Destaca en la exposición temporal Blancos Pardos y Morenos…, de nuestro Museo un cuadro de Ferrer-Dalmau representando al general Puello, general negro del Ejército español, allá por el año 1861, caso que no se repetirá en ninguna nación occidental hasta bien avanzado el siglo XX.
Eusebio Puello, nació en 1811 en Santo Domingo. A los diez años fue reclutado para el ejército haitiano que acababa de invadir Santo Domingo. Comienza así una carrera meteórica, que culminaría con el ascenso al generalato tras la proclamación de la Primera República Dominicana en 1844 y como reconocimiento a su destacado papel en la misma, su valor y su capacidad de liderazgo.
Puello se mostró favorable a la solicitud de anexión a España, para protegerse de sus vecinos occidentales que continuamente violentaban sus fronteras. Tras la anexión en 1861, Puello pasó a formar parte del Ejército español con el grado de mariscal de campo (general de división). A partir de 1863 tuvo que enfrentarse a la sublevación de aquellos compatriotas que se oponían a la anexión. Durante los tres años que duró la guerra, participó en innumerables combates defendiendo siempre los intereses de la Corona española, fue recompensado con la concesión de la Orden de Carlos III y de Isabel La Católica. Cuando en 1865 España abandona Santo Domingo, Puello, como tantos otros fieles a la Monarquía, tuvo que emigrar a Cuba.
Al estallar la guerra cubana de los Diez Años en 1868, Puello se volvió a posicionar del lado de los intereses españoles y al frente de tropas regulares españolas, participó en numerosas operaciones militares contra los mambises. Un año después fue nombrado comandante general del Departamento Central o de Camagüey, donde al mando de una columna de 1.200 hombres, atacó y ocupó el pueblo de Guáimaro, lugar elegido por los insurrectos para establecer su capital.
El 1 de enero de 1870 se enfrentó en Minas de Juan Rodríguez a tropas rebeldes fortificadas y superiores en número en un cruento combate. A pesar de las dificultades, Puello, herido en el pecho, continuó la lucha hasta apoderarse de la trinchera enemiga, forzando a los rebeldes a huir. La arenga que dirigió a sus soldados antes del asalto fue: «¡Soldados! ¡Yo que soy negro, me ofrezco como blanco a los enemigos de España! ¡Adelante!». Sus tropas sufrieron 223 bajas. Valor le sobraba, pero fue objeto de severas críticas que cuestionaban sus conocimientos militares.
Unos meses más tarde, fue relevado del mando de Camagüey y no se le volvió a dar ningún mando a pesar de su probada lealtad a España. Esta circunstancia le llevó a dirigirse al rey mostrando sus «ardientes deseos de servir a la nación; porque, fuerte para la guerra como el que más, desea, mientras haya un enemigo que combatir, ocupar un puesto en la campaña, y compartiendo las fatigas de ella con el soldado, hallar la victoria o la muerte a la sombra del pabellón de Castilla».
Apartado y olvidado, falleció en la capital cubana, en diciembre de 1871 rodeado, eso sí, de sus numerosos hijos.