¿A sus conciertos van los nostálgicos de Los Ronaldos o aquellos que se han enganchado al cantante en solitario?
Nostálgicos de Los Ronaldos van muy pocos y desde hace ya bastantes años. Esto empezó con La hora de los gigantes, desde entonces los conciertos se han ido llenando, cada vez más y en sitios más grandes. Y eso lo ha provocado los últimos discos. Antes también quedaban nostálgicos de Los Ronaldos y no se llenaban. Hubo unos años, con los dos primeros discos, cuando la nostalgia por Los Ronaldos sería más fuerte que ahora y los conciertos no se llenaban. Creo que el éxito, a partir de 2010, ha ido in crescendo y de una manera muy clara. Se nota en el público, en cómo cantan canciones como Berlín, Hasta el final, Me dejó marchar o La señal. Esos discos han tenido un impacto muy fuerte.
Tocas una canción de Los Ronaldos y es celebrada con alegría porque es una fiesta. Pero no son conciertos en absoluto nostálgicos ni se agotan las entradas, como llevamos haciendo unos cuantos años, por una cuestión de nostalgia.
Le llegó la fama con 15 años. ¿Cómo llevó aquello?
Muy bien porque me dedicaba a lo que me gustaba, entre amigos, tenía una banda acojonante y teníamos éxito. Aquello lo viví muy bien: es mucho peor ser un adolescente que no sabe qué hacer con su vida y está fumando porros en el parque sin tener interés en nada en concreto. Yo eso no lo pasé, encontré un propósito y un sentido a mi vida. Me hice profesional muy pronto. Supongo que tiene algún tipo de coste, pero como cualquier cosa en la vida.
Las ventas de discos de entonces no alcanzan ahora aquel volumen. ¿A dónde va la industria?
Es muy difícil clasificarla y definirla. Casi todo lo que ocurre es nuevo para todos. Los grandes expertos de este negocio también están muy despistados de por dónde va una industria que se ha diversificado muchísimo y a la que se le ha complicado monetizar determinadas cuestiones que antes eran muy claras. Tú vendías un disco y recibías un dinero, pero ya no se venden discos, la venta de discos físicos cae en picado cada año más y más. Ahora estamos en el streaming, que es otra historia todavía muy nueva y difícil de concretar hacia dónde va, tampoco cuáles van a ser los resultados de esta nueva estructura.
Sin embargo, los festivales parecen vivir su edad de oro.
Hay una ansiedad, una moda y una tendencia por ir a festivales y estar en el lugar el que poder hacerte la mejor foto para Instagram y decir: «yo estuve ahí». Y a nosotros nos beneficia porque si los festivales crecen, los presupuestos crecen. Esa parte está bastante sana.
En general, hay una tendencia a comprar entradas e ir a los conciertos brutal. Por ejemplo, en los años ochenta y noventa venía a tocar Bruce Springsteen y hacía un Calderón [se refiere al antiguo estadio Vicente Calderón], que ya era la hostia, y lo agotaba quince días antes. Ahora hay una locura y Springsteen anuncia conciertos y agota cuatro Wandas [se refiere al estadio Riyadh Air Metropolitano] en una hora. Es una locura. Y a diferentes escalas eso se está trasladando a la asistencia a los conciertos. No todo el mundo es Bruce Springsteen ni hace cuatro bandas en dos horas, pero sí que se nota una asistencia muy potente a los conciertos. Y es algo estupendo, maravilloso.
La gira Un piano, un pianista y yo comienza en Toledo. ¿Ha estado antes en la ciudad?
Muchas veces, de turista y tocando, con Los Ronaldos y en solitario, y en diferentes sitios de la ciudad, que tiene muchos recintos. Hay varios que molan un huevo para hacer conciertos de mediano y pequeño aforo. Este [el Palacio de Congresos El Greco] es el de mayor aforo que hemos hecho. Estuvimos en el Círculo de Arte dos veces y en el Pícaro hace unos años.
¿Qué repertorio va a ofrecer en el concierto?
Hemos cogido unas cuantas canciones del último disco, además de todos los éxitos que la gente quiere escuchar. Habrá algún guiño a Los Ronaldos y también bastantes rarezas que en verano, en una gira con banda, en sitios muy grandes y con mucha gente, no te puedes permitir tocar. Esta gira se va a hacer en teatros: de hecho, el de Toledo va a ser el más grande porque el resto de escenarios son teatros pequeñitos. Y resultan perfectos para rescatar bastantes rarezas que me apetece mucho tocar porque son canciones que, cuando armas un repertorio de verano con toda la banda, con los visuales, con un espectáculo muy bestia y muy grande, también te apetece tocar, pero no puedes. Y aquí sí. Haremos unas cuantas rarezas de Termonuclear y de El último hombre en la Tierra, canciones que casi nunca tocamos.
En enero de 2025 celebrará 40 años de carrera. ¿Se atreve a resumir un periodo tan largo?
Es que no se puede. Lo que hago, cuando empiezo una gira nueva, es cambiar el repertorio. Y me lo planteo como un punto de partida que tenga sentido para ese momento concreto. Casi siempre es el disco nuevo lo que me lleva de gira en ese momento. El disco nuevo suele ser el alma, la columna vertebral del espectáculo. Pero en este caso, el motivo del espectáculo es toda la carrera. Entonces, ahí van a estar todas esas canciones absolutamente claves, muchas de ellas compartidas con los amigos artistas con los que las compartí en su momento.
De momento, hemos anunciado al invitado más importante para esa noche [se refiere al concierto en Madrid del próximo 31 de enero], que son Los Ronaldos. No podían faltar en un repaso a 40 años. Quiero que suban Los Ronaldos porque además somos de esos grupos raros que nos llevamos de puta madre; ya no estamos juntos, pero nos llevamos muy bien, nos queremos mucho, estamos pendientes el uno del otro, de nuestra vida, de cómo nos va. Siempre les invito a los conciertos como público y esta vez tenían que estar en un repaso a los 40 años con gente clave en mi vida que anunciaremos más adelante. Los Ronaldos serán los primeros y el resto se conocerán a lo largo de este invierno y hasta que llegue el concierto.
¿Cuál ha sido la mejor versión de Coque Malla?
No tengo ni idea. Me gusta ir buscando versiones, lo que más me gusta de mí es eso, que no me acomodo. He tenido unos cuantos hallazgos en los últimos años, aunque sea un poco presumido decirlo: en los últimos discos, los ha habido y me podría haber acomodado porque han funcionado muy bien. Pero no soy capaz, necesito buscar nuevos puntos de partida musicales, artísticos y sónicos.
Suyas son Adiós, papá o No puedo vivir sin ti, dos himnos para generaciones diferentes. Es parte de la banda sonora de España. ¿Se siente abrumado?
Ni responsable ni abrumado porque no es tan grande la importancia de mi música ni de ninguna de mis canciones. Supongo que Bob Dylan en los sesenta se sentiría abrumado porque fue uno de los catalizadores de un montón de cambios. Y tan abrumado debió estar que destruyó su propio personaje porque tenía una responsabilidad que no quería. Pero no es mi caso. Son canciones sin más, canciones que no han cambiado el curso de la historia porque no son tan importantes, aunque si lo sean para mucha gente en su corazón. Cuando las toco disfruto del entusiasmo que despiertan en el público, pero poco más.
¿En qué espejos se mira?
Ha habido unos cuantos. Supongo que al final, el espejo ha formado una imagen que se compone de todos ellos. Todos los artistas copiamos: el arte y la cultura evolucionan y se transmiten porque los artistas copiamos a unos y otros, a los que nos dejan una huella muy especial y a quienes queremos emular. He tenido varios, supongo que soy la mezcla de todos ellos y están en mi manera de entender lo que ellos hacen y mi propia vida. Así se forma mi sonido, si es que lo tengo.
Los Stones fueron importantísimos en un momento. Keith Reichards, como guitarrista, ha sido absolutamente demoledor en la forma de entender su instrumento. Sinatra ha influenciado muchísimo como cantante. También David Bowie como compositor o letrista, su concepto es una manera de ver el universo.
Es, ante todo, un rockero.
Sí, con todo lo amplio que implica esa palabra. A veces, leo a gente, muy irritada, que escribe en las redes y dice «joder, ya no haces rock». Pero el rock dejó de ser de una sola manera hace muchísimos años. Cuando los Beatles grabaron el Sargent Pepper, la idea y los límites del rock y del pop saltaron por los aires. Hace mucho tiempo que son algo muy amplio. Entendido de esa manera, sí soy un rockero. Entendido desde el punto de vista talibán de lo que supuestamente es el rock, desde luego que no.