El fin del 'tiqui-taca'

Diego Izco (SPC)
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La selección española, habitual dominadora del balón, 'solo' es octava en posesión en este campeonato

El técnico riojano. - Foto: Thilo Schmuelgen (Reuters)

Hay dudas sobre la paternidad del 'tiqui-taca'. La hemeroteca de la nostalgia se la otorga a la semilla de Johann Cruyff pasada por el tamiz de Pep Guardiola a partir de 2008; otras teorías señalan a Luis Aragonés, el enamorado del contragolpe que vio a una generación única para jugar 'a otra cosa' y ganar y ganar y volver a ganar; también a Del Bosque y la sublimación del estilo, e incluso otras tesis apuntan a la complicidad entre futbolistas (Xavi, Iniesta, Silva, Busquets, Alonso, Cesc…) que en plenitud eran capaces de negarle el balón al rival como nadie en la historia del fútbol. La única opción segura es que fue el narrador Andrés Montes quien lo aglutinó todo (la idea de Luis, la 'precuela' de Don Vicente, el virtuosismo de los futbolistas e incluso el 'cruyffismo-guardiolismo') para decirlo por primera vez durante la Eurocopa de 2008, la que lo cambió todo. 

El 'tiqui-taca' quedó recogido en el acerbo popular como esa manera de plantear el balompié como un ejercicio de paciencia infinita, de tortura a un adversario que no puede jugar porque no tiene una pelota con que hacerlo, de formación sobre el verde de triángulos imaginarios entre jugadores que aparecían y desaparecían para convertir el pasto en un tablero de ajedrez indescifrable para el oponente. De esa idea nacieron dos Eurocopas y un Mundial, cocinadas con un dominio del juego como pocos combinados lo han hecho a lo largo de la historia. 

El fútbol transmutó. O, mejor dicho, buscó desesperadamente un antídoto contra el 'tiqui-taca' (reforzado por la Alemania de Joachim Löw en 2014). En eso trabajó duro Francia. Y Portugal. También Inglaterra. El 'secreto' estaba en el músculo. Como 'anularlo' era imposible, había que 'aguantarlo'. Y correr más que el contrario. 

España se negó a sí misma esa transmutación. Y siguió tocando. En el recuerdo de la afición, un partido determinante para negarse la continuidad: los octavos de final de Qatar 2022 ante Marruecos. Ese día, la Roja cayó en los penaltis después de una letanía de toques y más toques sin profundidad ante un oponente de cemento armado. En total, 1.019 pases frente a los 304 de los africanos. Un 77 por ciento de posesión que sirvió para morir en la orilla: un solo tiro a puerta en 120 minutos. 

El cambio

Luis de la Fuente ha llegado con un nuevo 'libreto' e intérpretes renovados. El técnico riojano ha hecho una clara apuesta por un ataque 'clásico' de extremos y un 'nueve' fijo. Sin aquellos benditos experimentos de los 'falsos nueves' (Cesc a la cabeza) que reportaron a España los mejores resultados de la historia. Hoy el fútbol ha cambiado. Y con él, figuras emergentes como Nico Williams y Lamine Yamal tienen permiso para encarar y equivocarse las veces que sean necesarias: de hecho, cuanto mayor espacio a la espalda de sus parejas de baile, mejor… por lo que la posesión 'excesiva' no interesa. 

Rodri es la clave. Un futbolista capaz de todo en el mediocentro... sobre todo de jugar rápido y a un toque. En el Manchester City es la 'piedra angular' de un equipo que ha promediado el 65,2 por ciento de posesión este curso (el español, con 3.988 pases, fue el número uno de la Premier 23/24 con 454 de diferencia sobre Pascal Gros, del Brighton). En el último Mundial, Luis Enrique pensó en él como central... hoy, certificado como el mejor mediocentro del planeta, es el futbolista 'top' que marca la diferencia y el cambio de estilo. 

La selección, habitual ganadora de los 'rankings' de posesión, es ahora octava en la Eurocopa de Alemania 2024. El 64,3 por ciento de la anfitriona o el 62,5 de Portugal distan mucho del 54 del combinado de De la Fuente, igualado con una Francia que asume con desgana su posición de equipo favorito: hace tiempo Didier Deschamps descubrió que le salía a cuenta dejarse dominar (por muy inferior que fuese el rival) para tener espacios para que Mbappé volase.