Casi un centenar de jóvenes y adolescentes abarrotaban los exteriores de la plaza de toros. Todos querían tocarle, abrazarle, hacerse una fotografía con Esteban Gordillo, algo inaudito y que la memoria no alcanza a unas circunstancias así en muchos años. Y menos en un novillero que hacía su tercer paseíllo de luces en su vida y nada más y nada menos que en su ciudad Toledo.
Ha encontrado la ciudad imperial un nuevo torero, bueno un novillero sin picadores, pero que levanta pasiones, tiene seguidores y luego no defrauda en la arena.
Enfundado en un terno azul y oro que se ponía por primera vez este sábado, cruzó el ruedo del coso de Mendigorría con aplomo, firmeza y seguridad. Con los nervios contenidos, pero con gestos por los que se le atisbaba que esta tarde era hoy por hoy la más importante de su incipiente carrera.
Gordillo toreando al natural. - Foto: DominguínSe abrió de capa para recibir al tercero de la tarde, un sardo del Castañar, con condiciones para el triunfo, noble y bravo, repetidor y codicioso, todo lo que debe tener un novillo para propiciar el triunfo. Y por eso no lo desaprovechó Esteban Gordillo que lo meció con el capote por verónicas de gusto y compás abierto, rematadas por una media enroscada a su cintura. Brindó al respetable y se ciñó por bajo con el eral que fue entrando en el canasto de las firmes mulecas del novillero. Supo darle distancias al bravo cornúpeta que quería coger la pañosa con celollevándole cosido a sus vuelos por ambos pitones. La faena fue a más y cada embroque era jadeado por un público entregado que rompía a aplaudir cada vez que remataba con los interminables de pecho. Destacó por el aplomo y seguridad en cada uno de sus embroques, llevando al animal al son de sus suaves muñecas. Repetía el bravo burel y Gordillo no cesó en desarrollar una sinfonía efímera de naturales y derechazos. Se estableció una simbiosis entre el respetable y el novillero, al que hay que perdonarle los errores de aquel que se viste de luces por tercera vez. Cerró con estatuarios y trincherillas cual carteles de toros para sin pensárselo irse tras los aceros hacia el morrillo del animal. Pinchazo hondo en todo lo alto que hizo doblarse el estoque al encontrar hueso y no querer entrar, pese a la entrega de Estaban que salió cogido por eral al echarse de frete y sin aliviarse. Sin mirarse nuevo encaró a su enemigo y esta vez sí que enterró el acero hasta los gavilanes. Los tendidos comenzaron a aflorar de pañuelos, muchos, y una oreja concedió el palco, la del respetable, pero incomprensiblemente no mostró el usía la de su competencia que se ganó la bronca de los asistentes y con razón.
Con el que cerró plaza volvió Esteban Gordillo a estar entregado. El recibo tras las probaturas dejó buenos lances llevando al colorado al compás, rematado por dos medias verónicas del gusto del público. Brindó esta faena a Rafael Finat, ganadero de esta tarde noche en Toledo. Fue Gordillo atemperando las bruscas embestidas con la firmeza, poniéndole siempre la muleta plana y de frente, hasta que desengañó al animal que empezó a embestir con claridad y por bajo. Se tiró a matar un par de veces siempre de frente y por derecho hasta que enterró el acero al tercer encuentro aflorando en el momento los pañuelos que le obligaron al presidente a conceder la oreja que otorgaba el premio de la puerta grande. Vuelta al ruedo triunfal de Esteban Gordillo que precedió a la populosa puerta grande con amigos y aficionados que le entonaban al unísono el grito de: ¡torero, torero, torero!
Le acompañaban en la terna el albaceteño Alejandro González que estuvo destacado en el que abrió plaza, realizando una faena compacta por ambos pitones ante un buen ejemplar del Conde de Mayalde. Dio una vuelta al ruedo tras pasaportar al eral. Mientras en el cuarto de la tarde, se mostró con mucha voluntad y oficio ante las pocas opciones que le facilitaba el animal. Lo mató de estocada y volvió a dar otra vuelta al ruedo como premio a su entrega y disposición.
Completaba el cartel Sergio Moreno, novillero de Talavera que viene con la vitola de haber ganado el II Certamen Domingo Ortega. Supo torear al segundo del festejo con profundidad y entrega, dejando momentos lucidos por ambos pitones. La conexión con los tendidos fue clave y tuvo en su mano un apéndice que perdió por el fallo con los aceros. En el quinto de festejo, Moreno salió a por todas y no quiso dejarse nada en el tintero. Bien con el capote, lo bordo con la pañosa con momentos estelares y lucidos. Sobresalientes fueron las tandas largas y templadas con la diestra, mientras que al natural dejó verdaderas pinturas en las retinas de los asistentes. El final fue antológico pero al enterrar el acero caído el palco sólo le concedió un trofeo de su bravo oponente.