Bernardi Roig es un experto del blanco oscuro y del negro luminoso, de los silencios devenidos o autoimpuestos, de la incomunicación, de la soledad. Durante los próximos meses una parte de su obra se exhibirá en el 'Centro de Arte Moderno y Contemporáneo de Castilla-La Mancha', situado en el antiguo convento de Santa Fe. Las piezas seleccionadas forman parte de la muestra 'La cabeza incolora' y asaltan al espectador para sorprenderle en su confiada visita. No le agreden, lo interpelan, lo atrapan o lo repelen. Nos exige reacciones extraordinarias. Estamos ante la contemporaneidad más contemporánea en Toledo. Un lujo que los toledanos y visitantes debieran aprovechar para acercarse al arte actual.
Nada más entrar en el edificio, en una pared cinematográfica de la arquitectura antigua, vemos el rostro del autor sometido a los efectos de un tiempo que se mueve y que transforma la imagen en un proceso de cambio biológico y sicológico. El resultado: la aparición de hombre distinto, con rastros del inicial, pero no igual. Imperceptiblemente, cada minuto que pasa sobre nosotros, vamos configurándonos como otros, herméticos, desgastados. Una alteridad nueva que proviene de nuestro pasado.
Intentando superar el efecto demoledor que hemos experimentado a la entrada, en la capilla de Belén contemplaremos otro rostro del autor, esta vez como un espejo que proyecta un asombro nuevo. Negro sinestesico sobre espejo que se enmarca entre el pasado del edificio, el presente que nos mira y un futuro inexplicable. Un poco más allá, en el ábside de la capilla de Santa Fe, una figura de tamaño natural, DBS, de blanco-resina marmóreo, ilumina en el silencio de una luz que penetra en su garganta, la incomunicación del ser humano. Absorto, y apoyado en un mecanismo sutil, divisa en la pared mudéjar de la que fuera iglesia un horizonte de sensaciones difusas. Algunas pasarán a formar parte de la personalidad, otras se perderán en el espacio vacío.
Pero el discurso continúa y, sin pretenderlo, nos adentramos en dos 'performances' en las que la representación se convierte en el escenario de secuencias sombrías. Apropiándose de imágenes, pertenecientes a la película de Alain Resnais 'L´année derniére á Marienbad', el autor se introduce en un salón ajeno en el que una sucesión de rostros impasibles, bellos y elegantes, indiferentes en su gestualidad inerte, asisten al espectáculo real del invasor cosiéndose la boca. No es ficción, no hay trucos, es real, la incomunicación dolorida resulta así de cruel. Al final del proceso, que se relaciona con 'El Perro Andaluz', de Buñuel, surgirán los aplausos sin calor, manos de metal, atrapadas en una indiferencia de siglos. Las imágenes no son fáciles de soportar para un espectador sensible. Algunos, tal vez, rehúyan lo que se ve, lo que contrasta con la impasibilidad neutra de los espectadores imaginarios, ensimismados en su estilizada frialdad burguesa.
Al lado, en otro escenario, este en el Museo Lázaro Galdeano, el autor se pasea entre los objetos del museo. En la penumbra forzada del museo, el autor, con una luz proteica en la cabeza, recorre en círculos azarosos los objetos que allí se contienen. Es un recorrido desorientado con efectos fantasmales. Los objetos, se supone que bellos, se desvanecen en una oscuridad profunda, se despojan de toda identidad y significado. Solo permanecen, latentes, las vibraciones ondulantes de una ostentación antigua.
En la sala donde se muestran los retratos irreales de Flouquet verán una cabeza en distinto nivel del espacio expositivo con la misma dimensión desfigurada de las caras del autor belga. El ambiente contiene la deformación de un mundo en transformación. Antes o después, en un recorrido que el espectador debiera repetir para empaparse de la alucinación propuesta, se encontrará, entre encuadres similares a los de 'La Odisea del Espacio', un hombre que flota en el techo, en un vacío sospechado. El espacio real será descubierto cuando el espectador se aproxime, empujado por su curiosidad morbosa. Y cuando terminen el recorrido, si le queda algún resto de capacidad para la sorpresa, en un pasillo, antes inutilizado, descubrirá un espacio de luz que se derrumba mientras atrapa, en la pared opuesta, una nueva representación del autor.
He dejado para el final algunos datos de Bernardi Roig (Palma de Mallorca). Es el creador español actual de imágenes de mayor proyección internacional. Su obra entronca y se opone a la revolución de Miquel Barceló, y se alinea con las figuras monocromáticas de Juan Muñoz, por citar dos españoles. Ha expuesto en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, en el claustro de la Catedral de Burgos, en el IVAM de Valencia, en la Catedral de Canterbury, en el Kunstmuseum de Bonn, en el Centro Pompidou, y próximamente en la Phillips Collection, de Washington.
Y ahora usted, nativo o visitante, puede conocer una experiencia sensorial única en el 'Centro de Arte Moderno y Contemporáneo de Castilla-la Mancha', en Toledo.