Los objetos evocan recuerdos, retazos de vida, cuentan historias, vulgares o extraordinarias, emocionantes o sufridas. Un reloj antiguo y una pluma de escribir desvencijada pueden contar la historia desproporcionada de un hombre que sufrió y murió en un campo de concentración nazi, aunque a los gestores políticos del arte esos objetos les parezcan mudos. Un reloj y una pluma rota narran la historia desaforada de un hombre de Villaluenga de la Sagra (Toledo) que fue soldado en la guerra civil que entre 1936-39 libraron los españoles de entonces y que, aún parece, continúa. Combatió en el bando de la Republica, legitima y constitucional, pasó penando por diversos frentes y, en el momento trágico de la derrota final, entre la opción de ser capturado por los vencedores y, probablemente, fusilado o sumergirse en la larga cola de desarrapados, hambrientos, doloridos y perdedores, camino de un exilio a Francia, elegía esta última. Allí, en un enero despiadado, se encontró encerrado en un campo de concentración sin otro alimento que el aire del mar y sin más cobijo que la tierra húmeda de las playas abandonadas y abandonado a un destino feroz.
Muchos de los soldados que lucharon por la Republica fueron entregados a los nazis, cuando en 1940 invadieron Francia. Nuestro paisano terminaría muriendo en un campo de concentración, denominado Porta Westfalica. Se llamaba Arturo Casarrubios y todo lo que queda de su existencia es un reloj y una pluma inservible. Dos objetos que cuentan la historia de un hombre corriente, viviendo en un tiempo extraordinario. Ambos objetos han sido rechazados por la Consejería de Educación y Cultura de Castilla la Mancha. No hay espacio para ellos. No hay espacio para el recuerdo triste de un derrotado, es preferible la mezquindad del presente. El reloj y la pluma que contaban esta historia serán devueltos a Alemania. Una nueva derrota, la más trágica e irracional. La historia la contaba J. Monroy en el diario La Tribuna el martes, 16 de enero, de 2024. Y la historia se desprende el desprecio infame que una institución de la democracia, la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha, ha expresado hacia un ciudadano de estas tierras, que luchó en el bando perdedor y murió en un campo de concentración nazi en Alemania. Patria, madrastra.