Tendría que haber sido un día de celebración, de fiesta, porque se conmemoraba la aprobación de una Constitución que dio los mejores años de la historia de España; pero fue un día de confrontación y de dardos envenenados contra el adversario.
Francine Armengol, que aún no ha dado una sola pista que justifique su nombramiento para presidir el Congreso en momentos difíciles, de nuevo ha pronunciado un discurso que parecía redactado en el gabinete de Moncloa, con su alegato por la España plurinacional y que, como virtud destacada de la Constitución, mencionó que abría el camino para que los ciudadanos pudieran decidir. No pronunció la palabra referéndum, pero como si la hubiera pronunciado.
Sánchez, que en los últimos días no tiene buena cara, sigue con su monotema, la renovación del CGPJ, asunto importante que está bloqueado porque el PP se niega a proceder mientras no se cambie la fórmula de elección de vocales. Podría decir lo mismo el PP, que el PSOE se niega a ceder porque no quiere cambiar la fórmula para que los jueces designen a los vocales, como ocurre en casi toda Europa. Feijóo afirma que lo que busca Sánchez es controlar el Poder Judicial. Tiran los dos con bala, incluso los días de celebración.
Yolanda Díaz, con razones sobradas para sentirse mal aunque al contrario de Sánchez presenta buena cara, acusaba a Podemos de equivocarse de adversario. No tiene buen ojo político: hacía semana que varios analistas, sin tener un solo dato, solo contemplando la situación, auguraban la ruptura de Podemos con Sumar. Mal asunto para la vicepresidenta gallega, que pierde peso a chorros desde que el 23-J no tuvo el resultado esperado, y ahora ve cómo disminuye su grupo parlamentario.
El aniversario de la Constitución, 45 años ya, siempre se ha celebrado como una oportunidad de reencuentro entre aquellos que la redactaron e impulsaron con las nuevas generaciones de políticos que la disfrutan. El Congreso era un lugar de abrazos, de compartir recuerdos, y ponerse al tanto de cómo es la vida de quienes durante mucho tiempo compartieron pasillos y hemiciclo en los mismos o distintos partidos; no importaba, todos formaban parte del mismo proyecto. Hoy, ese espíritu ha desaparecido. La nueva hornada de políticos pronuncia la palabra Constitución con escaso respeto y desde el propio gobierno se ampara a quienes quieren abolirla.
Pedro Sánchez quiso dar un titular: antes de fin de año se reunirá con Feijóo para intentar llegar a acuerdos sobre la renovación del CGPJ, la financiación autonómica y eliminar del texto constitucional el concepto "disminuido" para sustituirlo por uno más apropiado con el que definir a quien sufre algún tipo de discapacidad. El problema es que las declaraciones de Pedro Sánchez son lo que son: anuncios con fecha de caducidad, porque el presidente cambia de idea según le convenga.
Ojalá nos equivoquemos esta vez y nos traguemos la frase que tanto se escucha en los últimos tiempos: esto no hay quien lo arregle.