La idea de un auditorio en la zona del Valle es algo que ya se ha planteado en Toledo. El alcalde Carlos Velázquez lanzaba ayer el reto a los estudiantes de la Escuela de Arquitectura para un concurso de ideas, y la hemeroteca puede servirles para no repetir errores.
A comienzos de los años 90 en la ciudad se promovió un proyecto de similares características, que nació con mal pie y que nunca llegó a desarrollarse. Se trataba del 'Luz y Sonido', una propuesta de auditorio que un grupo de empresarios, liderados por el hostelero Enrique Salamanca, trató de construir en la conocida como Vereda del Barco, una hondonada del Valle situada entre la Piedra del Rey Moro y el Parador.
La primera puesta en escena del proyecto terminó en catástrofe. Fue un 16 de mayo de 1991. La empresa 'Luz y Sonido SA' organizó a bombo y platillo el primer ensayo del futuro espectáculo, que terminó con numerosos incendios en el Valle.
El montaje del escenario no fue quizás todo lo eficiente que debiera, lo que sumado a la presencia de cañones de luz láser (solo funcionó uno de los cuatro programados), fuegos artificiales y bengalas, propició la propagación de hasta diez focos de fuego.
Las sirenas de los bomberos inundaron el Valle mientras se proyectaban en una gran pantalla diapositivas de Toledo (alguna se coló de Granada) intercalando música y sonido. El evento impresionó, eso seguro; aunque con resultados muy distintos según se preguntara.
A pesar de esta puesta en escena el proyecto 'Luz y Sonido' continuó adelante, y el 28 de septiembre de 1993 se le presentó al entonces alcalde de la ciudad, Joaquín Sánchez Garrido. La idea era más ambiciosa, y se planteaba un enorme auditorio cubierto de 7.674 metros cuadrados, con cafetería, restaurante, salas de prensa, de conferencias y de exposiciones, zonas de servicio y administración, y un aparcamiento para un centenar de turismos y otro para unos 20 autocares.
Del prediseño del espectáculo se anunció que se encargaría la empresa holandesa Philips, pero se encontraron con el escollo de que el suelo donde pretendían construir era privado y que se quería contar con el respaldo del Ayuntamiento.
Este apoyo nunca llegó, y la historia entró en un bucle, toda vez que los empresarios no se lanzaban a hacerlo sin el Consistorio, y desde allí no movían pieza alegando que no conocían en detalle el proyecto.
Cifraban la inversión en 3.000 millones de pesetas (18 millones de euros), según señala el exconcejal Ángel Dorado en su libro 'Toledo, 20 años de Ayuntamiento Democrático', y con el paso de los años la apuesta fue perdiendo fuerza a la vez que subían las voces en contra. El impacto ambiental del proyecto preocupaba, y tanto el Colegio de Arquitectos de Castilla-La Mancha, como la Real Academia de Historia de Toledo, como la Real Fundación de Toledo, las asociaciones de vecinos, los comerciantes de artesanía y una agrupación naturalista (Esparvel) se pronunciaron en contra.
El Ayuntamiento nunca estudió el proyecto y éste cayó en el olvido.