Se nota mucho que buena parte de los políticos gallegos no hablan gallego en casa, y que no lo aprendieron en la familia. Así, cuando se dirigen a la gente y se esfuerzan en emplear una lengua que no mamaron por aquello de la "normalización", les sale una cosa muy rara: palabras y expresiones sueltas en gallego dichas con una entonación fonética perfectamente castellana. Ni rastro de la música del idioma que pretenden remedar, ni rastro de su rico vocabulario. A tanto llega esa impostura, que sólo cuando se expresan en castellano les sale el acento gallego, y eso debe ser porque se les ha pegado lo que oyen a los paisanos que sí hablan, y se comunican, y piensan en gallego desde chicos.
De los resultados de las elecciones, poco que decir, pues han sido los mismos, voto arriba, voto abajo, que hace cuatro años. Salvo el mordisco que le ha pegado el BNG al PSOE, pero que incluso ya se lo pegó en los anteriores comicios, nada nuevo, a no ser que se repute como novedad el fiasco de Sumar, la desaparición de Podemos o la descubierta de Jácome extramuros de Ourense. Vox, ni cuenta, ni desaparece siquiera, pues nunca se escindió en Galicia de su matriz, el PP. Éste, por su parte, conserva lo que tenía, y ni la irrupción de Díaz Ayuso en la campaña en plena revisión política, moral y penal de los "protocolos de la vergüenza" que dejaron morir en Madrid durante la pandemia, sin atención hospitalaria, a miles de ancianos, le restó ni un sólo voto.
Llamativos, pues, no han sido los resultados electorales, pero sí, o cuando menos para el ferviente adorador de la lengua gallega que es uno, lo mal, lo pésimamente que habla gallego la mayoría de los políticos gallegos, incluidos los de ese Bloque que por su nacionalismo debiera preocuparse un poco, en la práctica y dando ejemplo, por la lengua del país. ¡Ay si Rosalía, Fole, Castelao, Dieste, Varela o Cunqueiro levantaran la cabeza! Mirar por la lengua de uno, y más si es tan bella, tan rica y tan eufónica como la gallega, no es imponerla en los impresos y trámites burocráticos, sino conocerla y emplearla con decoro, así en la comunicación con los demás como en la comunicación con uno mismo. Pero no la conocen y les sale ese raro acento.