Amante de los animales y veterinario de (primera) profesión, el escritor Gonzalo Giner (Madrid, 1962), dictará el próximo jueves, en la sala capitular del Ayuntamiento, la ponencia Toledo 1212. Los ejércitos de Las Navas, una charla enmarcada en la segunda edición del ciclo Toledo. Luz de Europa, y que ahondará en el papel que la ciudad desempeñó en la batalla que decantó la Reconquista y cambió el rumbo político de la Europa medieval.
Viene a Toledo para participar en las conferencias de novela histórica. ¿Qué va a contar?
Voy a contar qué sucedió en Toledo en 1212, el famoso año que desembocó en la batalla de Las Navas de Tolosa. En Toledo se reunieron los ejércitos de los distintos reinos cristianos. Quiero explicar por qué vinieron los grandes protagonistas de aquella historia, que fueron dos o tres reyes, el papa y el arzobispo de Toledo, y qué razones tuvieron en los años anteriores para llegar hasta ese momento. En la segunda parte de la charla hablaré de intendencia, datos, y aspectos económicos como cuánto supuso en cuanto a comida, caballos o salarios de soldados y caballeros. Son temas algo más curiosos y que van más allá de lo que siempre hemos sabido. Además, nos permite ver cómo se organiza un evento tan brutal como fue aquel.
En 2012 se celebró el octavo centenario de la batalla de Las Navas de Tolosa y la efemérides pasó sin pena ni gloria.
No lo he entendido nunca. De todas las batallas medievales que hubo en Europa desde el siglo XII hasta el XIV, ninguna alcanzó las dimensiones, la importancia y la trascendencia de esta. Llevándolo al extremo, hay que pensar que, gracias a la batalla de Las Navas de Tolosa, España no está dentro de la esfera del mundo del islam como ha sucedido con el resto de países que en su momento fueron conquistados. Creo que es la única excepción o una de las pocas excepciones. Y eso se debió gracias a etsa batalla. No comprendo por qué no se le ha dado la importancia que realmente tiene cuando fue una de las grandes del Medievo.
Ejerce aún como veterinario.
Sigo trabajando desde mi función veterinaria, que se dedica sobre todo al tema de alimentación animal. Es mi primera vocación y espero durar muchos años porque me encanta mi trabajo.
Le pongo en un compromiso si le pido que me cite algunos animales importantes a lo largo de la historia.
La mayor parte de ellos tienden a ser caballos. Ha sido la especie más versátil para el hombre, el animal capaz de transportarnos, de ir a la guerra con nosotros, de ejercer como arma de guerra. También era el modo de pago que utilizaba la nobleza con el rey para luego disponer de botines de guerra. Ha habido muchos caballos que han tenido un nombre propio. Se me ocurre el nombre de Bucéfalo, que fue el caballo de Alejandro Magno. Si vamos a tierras castellanas, tenemos a Rocinante, que era un caballo de no demasiada calidad, pero que ha sido un animal conocido en toda la historia universal. Hay muchos más: también Palomo, que era el caballo de Simón Bolívar. Y otro que he sacado hace poco tiempo y que se llama Shujae. Era la yegua de Saladino y también tuvo una relación muy especial con su dueño. Marengo, el caballo de Napoleón, tuvo una historia tremenda. Quedó malherido en la batalla de Waterloo y un comandante inglés lo llevó a Inglaterra: allí lo curaron y ahora forma parte de uno de los museos militares más importantes de Londres [se refiere al Museo Nacional de la Armada de Sandhurst].
En La sombra de los sueños reconstruye la gesta de Saladino.
Hago un viaje al pasado, al siglo XII, para conocer quién era este hombre que tuvo una enorme influencia en la sociedad de finales del siglo XII y primeros del XIII. Antes de la batalla de las Navas de Tolosa se alude a él: en 1211 hay una mención de Saladino hecha por an-Násir, el califa almohade que atraviesa el estrecho [de Gibraltar] con su gran ejército, llega hasta Sevilla y desencadena la lucha contra él. En aquel 1211 mandó cartas, entre otros, al rey Pedro II de Aragón amenazándole con reconquistar toda la península, todo lo que en su momento había sido al-Ándalus, y diciendo, incluso, que iba a llegar hasta Roma para que se recordasen sus hazañas y gestas. En la propia carta de amenaza, an-Násir habla de Saladino. No había pasado mucho tiempo desde 1187, cuando la cristiandad perdió Jerusalén a manos de Saladino. Hablamos de 1212, son muy pocos años de diferencia. El efecto de esa pérdida permanecía vivo en la mente de los grandes reyes cristianos y también en la del papa Inocencio III, quien demandaba éxito en las cruzadas, no solo en las de Tierra Santa, también en las de España.
Exalta a una gran figura del mundo islámico. ¿Qué imagen de aquella comunidad se tenía en Occidente?
La visión que existía sobre el mundo islámico estaba muy relacionada con la importancia que tenía la religión entonces y que lo movía todo. Los reyes, en este caso Pedro II de Aragón y Alfonso VIII de Castilla, fueron los dos que realmente movilizaron tropas y se empeñaron en acudir juntos hacia la batalla. Pedro II fue coronado rey en Roma e hizo a Aragón y a su persona vasallos de la Iglesia: se encargaría de defender la fe verdadera y de luchar contra el hereje. Alfonso VIII de Castilla también tenía un ánimo no solamente territorial, sino de intentar reconquistar aquellas tierras que estaban rezando a Alá cuando antes habían rezado a Dios.
La propia convocatoria de cruzada, que así lo fue según Inocencio III, tuvo las mismas ventajas desde el punto de vista religioso que se les concedían a las tropas que iban a Jerusalén o a Tierra Santam en el sentido de que les quedaban perdonados los pecados, disfrutarían de indulgencia plenaria e irían al cielo si morían. Todo tiene que ver con que los otros eran los herejes y había que echarlos de este territorio.
Pero la novela que más tiene que ver con el periodo que voy a tratar [en la conferencia de Toledo] es El sanador de caballos, mi obra con más recorrido y que finaliza en la batalla de las Navas de Tolosa. De alguna manera, recoge esos meses previos de convocatoria de tropas y la posterior batalla, aunque en la charla me centraré en la parte logística y en por qué llegaron hasta Toledo.
La bruma verde recorre el corazón de África.
Es una historia que, evidentemente, tiene que ver con lo que está pasando en África y en esos escenarios naturales salvajes que, poco a poco, se van deteriorando. La novela aporta la visión de los propios congoleños a través de una historia de aventuras, de acción trepidante. Y se pregunta por cómo pueden entender ellos la desaparición de su medio natural. Tienen mucho que ver los chimpancés: hay un centro de acogida en la República Democrática del Congo para crías y huérfanos de chimpancés. A través de ese centro pivotan la mayor parte de las tramas. Es una historia de aventuras, de amor, y de una joven, Bineka, que es una africana que ha enamorado a todos los lectores.
Con Pacto de lealtad se adentró en la Guerra Civil española. Es un tema en el que se han sumergido muchos escritores.
Como aspecto curioso, la parte documental de la novela tiene que ver con Toledo. El texto surge a partir de un compañero veterinario que tenía relación con alguien que contó una historia sucedida en plena Guerra Civil y que estaba relacionada con Burgos. En 1937, Burgos albergaba la capitanía militar del bando de Franco. Había un coronel del bando nacional herido al que curaron en un hospital. Cuando se recuperó, alguien le pidió un favor. Tenía conocimientos profundos de alemán profundos y le dijeron que los nazis, que tenían la base fundamental de la Legión Cóndor en Burgos, querían hablar con alguien porque buscaban en Burgos y las Encartaciones [zona occidental de la provincia de Vizcaya] a unos perros muy determinados. A este coronel le encomendaron la tarea de que se pusiera en contacto con ellos y facilitara la búsqueda de esos perros. Y esa idea fue el arranque de la novela: durante aquel 1937, los aviones venían desde Alemania llenos de bombas y se volvían llenos de perros. Aquello me inspiró el intento de entender por qué querían esos perros y cuál fue el papel que estos animales desempeñaron durante nuestra guerra.
A mí la Guerra Civil por sí misma no me interesaba demasiado porque ya está contada por activa y por pasiva. Sí que me interesaba como escenario, como un trozo en el que suceden estos eventos. Hay personajes que viven la guerra como entiendo que la afrontaríamos la mayor parte de los españoles, sin saber muy bien qué va a pasar, ni cuánto va a durar o cómo va a terminar. Además, es poco probable el estar completamente identificado con ninguno de los dos bandos mientras se sufren las consecuencias. Y ese es el motivo que tienen los personajes principales para que nos escriban qué y cómo ven lo que está sucediendo.
Proclama su amor por los animales. ¿Hasta dónde debe llegar su protección?
Soy veterinario de toda la vida, llevo 37 años trabajando en esto y espero que me queden unos cuantos más. Contemplo el mundo animal desde un conocimiento profundo y una cercanía absoluta. Hay animales que sirven para muchas cosas y que tienen funciones de trabajo. No hay que rasgarse las vestiduras ni humanizarlos: a mí eso me parece un error, pero hay una tendencia actual, sobre todo muy urbana, que aspira a conseguir que el animal tenga más derechos que los humanos. Es algo que no entiendo como lógico.
No creo que haya alguien que ame a los animales y sea más apasionado de lo que soy yo. Sin embargo, entiendo que hay animales que cumplen tareas maravillosas. Hablamos, por ejemplo, de perros que ejercen de pastores, protegen los rebaños y pelean con los lobos si hace falta. Y hay animales que también se dedican a otras funciones: incluso la del toreo que, aunque a mí personalmente no me guste demasiado, también respeto esa utilidad. Si no existieran los toros, el toro bravo como especie no existiría tampoco.
¿Hay algún matiz que disocie entre animales y mascotas?
Hay diferencias. Para comenzar, el lugar donde vive: la mascota es urbana y hogareña. Aquí se produce una relación muy estrecha y directa con esos animales que viven y conviven en casa y que, para bien y para mal, forman parte de la propia familia. Me parece perfecto y no tengo nada que decir. Pero, claro, también hay animales que viven en condiciones salvajes y que se deben respetar. Algunas de mis novelas trataron del intento de salvaguarda y conservación de especies, como los chimpancés en plena selva o muchísimas especies animales que viven en libertad. También hay otros que están adecuados y proveen al hombre de un montón de cosas al hombre y con los que, además, nos damos y nos concedemos un beneficio mutuo. Trabajo con vacas de leche, fundamentalmente, con terneros. A las vacas de leche les procuramos un ambiente y un entorno de calidad de vida que, si no, no la tendrían. Y las vacas, a cambio, nos dan terneros, leche y también una relación maravillosa. Porque yo también tengo a bien intentar entender el comportamiento de los animales, que es una de las facetas que más me gusta en mi trabajo: intentar entender el comportamiento y qué nos están transmitiendo, cómo se comunican con nosotros. Esos animales, que no son mascotas porque no viven con nosotros dentro de casa, también tienen sus capacidades de comunicación.
Le apasionan los caballos. ¿Cuándo fueron más importantes para el hombre, cuando se usaron para la labor del campo o al integrarse en los ejércitos?
El caballo que ha tenido mayor peso histórico ha estado siempre relacionado con la guerra. Y en la charla, daré algunos datos. Los caballos de guerra, entre los siglos X y XIII, eran unos animales valiosísimos, carísimos. No todo el mundo podía tener un caballo de guerra. Había equinos, mulos, burros y los que llamaban rucios, que eran caballos de muy mala calidad. Pero un buen caballo de guerra era enormemente caro. Le daban un valor de entre mil a tres mil sueldos: si hacemos una correlación de lo que era un sueldo a lo que podría significar ahora, un sueldo equivaldría a unos cinco euros. Por tanto, un caballo de guerra en aquella época valía de 5.000 a 15.000 euros actuales.
No todas las personas podían tener caballos, eran especialmente caros. Pero, a cambio, las grandes casas nobiliarias que disponían de caballeros y caballos se los ofrecían al rey cuando eran convocados a una batalla. Las huestes eran una convocatoria que suponía un enorme poderío económico; constaban no solamente del caballo, sino del caballero con todas sus armas y vestimentas, además de otros muchos costes que venían asociados al propio caballo, como eran los herrajes o las sangrías que se le hacían antes de ir a la guerra. Estos gastos podían duplicar el precio de un caballo. Por tanto, tener caballeros daba la oportunidad de ganar las guerras y el caballo era la pieza básica. Sin caballos, no había guerras: era la gran arma y la gran diferencia entre los nobles y la clase menos pudiente, la de los peones, quienes iban a pie y eran la mayoría.
El ideal de la belleza por el contacto con la naturaleza no se traduce en más población en los pueblos. ¿Hay una suerte de autoengaño?
Trabajo en el campo y observo la realidad y la injusticia tremenda que existe entre el espacio urbano y el rural. El mundo urbano parece que es defensor del animal, pero realmente es animalista; es decir, lleva esa defensa animal hasta unos principios ideológicos extremistas. Sin embargo, los que realmente son defensores del mundo animal, porque se molestan en tenerlos, cuidarlos, alimentarlos y hacer que tengan una vida digna, buena y correcta, son quienes están en ese mundo rural que es el que después se desprecia. Es que incluso, cuando estos urbanitas van a los pueblos se molestan de que huela mal, cante el gallo por la mañana o haya un resto de basura orgánica en la calle porque ha pasado una vaca por ahí. Me parece una incongruencia y un despropósito absurdo: el animalismo real se vive en los pueblos, no en la ciudad. Donde hay más respeto al mundo animal, y no de boquilla, es en el pueblo.