Los conventos de Toledo están «entre mal y agónicos». No hay ninguno con buena salud. Así lo explica el investigador principal del Grupo de Investigadores del Proyecto Clausura de la UCLM, el catedrático de Historia Moderna de la Facultad de Humanidades de Toledo Francisco José Aranda. «Lo que es evidente es que atraviesan ya no solo una crisis 'demográfica', que se van vaciando de gente y van desapareciendo comunidades, sino que la crisis económica en estas instituciones ha sido especialmente cruel», apunta. De ahí la necesidad de búsqueda de viabilidad en la que la Universidad de Castilla-La Mancha va a seguir trabajando tres años más gracias a la asignación de 105.000 euros por parte de la Consejería de Cultura al programa Claustrat 2.
Buena noticia, por lo tanto, para los conventos toledanos. Continúa del proyecto 'Claustra Toletana (Claustrat) 2. El Patrimonio Material e Inmaterial de los Conventos de Toledo y su Diócesis: Análisis, Transferencia y Sostenibilidad'. El pasado 7 de febrero, la Consejería de Educación, Cultura y Deportes, aprobaba esta ayuda, cofinanciada por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional, en el marco del Programa Operativo Feder de Castilla-La Mancha 2021-2027, que busca la realización de proyectos de investigación científica y transferencia de tecnología.
De esta forma podrá continuar el trabajo del Grupo de Investigadores del Proyecto Clausura de la UCLM, tras la labor desarrollada entre 2020 y 2023 durante la anterior convocatoria. Aquella primera actuación, apunta Aranda, dio una visión de conjunto de los conventos de clausura de Toledo. No solo fue la historia, sino la arquitectura, urbanismo, muebles y la economía y supervivencia de las comunidades. También estudió los perfiles jurídicos para la protección y dinamización de esta vida religiosa «que sigue siendo muy importante».
Su trabajo comenzó en 2020. Aunque tras la pandemia el Grupo de Trabajo pudo prorrogar un año más la investigación, «no pudimos llegar a todo lo que pretendíamos», apunta Aranda. Además, se encontraron con una complejidad mucho mayor de lo previsto. De ahí que se haya visto la necesidad de proseguir.
Claustrat 2. En esta segunda fase de la investigación, el Grupo de Trabajo Claustrat se quiere centrar más en las comunidades y el contenido de los edificios. No va a abandonar arquitectura y urbanismo, apunta Aranda, el estudio del tejido urbano respecto a los conventos y la preservación de los edificios. Pero tras el trabajo realizado, quieren ahondar en las comunidades religiosas y los catálogos de los ajuares del universo conventual, no solo los objetos litúrgicos y artísticos, sino también los cotidianos.
Incluso se ponen sobre la mesa otras dimensiones conventuales, como el tratamiento del agua en las clausuras o la presencia de la naturaleza en los huertos de los conventos, los patios, la ecología y hasta los animales.
Si el primer Claustrat contó con 68 investigadores, ahora serán 77. El objetivo final tras todos estos estudios, marca Aranda, es dar soluciones para la supervivencia de las comunidades, adelantar posibles acciones, y completar los inventarios, «saber exactamente lo que hay y la situación en la que está».
El caso, reitera Aranda, es que todos los conventos están mal de salud, ninguno ha encontrado de momento una buena fórmula para su supervivencia. Incluso los que iban día a día, «la pandemia les ha dado la puntilla», al no poder seguir con actividades como guarderías o repostería, «las empresas normales lo han pasado como lo han pasado y muchas han cerrado, y ellas no han podido liquidar el negocio».