Menús y raciones en el Polígono

A. de Mingo
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'Los manteles de Cotán' inicia en el barrio más poblado de Toledo un recorrido por los bares, restaurantes y negocios de alimentación situados en las zonas modernas de la ciudad • El Bar Paraíso (Río Cascajoso), hoy La Pumarada, es el más antiguo

El tejado del Restaurante La Pumarada aún mantiene el rótulo del Bar Paraíso. - Foto: Yolanda Lancha

Toledo no es solamente su casco histórico. La celebración de una Capitalidad Gastronómica no sería posible sin los miles de vecinos repartidos por la suerte de extenso archipiélago que conforma, de punta a punta, el término municipal de esta ciudad. El Polígono -Santa María de Benquerencia, denominación oficial que posee desde finales del año 1978 - es el más poblado de los nuevos barrios. Sus orígenes se remontan a 1971, con la instalación de un núcleo industrial y las residencias para sus trabajadores en terrenos que el Ministerio de Vivienda había adquirido para configurar uno de los tres polígonos de descongestión de Madrid (junto con el Torrehierro, en Talavera de la Reina, y otro en Alcázar de San Juan, cuyo desarrollo no fue el previsto inicialmente). Sus primitivos establecimientos, por lo tanto, fueron mucho más que simples barras de bar. Las necesidades del barrio eran muchas y los vecinos encontraron en espacios como el Bar Paraíso (Calle Río Cascajoso, casi esquina a Río Alberche, junto al primitivo centro social), el Piscis o el Paquito (Puentesecas), lugar de encuentro y vida en común. El fuerte carácter asociativo, principal seña de identidad de aquel polígono residencial, se gestó en buena medida entre boquerones rebozados y oreja a la plancha. «Lo habitual en aquellos tiempos era pedir raciones y raciones, y no solo cañas con un aperitivo», recuerdan algunos de los propietarios de estos primeros bares. El restaurante más antiguo del barrio fue el Bar Paraíso, denominación que todavía perdura, en un viejo rótulo, bajo la cumbrera de su tejado. El edificio, incluido el espacio que posee a sus espaldas, por donde pasaron salas como Edén o Mítico (que también conserva su cartel), mantiene el empaque de aquellos años a pesar de haber cambiado varias veces de nombre. Hoy es conocido como La Pumarada. El Bar Conde, de los propietarios de la primera tienda de comestibles del barrio, fue el más antiguo de todos, junto con el Paquito. Ambos echaron el cierre hace tiempo, aunque aún es posible encontrar este último entre los primeros bloques de viviendas, construidos hace ya casi medio siglo. Otros, como el Bar Quintas (Río Alberche, 70), que en 2016 cumple los cuarenta -cantidad nada despreciable en comparación con la mayoría de establecimientos de Toledo, incluido su casco histórico-, disfrutan de la tercera generación de parroquianos. Las Torres -instalado inicialmente entre las calles Río Alberche y Amarguillo- perdura desde 1982 a escasa distancia de su antecesor con el nombre de Torres II. Las nuevas fases y urbanizaciones, como Los Dúplex o Los Alcázares, fueron ofreciendo nuevos locales a los propietarios de bares, restaurantes y negocios de alimentación. El paseo peatonal Federico García Lorca ofrece, en la actualidad, la mayor concentración de cafeterías, cervecerías y terrazas del barrio, algunas de las cuales han cumplido ya muchos más años de lo que parece. Algo parecido podría decirse de los núcleos comerciales, como la «Zona Mimbre», el conjunto de bajos comerciales constituidos antes de llegar a las torres (y cuya trasera acabará configurando el Paseo García Lorca), o las Tiendas G (Río Alberche), que el año pasado cumplieron su primer cuarto de siglo y que en 1990 desplazaron el centro de gravedad del barrio más allá de la Calle Río Guadarrama, en dirección al conjunto de viviendas sociales conocidas por los vecinos como 'Las Malvinas'. Años después, llegarían el centro comercial Luz del Tajo (inaugurado en 2004 en la denominada 'Zona de contacto') y la dura competencia con los bazares orientales de nuestros días. Cuarenta y cinco años han dado para muchas raciones y menús. Desde comienzos de los setenta, han aparecido nuevas formas de gastronomía -hamburgueserías, pizzerías, restaurantes de otras nacionalidades- que no han conseguido arrinconar a incontestables clásicos, como la sepia a la plancha. El barrio cuenta, en uno de sus extremos, con una de las tres escuelas privadas de gastronomía de Toledo. En el otro, recientemente inaugurada, con la tienda de cervezas más completa de toda la ciudad. En el medio, más de veinte mil vecinos orgullosos de serlo. DIONISIO PANIAGUA. BAR-RESTAURANTE TORRES II (CALLE ALBERCHE). Los hermanos Anastasio y Dionisio Paniagua pusieron en marcha el Bar Restaurante Las Torres en 1974, entre la Calle Alberche y el número 6 de Amarguillo. Dioni, recién licenciado del servicio militar después de haber trabajado como camarero en el Restaurante Chirón y el Hostal del Cardenal, recuerda que la pequeña plancha instalada en el primitivo local se quedó pequeña en apenas dos semanas. Pronto siguieron a las raciones de sepia y de oreja a la plancha -la ración más valorada de este local- los primeros menús del día. «Todo empezó con un grupo de obreros, que nos pidieron preparar unos conejos para el día siguiente. Poco después, llegábamos a servir hasta doscientos menús al día, a cien pesetas, copa y café incluidos». Los propietarios de Las Torres -por los bloques de catorce pisos que a mediados de los setenta se construían enfrente- compraron entonces otro local en la Calle Alberche, «la 'Castellana' del Polígono». Fue el origen del Torres II, desde cuya barra nos atiende su propietario (su hermano Anastasio murió hace algún tiempo). «Los ochenta fueron buenos años -recuerda-. Los especialistas que construyeron las viviendas sociales, lo que conocemos como 'Las Malvinas', ganaban bastante dinero y comían aquí». El menú, en aquel entonces, costaba seiscientas pesetas. «Eran otros tiempos, pero también es verdad que hoy el cliente gana en variedad, porque empezamos ofreciendo menú único de primero y segundo, y ahora combinamos entre seis platos de cada». Habría espacio, incluso, para un Torres III, en la urbanización San Francisco, en Olías del Rey. «Me ha gustado muchísimo mi oficio. Desde que era joven lo he pasado muy bien llenando mi establecimiento, sirviendo a la gente aquí». Dioni Paniagua recuerda aquellos años en pasado. Ha llegado la hora de jubilarse y Torres II, el bar restaurante de la Calle Alberche, pondrá próximamente fin a una vida de trabajo. «Dejará de existir el modelo actual. Surgirá otra cosa, también relacionada con la hostelería. Pero todavía es pronto para decir nada». JOSÉ QUINTAS. BAR QUINTAS (CALLE ALBERCHE). Félix Quintas fue el creador del Bar Quintas, que abrió su cierre por primera vez en la Calle Alberche en septiembre de 1976. Sus dos hijos, José y Pedro, procedentes del Carpio de Tajo, heredaron después este local situado frente a la parroquia de San José Obrero, en pleno núcleo del primitivo Polígono residencial. «El barrio ha cambiado mucho desde entonces», asegura José, el mayor. «Esto nació de la nada, así que los servicios, incluida la conexión con el resto de Toledo, a través del autobús, tuvo que ir llegando poco a poco». Entre sus recuerdos de aquellos años está el Supermercado Spar, que después se denominó Lonvel (Longinos Velasco). También, el economato que Standard Eléctrica, la empresa que congregaba a los primeros trabajadores del barrio, instaló encima del bar y que desde entonces ha ido pasando por distintas manos, hasta haber quedado cerrado, en la actualidad. Los primeros bares eran pocos, entre los que había «una competencia muy sana»: el Conde, el Paraíso, el Paquito, Las Torres -«que abrió poco antes que nosotros»- y el Quintas, que cumple cuarenta años en 2016. «Empezamos ofreciendo la experiencia que ya teníamos como bar en El Carpio: hacíamos pinchos morunos, sardinas a la plancha, callos, oreja, mejillones... Y los boquerones rebozados de mi madre, que seguimos sirviendo mi hermano y yo con la misma receta, y que siempre han gustado mucho». Cuarenta años después, los propietarios del bar recuerdan especialmente a aquellos primeros clientes, pero también a sus descendientes, muchos de los cuales han mantenido la tradición de acudir al establecimiento. «Nos ha llegado a visitar ya la tercera generación», continúa José Quintas, quien también agradece que se mantenga la vecindad de la iglesia (su párroco, de hecho, entra en el bar a desayunar mientras tomamos la fotografía superior). «Hemos celebrado aquí muchas comuniones y bodas -en una de aquellas fiestas visitó el bar Quintas Juan Barranco, que fue alcalde de la ciudad de Madrid-, por no hablar de las fiestas parroquiales». Marcelino Camacho, en Las Torres. «La primera reunión que mantuvo la asociación de vecinos fuera de nuestras casas -aún estábamos en la clandestinidad- fue precisamente en un bar, en el Paquito, en la Calle Puentesecas». Ángel Dorado, concejal en el Ayuntamiento de Toledo entre 1979 y 1999, recuerda los primeros bares del Polígono como punto de encuentro entre los trabajadores. «Salvo uno de ellos -se ríe, tras la distancia de los muchos años transcurridos-, cuyo propietario decía que éramos todos unos comunistas...». De los personajes con los que recuerda haber compartido mesa en el Polígono, se queda con Marcelino Camacho, que acudió invitado por Comisiones Obreras y comió en el restaurante Las Torres. La Escuela Superior de Gastronomía. En el año 1999 comenzó su andadura, en la Calle Río Cabriel (prolongación de Valdemarías), la Escuela Superior de Gastronomía y Hostelería de Toledo, en la que actualmente reciben formación alrededor de cien alumnos. Sus más de 7.000 metros cuadrados albergan dos restaurantes, ocho cocinas y más de una veintena de aulas, entre otros espacios formativos y también abiertos al público. Su creación, financiada con fondos europeos, fue una reivindicación de la Asociación de Vecinos El Tajo durante los años noventa. En la actualidad, es uno de los tres centros privados de Toledo que ofrecen formación multidisciplinar a los profesionales del sector hostelero. LA PUBLICIDAD DEL BARRIO. Estas dos páginas pretenden ser un homenaje a los pequeños negocios de alimentación, cafeterías, bares y restaurantes que han sido creados en el Polígono desde su fundación. No están ni mucho menos todos los que ha habido; se trata, solamente, de una pequeña selección entre los anuncios publicados en el periódico Vecinos, editado por la Asociación de Vecinos El Tajo desde 1983. Si paseó por la superficie comercial Los Tres Delfines (Travesía del Alberche) o su padre le acompañaba a comprar pasteles a la Confitería Imperial (Río Cascajoso) a la salida del colegio -el vecino Jaime de Foxá, con 35 años de andadura, es el centro de enseñanza más antiguo del barrio-, seguro que recordará muchos de ellos. El primer negocio de alimentación fue el de la familia Conde Ruano. La tienda de comestibles más antigua del Polígono -según recogió la periodista Rosa Nogués en Vecinos en septiembre de 1996, veinticinco años después de la creación del barrio- estuvo instalada en la Calle Tiétar y perteneció a la familia Conde Ruano. El negocio abrió tras una etapa de venta ambulante y presiones por parte de la Comisaría de Abastecimientos (CABSA), que pretendía monopolizar las compras de los vecinos en el nuevo barrio. Una vez traspasado el negocio, la tienda cerró en 1990. Tampoco existe ya el Bar Conde, de referencia en el Polígono durante los años setenta. Los vecinos más antiguos recuerdan bien estos establecimientos y cómo se produjo la llegada de los primeros supermercados y galerías, pasando por la inauguración del centro comercial Luz del Tajo en 2004 y la competencia de los bazares chinos, en la actualidad. Nombres de aquellos lejanos años son Los Tres Delfines (Travesía del Alberche) -que abarcaba un amplio ramo, desde charcutería hasta productos de perfumería-, Autoservicio Celia o Lonvel. Productos Spar convivían en las repisas y mostradores con géneros a granel y frutos secos, como los de Serrano Balmaseda (Calle Guadarrama, junto al Colegio Gregorio Marañón). Marugal, Cándido Medina, Santiago, Jiménez o el Mesón Don Nuño, especializado en quesos y jamones, fueron algunas de las carnicerías en aquellos años. Este tipo de establecimientos, bien a pie de calle, bien integrados en galerías comerciales como las Tiendas G, han sido tan abundantes como concurridos. En la actualidad, perviven algunos con bastante solera, como las charcuterías El Tajo (Guadarrama) y Vianda (Alberche). De la fruta se encargaban Carrasco y Bolado, entre otros. En el ramo de pescaderías y congelados sería posible destacar a Luis e Isabel, Pepe, Mavi y El Ancla, que abastecieron las mesas del barrio de pescado fresco y marisco. Gaseosas y refrescos, los de Rody. Las churrerías, como las de Alberche y Bullaque, al igual que los asadores de pollo, eran -y siguen siéndolo- negocios más o menos efímeros. La Confitería Imperial (Río Cascajoso), que despachaba tartas y helados, pero también embutidos y frutos secos, endulzó la infancia de muchos vecinos. También la Cafetería Mari's, en la Calle Guadarrama. Hoy ha aumentado el número de pastelerías, e incluso se han renovado conceptos, como pone de manifiesto la «repostería creativa» de Candy Life (Calle Mimbre). La dulcería Pinocchio, posteriormente «croissantería», tenía «El paraíso del niño» como eslogan. Incluso existió una Tarta Express, abierta en 1997 junto al kiosco del Paseo García Lorca, que repartía pasteles a domicilio. No nos olvidamos del pan, surtido al principio por Vicente Conde -«el primer comerciante -recordaba Rosa Nogués- con el que contó el Polígono»: primero traído barra a barra desde su tahona de la Plaza de Valdecaleros, en el casco histórico, y después elaborado en el propio barrio. Más de cuarenta años de vida local en las barras de los bares. Los bares, cafeterías y restaurantes del Polígono han sido muy numerosos. A los anteriormente citados, desde el Bar Paraíso en adelante, podríamos sumar otros tan clásicos y contundentes en sus raciones como el Alboraya (Río Alberche), especializado en «callos matutinos», «callos a la suegra», «buñuelos al tigre» (para desayunar) y caracoles en salsa. Pronto harían compañía a los establecimientos situados en el primitivo núcleo, como el Piscis y el Paquito, nuevos negocios que se irían incorporando a las fases de expansión, como Los Dúplex (el conjunto de adosados con bajos comerciales de Alberche, en cuya trasera de configurará el Paseo Federico García Lorca) y Los Extremeños (Río Fresnedoso), que surtió a la urbanización 'Los Alcázares' de cochinillo, cabrito, venao y conejo al ajillo. Tras unos primeros años, no tardaría en multiplicarse la oferta de cervecerías y cafeterías, algunas de las cuales -Los Gemelos (Guadarrama), Zodiaco (Boladíez) o Avenida (Fresnedoso), entre otros- suman ya muchos más años de lo que parece. Sería posible contar muchas anécdotas sobre estos negocios, algunos de los cuales, como La Saga -tres pequeños establecimientos en el Polígono, más un cuarto en el barrio de Santa Bárbara-, han creado pequeñas dinastías. Fueron siete hermanos los responsables de la denominación del 7 Cañas, en la Plaza de Miguel Hernández. Hoy el toque exótico lo aportan restaurantes chinos (como el veterano Hong Kong, en Retamosillo) o la kebabería de García Lorca, aunque en su día hubo locales que evocaban lugares tan lejanos como el hawaiano Boravana (Río Guadiela). En más de cuarenta años, viejas bodegas como la del bar Ibor (Valdemarías), que abastecían a los vecinos de vino a granel, serían sustituidas por una amplia oferta de locales, incluida la tienda de cerveza más completa de todo Toledo (Monster Beer; en Alberche, a la altura del Parque de la Luz). Las clásicas raciones irían pronto dejando espacio sobre las pizarras y mostradores a nuevas ofertas para jóvenes. En 1985, por ejemplo, abrió sus puertas Burger Welty (Guadiela), una hamburguesería que ofrecía un «rincón de arte» para pequeñas exposiciones (fue inaugurada con obra de Luis Guerrero Montalbán, que fue miembro del Grupo Tolmo). Otro buen ejemplo sería Pizza Bom (Retamosillo), inaugurada a comienzos de la década de los noventa, un negocio que, veinticinco años después, continúa siendo digna competidora de franquicias como Telepizza (Guadarrama), aparte de la desaparecida Pizzas Alfil y de Pizzería Central Park (García Lorca). El Mítico (antiguo Edén, junto al Bar Paraíso) ofrecía ambiente de disco-pub con retransmisiones de fútbol en pantalla gigante. Otros establecimientos han tenido en el deporte uno de sus principales banderines de enganche, como El Látigo (Miguel Hernández) u Óliver (García Lorca), entre otros muchos. Capítulo aparte merecerían los restaurantes de la Calle Jarama y las pequeñas perpendiculares del Polígono Industrial, como Media Luna o El Chipirón. Dejamos aquí este pequeño testimonio a la espera de que algún día pueda recogerse en un estudio, con mucha mayor profundidad -a la altura de la evolución urbanística, las competiciones deportivas del barrio o sus conciertos de música, temas recogidos por el concejal Ángel Dorado en su libro Un revulsivo en la historia de Toledo: el Polígono industrial, 1958-1997 (Azacanes, 1999)-, una historia de estos establecimientos. De la «Zona Mimbre» a las Tiendas G. Hemos incluido dentro de este repaso una pequeña alusión a los espacios comerciales que existían en el barrio mucho antes de que Luz del Tajo hiciera su aparición, como la «Zona Mimbre» o las Tiendas G. En estos núcleos -a los que debemos sumar el Paseo García Lorca, con su gran concentración de cafeterías con terraza- había varios establecimientos relacionados con la alimentación, desde la Pescadería de las Mozas hasta la Cervecería O'Ku, pasando por las carnicerías M. García y Hermanos Arroyo, así como una breve etapa del restaurante Chirón. Durante los últimos veinticinco años, el gran edificio construido en Alberche, frente a las viviendas sociales denominadas 'Malvinas', ha contribuido a expander el núcleo comercial más allá del viejo Polígono.