Un fontanero de confianza de la urbanización Monteviejo III de Las Ventas de Retamosa y el vecino más cercano a la rotonda del tiroteo rebobinaron ayer la memoria hasta el 4 de mayo de 2018. Formaron parte del listado de testigos que han colaborado para ordenar el puzle del asesinato de Mercedes Martín Ayuso. Ninguno presenció los disparos, pero la mayoría se fijó en un extraño vehículo pequeño y negro las vísperas del tiroteo. «Un Seat León», aclaró una testigo, el mismo modelo y color del coche que ardió en Torrejón de la Calzada (Madrid) una hora después del crimen.
Luis del Castillo, el inductor confeso del crimen de Las Ventas de Retamosa, escuchaba estos testimonios solo en el banquillo. Apodado 'el Vacas', es el único de los cinco acusados que ha seguido las cuatro sesiones en la Audiencia Provincial; sólo se ausentó unos minutos de la segunda. Quedó en libertad en el primer semestre de 2022 por la finalización de los cuatro años máximos de prisión preventiva. Y así continúa. El resto, incluido el sicario también confeso, hacen también vida normal.
El fontanero acudió a la rotonda pensando atender a un niño atropellado, pero Daniel, el hijo de Mercedes, le corrigió: «Mi mamá, mi mamá». Entonces, el testigo abrió la puerta del coche: «Vi a una señora muerta». Este trabajador, con frecuentes obras en la urbanización, buscó directamente a la pareja de Mercedes en la vivienda de la calle Méntrida para avisarlo del asesinato.
Trabajadores y vecinos recuerdan que observaron un coche oscuro y pequeño en las inmediaciones. «Desde tres o cuatro días antes. Todas las mañanas, llegaba y se paraba», relataron. Por esa zona, a diario, Mercedes y Daniel circulaban desde el domicilio familiar en dirección al colegio público 'Santiago Paniego' de Las Ventas de Retamosa. Todas las mañanas, como ese viernes de mayo.
«¡Socorro, auxilio, han asesinado a mi madre!», gritaba Daniel. El pequeño de 12 años, con herida de bala en ambas piernas, llamó al timbre del vecino más cercano a la rotonda. El hombre, quien había escuchado un mínimo de cinco detonaciones (Mercedes recibió siete proyectiles), bajó enseguida junto con más vecinos con mantas para auxiliar al niño.
una hora antes. Los testigos se remontaron casi seis años atrás. Manifestaron dudas por el transcurso de tanto tiempo, pero la gravedad del caso mantenía vigente el miedo. Una vecina con la voz temblorosa de tan conmocionada aún viajó a las 7:50 de aquel 4 de mayo de 2018. Una hora antes del crimen. Un coche obstaculizaba la salida de su vehículo. Sí, era un Seat León negro. Dentro, un conductor con el pelo corto y ojos oscuros, como recordó esta residente de Monteviejo III. «Hacía cosas extrañas. Acelerones. Estaba muy nervioso», describió sobre el anómalo comportamiento. El morro del coche enfilaba hacia la rontonda donde murió acribillada a tiros Mercedes hacia las 8:45 de la mañana. Y concluyó: «Podría estar esperando».
El último turno de testigos correspondió al conductor que recogió al sicario confeso después del accidente que frustró su huida completa después del asesinato. «Me dijo que se le había estropeado el coche y le llevé a la estación de autobuses de Utiel (Valencia). No le vi ni la cara. Fue un momento, tres minutos», explicó por videoconferencia el hombre, quien reconoció que el individuo portaba una bolsa verde, donde apareció a la postre el arma. Y apostilló: «Lo noté natural, Normal». Incluso conversaron brevemente, y Raúl le dijo que tenía hijos y que iba hacia Cataluña.
La quinta sesión, la de hoy, se prevé larga. El jurado escuchará las intervenciones telefónicas practicadas por la Guardia Civil, que analizó más de 200 conversaciones relacionadas con los acusados; entre ellas, 32 son nucleares.