Tres de cada cuatro muertes por suicidio se dan entre hombres. Y al contrario de lo que pudiera parecer, estas se producen sobre todo entre personas mayores, más concretamente, entre 50 y 60 años. Los últimos datos provisionales (como en años anteriores seguramente suban), hablan de 3.952 suicidios en España durante 2023, unos 2.952 hombres y mil mujeres. Es decir, mueren casi once personas por suicidio al día, datos a los que hay que unir 80.000 intentos de suicidio y tantas personas que, sin llegar tan lejos, se lo comienzan a plantear. Aunque se encuentra por encima de la media nacional, que es de 8,85 suicidios por 100.000 habitantes, Castilla-La Mancha es la décima comunidad, con 8,96, según los datos de 2022. Está lejos de los 12,54 de Asturias o los 12,19 de Galicia.
Durante la jornada de ayer se celebró el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, un momento para la reflexión y, sobre todo, para lanzar un mensaje de esperanza para las personas que están pasando por malos momentos. El objetivo está claro, «el suicidio se puede prevenir».
Aunque lo que más puede llamar la atención son los incrementos de suicidios entre jóvenes, «realmente el suicidio aumenta con la edad, y el problema grande, que muchas veces no se ve, está en las personas mayores». Así lo explica Francisco José Celada, doctor en Cuidados en Salud, profesor asociado de la Facultad de Enfermería de Toledo, máster en investigación en psicología aplicada y psicólogo y enfermero de emergencias en activo. Su tesis doctoral versó sobre la evolución del suicidio en Castilla-La Mancha. Es miembro del grupo regional de expertos en prevención de conductas suicidas y colaboración del Gobierno y del Sescam, organizaciones de pacientes, familiares y usuarios en jornadas de prevención del suicidio. Con Enrique Galindo (ambos de Psicología en Acción), ha publicado el libro 'Dejar de Sufrir o Dejar de Vivir, la Dualidad del Suicidio', de la editorial Óberon.
Las mayores tasas de suicidio, en hombres entre 50 y 60 añosCelada explica que estos suicidios entre mayores se dan por pluripatologías, como la soledad no escogida, la desesperanza, la pérdida de capacidades motoras o psíquicas o la falta de medios económicos.
En jóvenes. Sin embargo, apunta Celada, y aunque los datos son mucho menores, también está habiendo muchos problemas de suicidio desde la pandemia «y desde que la primera generación que tuvo acceso a los teléfonos potentes está llegando a la adolescencia».
En realidad, apunta el experto, las causas que llevan a un joven a pensar en quitarse la vida no son nunca únicas. Por poner un ejemplo, la víctima puede ser un joven de una familia desestructurada, sin apoyo familiar, quizás hijo de inmigrantes, con bullying convertido en ciberbullying las 24 horas al día, con una mala economía... «esa multifactorial, al suicidio nunca le puedes poner una razón, por muchas cosas».
Las mayores tasas de suicidio, en hombres entre 50 y 60 añosSin embargo, entre todos esos factores, al experto le preocupa la importancia del acoso escolar, que es ha potenciado con las nuevas tecnologías. «El bullying antes se acababa al salir del colegio, pero ahora, como los chavales están conectados, el acoso es 24 horas, siete días a la semana, esa violencia entre iguales continúa por redes sociales, por Whatsapp y por llamadas, el muchacho se ve envuelto todo el día». Tal es así que ha habido ya suicidios de niños de ocho años en los que lo más llamativo era el bullying «aunque luego detrás, en la familia, hay mucho más».
También hay altos niveles de exigencia académica, ya sea por los profesores, los padres o el propio estudiante, demasiado perfeccionista y poco vacunados para el fracaso. Puede haber conflictos consigo mismo por la identidad sexual o de género, «por estar escondiendo ser homosexual o por los problemas que tienen al contarlo». Hay problemas con los que han sufrido maltratos en la familia o enfermedades mentales en la misma. Es contraproducente la pérdida de arraigo entre los amigos, la muerte de personas queridas, una ruptura sentimental o un desahucio. Hay dificultades de baja autoestima, resistencia a la frustración o falta de habilidades sociales para solucionar problemas. Además, quienes han tenido un intento previo ya están estigmatizados. Y aquellos jóvenes con familiares que se han suicidado pueden coger de ahí una idea para su huida.
Deja claro el autor que no es correcto unir salud mental con suicidio, como se ha hecho tradicionalmente. Cierto es que muchas muertes por suicidio, o intentos, se dan en personas con trastornos, «pero en otros muchos casos no es así».