Pasó el desfile de la Fiesta Nacional. Parte de los espectadores se desahogaron abucheando a Pedro Sánchez -"Que te vote Chapote"-. El PP, por boca de Núñez Feijóo, rechazó estar detrás de la pitada, pero la cuestión de fondo, la concesión de amnistía a los encausados por el golpe del "procés", sigue adelante.
Impasible, Sánchez, va a lo suyo. Y lo suyo es conseguir la investidura y un pacto de legislatura. Todo al precio que pongan los separatistas. Qué, de creer al portavoz de ERC, incluiría la amnistía, la autodeterminación y, en una adenda de última hora, que el PSOE apoye una proposición de ley para suprimir los desfiles militares en ocasiones tales como el celebrado el jueves en ocasión del día de la Hispanidad. A los separatistas les ofende todo lo que supone un símbolo de la unidad nacional o el legado de la Historia.
Lo reservan en exclusiva para sus propias efemérides. No sería cuestión de dedicarle un minuto a ésta penúltima extravagancia de no ser porque quien está a la escucha de sus exigencias es un Pedro Sánchez que se quedó corto de apoyos en los comicios del 23 J y necesita los votos de Sumar y los de ERC para sumarlos a los de Junts y los de EH Bildu y completar el sudoku que le permitirá superar la investidura presidencial.
Por excéntrica que nos pueda parecer, convendría no tomarse a la ligera la última exigencia de ERC porque de Sánchez se puede esperar cualquier cosa.
Hay precedentes de cesiones en parecido registro aunque no de la trascendencia que aparejaría la impensable supresión de los desfiles militares como actos castrenses relacionados con efemérides propias de las Fuerzas Armadas o en ocasión de la Fiesta Nacional. Hace unos años, con Rodríguez Zapatero en el Gobierno y el hoy silente José Bono ministro de Defensa, los nacionalistas catalanes consiguieron que fuera borrado de un monte próximo a la Academia Básica de Suboficiales de Talarn, en Lérida, el lema: "A España servir hasta morir". Una divisa en línea con el "Todo por la Patria", la filosofía que da sentido a la vida de los miembros de las Fuerzas Armadas y los de la Guardia Civil. Entonces fue Josep Antoni Durán Lleida, aquél personaje melifluo dirigente de Convergencia i Unió, la matriz de lo que hoy conocemos por Junts, el partido que dirige el prófugo Carles Puigdemont, quien exigió -y consiguió- que fuera borrada la inscripción.
Posteriormente, ya con otro ministro al frente de Defensa, la inscripción fue restablecida. Hoy, el mensajero de este nuevo trágala es de Esquerra Republicana. Sería para tomarlo a broma, de no ser porque quien tiene la última palabra se llama Pedro Sánchez. Y no conocemos ni el alcance de sus pactos ni lo que está dispuesto a conceder para seguir en La Moncloa.