares están el de mazapán, leche merengada, mascarpone y limón, todos fabricados con materias primas naturales, leche entera, nata, azúcar y leche en polvo.

Los productos se venden en la tienda del convento, ubicada en la céntrica calle de Santo Tomé, en el corazón del Casco Histórico de Toledo.

«La producción es limitada debido a la cantidad de artesanas disponibles», ha dicho la religiosa, quien ha añadido que han variado los sabores según la demanda de los clientes.

La producción de helados en el San Antonio de Padua ha generado a lo largo de los meses un cambio en la dinámica interna del convenio y un impacto significativo en la vida de las monjas, ya que una o dos personas están encargadas exclusivamente de esta tarea.

«Hemos tenido que adaptarnos, pero la satisfacción de los clientes lo vale», ha expresado sor Matilde, que ha subrayado: «es muy gratificante cuando los clientes dicen que nunca han probado helados tan buenos».

La comunidad ha encontrado en esta actividad no solo una fuente de ingresos, sino también una manera de conectar con el público, y ya hay guías de turismo que recomiendan probar los helados de las monjas de San Antonio de Padua.

«Lo que a mí más me queda es la alegría de la gente, la satisfacción cuando dicen qué ricos están», ha agregado la monja.

El convento no planea expandir su producción, pero sí experimenta con nuevos sabores y, de hecho, «el caramelo salado ha sido un éxito reciente», ha comentado sor Matilde, quien recomienda a otros conventos la búsqueda de tareas y actividades con demanda de público que beneficien y ayuden a mantener sus instalaciones, en muchos casos de alto valor patrimonial.

Esta iniciativa puede ser una forma de mantener viva la tradición del convento mientras se adaptan a las necesidades contemporáneas.

Precisamente, para ayudar a las religiosas de los conventos a poder mantenerse a finales de 2023 se constituyó la Asociación de Amigos de los Conventos de Toledo, cuyo objetivo es cuidar a las residentes en los 35 conventos de clausura que hay en la Archidiócesis de Toledo.