Han vuelto. Memoria. Somos lo que dejamos. El recuerdo. El resto no existe.
Lo cuenta el Salish Current, noticiario independiente de los condados de Whatcom, San Juan y Skagit, del estado de Washington: han vuelto las orcas a Penn Cove, 53 años después. Penn Cove es un fondeadero, una lengua de agua en el dédalo de islas e istmos donde Vancouver rompe la línea de la frontera de Estados Unidos con Canadá. Al otro lado de Penn Cove, separado por un bosque espeso de poco más de una milla, el Pacífico y el estrecho de Juan de Fuca, descubierto y explorado por el mismo Juan de Fuca –o Juan el Griego– en los últimos años del XVI para el Virrey de Nueva España, Luis de Velasco y Castilla, subiendo el Mar del Sur, buscando el estrecho de Anián, el paso del noroeste. Juan de Fuca fue despreciado y ninguneado por España; valorado por los ingleses; y reconocido y honrado en la cartografía, siglo y medio después ya en el XVIII, por la Academia de Pedro I de San Petersburgo, poco antes de lo de Nutca. Pero esa es otra historia.
Decía que las orcas han vuelto. Más de medio siglo después. Están monitorizadas las tres únicas familias de orcas residentes del sur, denominadas respectivamente J, K y L. Aproximadamente 75 individuos, que viven allí, en la costa, y que a diferencia de otras orcas viven en su comunidad cerrada, alimentándose de salmones. El 3 y 4 de noviembre la familia L entró hasta Penn Cove y Coupeville, el pueblo donde en 1971 y 1972 se las tendió una emboscada para robar todas las crías posibles. Se las encerró en redes y se capturaron once. Cinco ballenas adultas murieron. Luego, los ballenatos, fueron repartidos por acuarios y atracciones de medio mundo, esos pudrideros donde se las enseña a saltar y hacer cabriolas mientras la gente aplaude, y las orcas poco a poco se van volviendo locas muriéndose de pena, encerradas, separadas para siempre de su familia y su océano.
Las orcas no habían vuelto. Pero esta vez la hembra L25 "Ocean Sun" (OW-shn Sun, en idioma nativo de la nación Lummi), de 96 años de edad, la única orca que queda con vida desde los tiempos de las capturas, condujo al grupo hasta el lugar donde se colocaron las redes, donde se amarraron las crías con sogas a los costados de los barcos, al embarcadero desde donde se las llevaron, a los lugares donde se alojaban los captores... Las ballenas, recoge Bonnie Swift para el Salish Current de testigos y científicos, no entraron a cazar, ni a descansar. Recorrían los escenarios de lo ocurrido más de medio siglo atrás. L25 las guiaba. Puede que los quisiera mostrar dónde ocurrió lo que destrozó y marcó a su familia. Sólo queda ella, es anciana... ¿Curar la herida? ¿Qué no se olvide donde fueron traicionadas y masacradas? Las orcas observaban y recorrían detenidamente los puntos exactos donde todo ocurrió. La gente sabía qué y por qué lo estaban haciendo.
Se fueron. La gente se pregunta si volverán. Hace conjeturas: quizá si quitan las presas que estrangulan el río Lower Snake vuelvan los salmones, y las orcas lo interpreten como un gesto de disculpa. De respeto. De futuro. En el idioma de la nación Lummi, el nombre para las orcas, las ballenas asesinas de nuestra literatura, es Sk'aliCh'elh-tenaut: nuestra gente que vive bajo el mar.
Sí. Han vuelto las orcas a Penn Cove. Memoria. Somos lo que dejamos. El recuerdo. El resto no existe.