Casi una hora desgranando datos económicos positivos avalados tanto por institutos nacionales como por observadores internacionales y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no tuvo que responder a una sola pregunta sobre materias económicas durante la conferencia de prensa de balance de fin de año, más o menos como en las sesiones de control al Ejecutivo a las que el ministro de Economía, Carlos Cuerpo asiste como oyente porque a la oposición, lógicamente, no le interesa entrar en un ámbito en el que le pueden hacer menos daño que apuntando a los problemas judiciales que afectan a su entorno político y familiar.
Que la previsión de Pedro Sánchez sea dejar el déficit público en el 1,8% del PIB al término de la legislatura, o que España haya creado más empleo que Alemania y Francia juntas parecen asuntos de tono menor, porque al fin y al cabo lo menos que se puede pedir a un gobierno es que la economía vaya bien y que consiga que las cifras macroeconómicas se proyecten en la microeconomía y disminuyan las desigualdades. El INE ha venido a apoyar las previsiones y el optimismo de Sánchez porque el consumo interno y las exportaciones sujetan la economía. Sin "autocomplacencia" Sánchez reconoció el reto que supone afrontar dos de los más graves problemas socioeconómicos, el paro juvenil y el acceso a la vivienda. Nuevamente buenas palabras para dirigir la acción política hacia su solución.
Inasequible al desaliento, Pedro Sánchez pone el horizonte para el término de su gestión en 2017 y más allá. Es su obligación, como hace cualquier mandatario, y además se siente satisfecho de su desempeño. Por ejemplo, al haber rebajado la tensión territorial por haber fortalecido "la convivencia y la cohesión" mediante la firma de un millar de convenios con las comunidades autónomas y el descenso drástico de los conflictos que han acabado en el Tribunal Constitucional. O el hecho de que se hayan pacificado las relaciones con Cataluña hasta el punto de que ya no hay ningún actor político fuera del marco constitucional, como demuestran los acuerdos entre el PP y Junts en política económica y fiscal. Sánchez que mantiene su compromiso de entrevistarse personalmente con Carles Puigdemont -también con Oriol Junqueras- se reserva el manejo de los tiempos de la cita en relación con la negociación de los Presupuestos Generales del Estado o la aplicación de la amnistía al líder de Junts.
Más comedido en esta ocasión -tanto que solo tuvo elogios para "la mayoría"- Sánchez se ahorró las referencias prevaricadoras a los jueces que instruyen los casos en los que se ve investigada su esposa –"el tiempo pondrá las cosas en su sitio"-, o el fiscal general del Estado, al que reiteró su respaldo total tras la supuesta filtración de secretos sobre el novio presunto defraudador de la presidenta madrileña.
Con ironía, Sánchez espera que el deshielo de relaciones entre el PP y Junts le alcance también a él, pero resulta difícil conseguirlo, a pesar de la anomalía democrática que supone, cuando en la actitud del PP solo ve "zancadillas y deslealtades" para ganar fuera del Parlamento lo que no lograron en las urnas y le reproche que carezca de un proyecto político ilusionante. El presidente del Gobierno se ha comprometido a seguir sudando la camiseta para sacar adelante más leyes, y sin duda lo va a tener que hacer porque la mayoría de la investidura hace aguas.