La exposición ‘El Griego de Toledo’ concentra en el Museo de Santa Cruz una explosión de color, un color que come al espectador, como explicaba su comisario, Fernando Marías, el mismo que afirmaba que hasta 1970 al Greco se le conocía en blanco y negro. La oxidación de los barnices, alguna intervención poco afortunada, y ante todo, el paso del tiempo y la acumulación de suciedad durante siglos, presentaban al cretense como un tenebrista de pincel oscuro.
Esta teoría fue desmontada a medida que restauradores como Rafael Alonso -ha restaurado más de 80 obras del Greco- fueron interviniendo sobre los lienzos del pintor de Creta, dando luz al color apagado y copiado. Esas copias sin color, grises, se encuentran hoy en uno de los denominados ‘Espacios Greco’.
La Capilla de San José de la calle Núñez de Arce presenta en sus dos retablos laterales, obras arquitectónicas del maestro griego, dos copias de los originales que hasta su restauración se conocían en ese blanco y negro que mencionaba Marías. Las copias de ‘San Martín y el pobre’ y ‘La Virgen con el Niño y Santa Martina y Santa Inés’ son precisamente copias de los originales oscuros que hoy recuperados pueden conocerse en el Museo de Santa Cruz, recién llegados de la National Gallery of Art de Washington, en concreto de la colección Widener.
El contraste entre el Greco en blanco y negro y el Greco de colores saturados y expresivos impacta en la misma Capilla de San José. Tan sólo basta con observar las copias y acto seguido dejarse llevar por el retablo central, donde ‘San José con el niño’ y ‘La coronación de la Virgen’ rompen con la oscuridad.