Jerez enloquece con José Tomás

AGENCIAS
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El diestro madrileño consigue un rotundo éxito en su regreso a los ruedos españoles después de más de dos años de ausencia

Con el interés por las nubes, los hoteles y restaurantes llenos, aficionados llegados de Francia, México, China y Australia, y la reventa haciendo su agosto con entradas por encima de los 1.000 euros, apareció ayer de verde oliva y oro José Tomás en la puerta de cuadrillas de la plaza de toros de Jerez, una de las más antiguas y señeras de Andalucía, que cuenta con unas 9.500 localidades que volaron apenas 24 horas después de ponerse a la venta. Y rompiendo ese refrán taurino que marca que «tarde de expectación, tarde de decepción», el madrileño llegó, vio y venció en el regreso soñado a España, donde no toreaba desde hacía dos años.

Desde el recibo a Lanudo, el colorado de Núñez del Cuvillo que salió en segundo lugar, tras una primera faena de Juan José Padilla marcada por una fea voltereta sin consecuencias, José Tomás demostró que el fracaso en México el pasado mes de enero fue, simplemente, un mal día. Por chicuelina y, sobre todo, por ajustadas gaoneras el de Galapagar enloqueció al coso jerezano.

Brindó la faena al público, y no a Don Juan Carlos, presente en una barrera junto a su hija la Infanta Elena, como manda la tradición. Tampoco lo hizo en su día en Madrid cuando el ahora Rey emérito ocupaba la Jefatura de Estado. Convicciones, dijo entonces. A la gente le dio igual y el murmullo de expectación siguió creciendo cuando el madrileño se colocó en el centro del ruedo, quieto, hierático, para esperar al astado e iniciar la faena por estatuarios.

Sin embargo, fue por naturales cuando aquello comenzó a tomar tintes de histórico. Lanudo no se cansaba de acudir codicioso a la muleta de José Tomás, que cuajó sendas tandas por el izquierdo de mucho valor. Desmayado en su toreo, desgranó muletazos a cámara lenta, mientras la plaza se volvía aún más loca. Faltaba la rúbrica y fue por arriba, en todo lo alto. Estoconazo, dos orejas y rabo, y vuelta ruedo como premio al extraordinario toro de Nuñez del Cuvillo.

Ante el segundo de su lote, más bronco, el de Galpagar volvió a demostrar que sigue a ese nivel que le convirtió en mito. A base de consentirle, en terrenos que solo pisa el madrileño, el astado acabó por embestir, permitiendo a José Tomás cortar un trofeo más.

Tres puertas grandes. Complicada papeleta para los otros dos diestros acartelados, eclipsados por el milagro del madrileño. Sin embargo, José María Manzanares y Padilla respondieron al desafío. Cada uno con sus armas. El jerezano, por ejemplo, tiró de alegría y populismo para arrancar dos orejas al cuarto. Por su parte, el alicantino cuajó una faena ante el tercero basada en el temple y en esa estética tan propia, tan única que atesora. Dos orejas también y Puerta Grande para los tres en un día histórico.