Tras leer detenidamente la copia del discurso del Rey Felipe VI, y sopesar el contenido, cargado de mensajes para muchos y con suficiente carga conceptual como para que, a todos, se nos pusieran las orejas tiesos, llegó a una triste y preocupante conclusión. A la par ambas sensaciones que pasó a explicar.
Triste porque el Jefe del Estado se está encontrando en una situación muy delicada para el Estado. En riesgo está el bienestar, la igualdad territorial, la separación de poderes, la paz no sólo la social. El endurecimiento de su discurso, según van pasando los años es símbolo de la triste escena que nos está tocando representar en una sociedad española cada vez más polarizada.
Lo preocupante de las palabras del Rey es que, no sólo estamos cada vez más encabronados, sino que hay un grupo minoritario que tiene cogido al Estado español de sus partes pudendas y está apretando tanto que, al final, de la polaridad nace el cainismo.
Ya son varias ocasiones en las que se ha puesto en duda que el papel de la Constitución lo están echando por tierra los analfabetos que ha criado la democracia española. Un grupúsculo revanchista que nos está empujando a límites que nadie podía imaginar en los 90.
Somos muchos los que nos negamos, y nos negaremos a cambiar la Constitución del 78. Somos muchos los que nos negamos, y nos negaremos a cambiar el sistema de nuestro Estado. Somos muchos los que nos negamos, y nos negaremos a admitir las burradas de Esquerra, Junts, Compromís, Sumar, Podemos, Bildu y demás ralea.
Felipe VI no será el último rey de España, nos negamos y nos negarnos muchos, porque la realidad, y la historia, no la escriben los hipócritas, ni los traidores, ni tampoco sus cómplices y compañeros necesarios.
No encuentro mejor forma de despedir el año 2023 que afirmar mi compromiso personal, y el de muchos que también lo saben y lo comparten, que las bravuconadas de unos pocos nunca deberían salir gratis, y tendrían que tener consecuencias penales graves por atentar contra la Jefatura del Estado.
La historia la escriben, como se ha hecho durante siglos, en este glorioso país, con valor, con decisión y con firmeza, para decir cuando y donde sea necesario: ¿y si no?