La movilización convocada por las principales organizaciones agrarias reunió a casi un centenar de manifestantes en el kilómetro 86 de la A-5, a la altura del término municipal de Otero. Los participantes hicieron su protesta a pie; los tractores permanecieron estacionados junto a un área de servicio o apostados en un puente que atravesaba la calzada. La circulación quedó interrumpida durante dos breves lapsos. Entre las 10.29 y las 10.46 horas, y entre las 11.05 y las 11.14 horas, los vehículos que circulaban por la carretera de Extremadura dirección Madrid tuvieron que detener la marcha por la presencia de manifestantes ataviados con chalecos reflectantes. La queja sobre el asfalto se extendió durante apenas 26 minutos, aunque el mensaje de reivindicación resonó un día más.
Atronaron las bocinas de los camiones y los cláxones de los coches. «Lo más bonito es el apoyo que estamos viviendo», detalla María Tapia, una de las profesionales del sector primario que se acercó hasta Otero para mostrar su apoyo a la revuelta del campo. Las muestras de adhesión no parecen menguar. Los pequeños atascos que provocaron los dos cortes de carretera dejaron aplausos, saludos y muy pocas caras contrariadas. Antes de la primera interrupción, se permitió el paso a una ambulancia de urgencias del Servicio Extremeño de Salud. «A ver dónde vais a ir a cargar cuando el campo muera», clamó un agricultor, minutos después, al paso de un camión. «Seguid ahí, valientes, que los autónomos seremos los siguientes», dijo a los manifestantes un cliente recién salido del restaurante asador Los Charros, improvisado punto de encuentro.
«Estamos súper alborotados, no tenemos seguridad de ningún tipo y el futuro que vemos es complicado», explica Tapia, una ganadera y agricultora toledana que lamenta «la tendencia que viene desde la normativa europea». La manifestante pide «sentido común» para mantener «explotaciones viables». El telón de fondo de las quejas apunta en una misma dirección: cómo mantener un modelo de vida amenazado por terceros países y con una regulación «excesiva».
Sobre la A-5, los manifestantes insistieron en la idea de que «el campo no se vende, el campo se defiende». Se leyeron algunos carteles y ondearon solo tres banderas, dos españolas y una enseña castellana. Una veintena larga de guardias civiles controló un acto autorizado. Los agentes requirieron la documentación a varios manifestantes. Además de afear la celosa actitud de la Benemérita, los agricultores incidieron en la importancia de la unidad de acción para futuras convocatorias.
CONSUMIDORES. David Bonilla es agricultor y ganadero. Tiene unas 1.800 ovejas de leche, y unas 150 hectáreas de secano y 60 de regadío de las que obtiene el pasto para sus animales. «Vivimos a trancas y barrancas», cuenta.
El incremento de los costes de producción asfixia a las explotaciones familiares. En el sector no atisban relevo generacional y critican una incertidumbre recurrente. «Esto afecta también a los consumidores: desde el que producto sale de origen hasta que llega aumenta en un 600% su precio», apunta Bonilla. Al final de la manifestación, Tapia reitera la importancia del vínculo afectivo con el cliente. «Con eso nos quedamos, con que los consumidores están con nosotros».