«Si hubiéramos sabido lo que íbamos a sufrir, muchos de nosotros nos habríamos tirado del tren o hubiéramos intentado escapar o hacer algo», le contó José Alcubierre a Carlos durante una de sus entrevistas cuando preparaba ‘Los últimos españoles en Mauthausen’, una intensa recopilación de testimonios y mucho más: Recuerdos, historia y memorias con las que también tendrá que vivir el autor después de conocer y profundizar en este campo de exterminio. Pero no ha tenido suficiente y sigue investigando sobre otros deportados y hablando con sus familiares porque tienen mucho que decir. La entrevista con La Tribuna se ha realizado esta semana, a su regreso de Francia.
‘Los últimos españoles de Mauthausen’ ha conseguido dar voz a esos miles de deportados españoles, muchos de ellos perdidos en el recuerdo. ¿Se le ha quedado algo en el tintero que no ha podido contar o decidió no incluir?
En aquel momento creo que conté todo lo que quería y aporté la información esencial para conocer la historia de la deportación española a los campos nazis. Sin embargo, desde que se publicó el libro han contactado conmigo familiares de deportados ya fallecidos que me han facilitado más testimonios, más datos, más vivencias espeluznantes que, de haberlas tenido antes, también habría incluido.
El libro ha sido un éxito y lleva ya varias ediciones. ¿Se plantea una segunda parte?
Ya vamos por la novena edición con cerca de 20.000 ejemplares vendidos, un gran dato teniendo en cuenta la situación actual del mercado editorial y el tipo de libro que es. Una segunda parte no tendría sentido porque es una obra completa y compacta, pero me gustaría realizar una reedición en 2020, coincidiendo con el 75 aniversario de la liberación, en la que incluyendo datos e historias impresionantes que he conocido con posterioridad.
Usted suele decir que quería contar la vida de esos 9.000 deportados españoles, lo que les debe España, que sigue viviendo de espaldas enterrando esta memoria...
Así es. Si escribí este libro es porque yo mismo que soy un periodista con 25 años de experiencia y desconocía la historia real de estos hombres y mujeres que sufrieron y murieron entre las alambradas nazis. Un tío mío al que yo admiraba y quería mucho cuando era un niño había estado en Mauthausen. Él murió cuando yo era demasiado joven como para interesarme por su vida. Años después fui consciente de la oportunidad que había perdido de preguntarle, de solidarizarme con su sufrimiento y decidí investigar su vida. Y me llevó a ir descubriendo la historia de los otros 9.300 españoles y españolas que pasaron por los campos nazis y es cuando me indigné porque el tema no sea conocido por nuestra sociedad. Es un asunto que debería estudiarse en las escuelas, como ocurre en Francia o en Alemania.
¿Le cuadran las cifras de españoles asesinados que se manejan en los últimos años?
Las cifras se van actualizando porque siguen apareciendo nuevos casos, nuevas víctimas hasta ahora desconocidas. Esto se debe a que los nazis destruyeron muchos documentos antes de su derrota total. Aún así, tenemos unas cifras que se aproximan mucho a la realidad final. Unos 9.300 españoles pasaron por los campos nazis de un total de 5.500 fallecidos. Así que de cada tres españoles que entraron en aquel infierno, dos solo pudieron salir a través de la chimenea del crematorio, convertidos en humo y cenizas.
Y somos uno de los únicos países que seguimos sin tomar medidas para resarcir a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial
Efectivamente. Yo digo que somos una anomalía democrática. Francia y Alemania ya hace muchos años que reconocieron su culpa en la deportación de millones de personas, entre ellos nuestros españoles, a los campos de concentración. Es inconcebible que España no haga lo mismo. Debe reconocer su responsabilidad, pedir perdón y reconocer a las víctimas. También debe impedir que se siga difundiendo una versión de la Historia falsa que aún proviene de historiadores y periodistas franquistas.
Me llama la atención una frase que le dice uno de los supervivientes en referencia a los nazis. «Nos veían como juguetes a los que maltratar». ¿Cómo se le queda a uno el cuerpo al escuchar estas vivencias?
Pues muy mal. Para mí ha sido el trabajo emocionalmente más duro de mi vida. Ver como hombres y mujeres de 90 o 100 años, se ponen a llorar como niños cuando recuerdan aquellos días… es horroroso. Incluso me planteé si era justo hacerles recordar y reabrir la herida, pero me di cuenta de que sí, de que ellos sufren hablando de los campos pero, a la vez, se sienten reconfortados por poder contarlo. Creen que así están cumpliendo con su deber, con su misión de no olvidar a los compañeros que murieron allí.
Ha conocido casi a una veintena de supervivientes, ya de muy avanzada edad. Sin embargo, se advierte que ninguno ha podido superar los horrores vividos en Mauthausen, y todos han podido hacer suya la frase de Ramón Mila que recoge su libro. «En el campo no teníamos pesadillas, la pesadilla comenzaba cuando nos despertábamos».
Siempre digo que quienes sobrevivieron nunca abandonaron del todo los campos de concentración. Muchos de ellos se suicidaron en las semanas o los meses siguientes a la liberación porque no podían soportar el peso de los recuerdos. Y los que lograron seguir adelante siguen teniendo terribles secuelas físicas y psicológicas. Todos me dicen que los SS resucitan cada noche, en sus sueños. El murciano Francisco Griéguez me decía que sigue sin poder dormir por la noche y solo concilia el sueño cuando amanece. Otros, como Siegfried Meir, no soportan escuchar hablar a alguien en alemán, tienen fobia y tiemblan cuando lo oyen.
Para escribir este libro ha tenido que investigar en varias direcciones. En la labor documental y de archivos, ¿le han puesto muchas pegas tanto a nivel internacional como nacional?
Los archivos franceses, austriacos, estadounidenses y alemanes que tienen información sobre la II Guerra Mundial funcionan muy bien y son muy colaborativos. En España hay dos problemas. El primero son los recortes presupuestarios que han llevado a los archivos a una situación un tanto caótica. Además, el régimen franquista destruyó muchos documentos y algunos líderes del régimen se llevaron los archivos a su casa. Hoy estos documentos los tienen la Fundación Francisco Franco y la Fundación Ramón Serrano Suñer, dos asociaciones que bloquean a los investigadores y deberían ser ilegales porque hacen apología de la dictadura y el fascismo.
Acaba de cumplirse 71 años de la liberación del campo de concentración de Mauthausen. ¿Qué le dice la fecha?
Me provoca una felicidad incompleta. En Francia, todo el país celebra el último domingo de abril la Jornada Nacional de la Deportación. Ese día en cada pueblo, en cada ciudad se realizan homenajes, exposiciones, conciertos en recuerdo de quienes sufrieron el infierno nazi. España debería convertir el 5 de mayo en un día en el que recordar a estos hombres y mujeres que si sufrieron y murieron fue por defender nuestra libertad.
Ha escuchado una y otra vez cómo los deportados recibían palizas, castigos, maltratos... ¿Le cuesta imaginar esa realidad?
Antes pensaba que no porque había visto muchas imágenes de la liberación de los campos en las que se veían las montañas de cadáveres, prisioneros esqueléticos, restos de las cámaras de gas y los crematorios. Sin embargo, cuando los supervivientes te cuentan los detalles del día a día, el espanto que sufrían se escapa de cualquier imagen que podamos tener en nuestra mente. Me resulta especialmente difícil de asumir lo que sintieron los prisioneros que compartían cautiverio con sus padres y/o hermanos; tenían que intentar sobrevivir mientras, cada día, contemplaban como los SS torturaban, golpeaban o asesinaban a sus seres más queridos. El cántabro Ramiro Santisteban me contó, con lágrimas en los ojos, cómo se moría de impotencia mientras escuchaba los gritos de su padre mientras le apaleaban varios kapos. No soy capaz de ponerme en su pellejo.
¿Le resulta gracioso que siempre se culpe exclusivamente a Hitler y a la SS del asesinato de los miles de españoles en Mauthausen y sus otros subcampos?
Me resulta indignante porque hay pruebas demoledoras que demuestran que fue Franco el responsable directo de la deportación y el asesinato de estos miles de españoles. Hitler jamás les habría enviado a los campos de concentración si no se lo hubiera pedido su aliado: el dictador español. En el libro aporto todas las pruebas, desde los acuerdos de colaboración entra la policía franquista y la Gestapo para colaborar en la detención y eliminación de disidentes políticos, hasta la visita que el cuñado de Franco, Ramón Serrano Suñer, realizó a Berlín y que provocó la deportación masiva de los prisioneros españoles a Mauthausen.
Y a estas alturas todavía hay revisionistas que consideran que el Holocausto fue una invención. ¿Qué opina?
Que son neonazis, ni más ni menos. Son personas que, en mayor o menor grado, justifican y hasta admiran el nazismo. Y a partir de esa convicción, han intentado construir un falso relato histórico para dulcificar la imagen del Reich.
Se ha escrito algo sobre los grupos de resistencia de españoles en Mauthausen, pero realmente tenían muy poco margen.
En los primeros años de cautiverio bastante tuvieron con intentar sobrevivir. Aún así, hubo siempre una gran solidaridad entre los españoles que salvó muchas vidas. Se exageró bastante su capacidad para haber plantado una resistencia armada a los SS pero sí fue real la organización clandestina española e internacional que logró pequeñas y grandes victorias: desde robar comida y repartirla entre los prisioneros enfermos y débiles, hasta sustraer las fotografías que realizaban los nazis de sus crímenes y que probaban las atrocidades cometidas en el campo.
¿Cómo se siente cuando observa que los casos de nazis que llegan a los tribunales terminan aparcados, como ocurrió con la querella presentada por cuatro españoles en la Audiencia Nacional contra criminales nazis en 2008.
Es vergonzoso. La reforma legal que hizo este Gobierno para acabar con la Justicia Universal dejó indefensas a las víctimas, entre ellas a los españoles que pasaron por los campos nazis. No lo digo solo, también el Tribunal Supremo en un auto demoledor. La querella contra los criminales nazis que continúan con vida es impecable y hubiera prosperado de no ser por la reforma del Gobierno, que terminará derogando el Tribunal Constitucional.
Usted ha cubierto varias guerras como periodista y está acostumbrado a ver ‘muchas cosas’, pero lo ocurrido en Mauthausen no tendrá comparación.
Vi cosas terribles en Kosovo, Palestina, Afganistán o Irak pero el nazismo fue la perversión dentro de la perversión. Aunque durante el siglo pasado y lo que llevamos de este algunos líderes iluminados han intentando imitarle, de momento nadie ha logrado igualar la crueldad extrema del fascismo.
Se habla bastante de hombres deportados, pero muy poco de las mujeres a pesar de que ellas también sufrieron en los campos de concentración.
Y es otra gran injusticia. Hubo un mínimo de 300 españolas que sufrieron tanto o más que sus compañeros. Fueron mujeres valientes que habían luchado en la Resistencia contra la ocupación alemana de Francia. Al llegar a los campos siguieron intentando resistir e incluso organizaron acciones de sabotaje. Pagaron un precio muy alto porque murieron o sufrieron todo tipo de torturas y vejaciones.
Tampoco de algunos españoles que decidieron convertirse en kapos para sobrevivir o ganar favores en el campo.
Hay que decir que hubo kapos buenos y malos. Algunos españoles lograron acceder a esos puestos privilegiados, dirigiendo grupos de trabajo, y lo hicieron para ayudar a sus compañeros, jugándose la vida. Sin embargo, hubo otros que se fueron convirtiendo en verdaderos monstruos. Aunque fueron pocos, casos como el de Indalencio González, ‘El Asturias’, que asesinó a multitud de prisioneros con sus propias manos, forman parte de la página negra de la deportación española.
Y no se ha insistido en la colaboración norteamericana con Hitler. Se nos sigue vendiendo una postura oficial sobre lo ocurrido en la Segunda Guerra Mundial, sobre los juicios de Nuremberg...
En mi libro incido especialmente en el caso de las empresas estadounidenses que ayudaron a Hitler a conseguir sus objetivos, como IBM, Standard Oil, General Motors o Ford, que se lucraron gracias a sus contratos con el Reich y utilizaron como trabajadores a prisioneros de los campos. Todavía me hago muchas preguntas. ¿Por qué EEUU tardó más de dos años en entrar en la Segunda Guerra Mundial? ¿Por qué no dedicó todos sus esfuerzos a perseguir a todos los responsables nazis de los crímenes? Parece que la única preocupación era plantar cara a su nuevo enemigo: Stalin.
El sexo es un tema tabú en Mauthausen. Lo dice usted, que parece que le ha costado que le hablen del tema los supervivientes.
Sí pero había que abordarlo con normalidad. Los prisioneros eran chicos y chicas jóvenes por lo que podemos imaginar los problemas sexuales que pudieron tener en aquellas condiciones de aislamiento, humillaciones permanentes y sufrimiento. Me he guardado algunas confidencias sobre determinadas torturas y vejaciones que los supervivientes preferían que no se publicaran.
Cuesta pensar que tras tanto horror, trabajos forzados, hambruna y asesinatos todavía hubiera tiempo en Mauthausen para la música o los partidos de fútbol los domingos.
Es cierto y por eso hay que ponerlo en su justo contexto. Se trataba de un paréntesis de unas pocas horas del que solo disfrutaban unos pocos presos del campo central. La inmensa mayoría de los deportados estaban destinados en grupos de trabajo en los que no había tiempo para nada que no fuera trabajar e intentar descansar. Aún así, es un hecho que debe contarse y los españoles fueron los primeros en jugar al fútbol con una pelota de trapo en Mauthausen y quienes más destacaban en este deporte.
El escritor Eric Frattini también ha investigado bastante en los últimos años sobre el paradero de Hitler. Apunta en su libro que no murió en el búnker y se apoya en 3.000 documentos. ¿Lo apoya?
No he visto ni un documento, ni un dato que demuestre esa teoría. La inscribo en el terreno de otras tesis sobre hechos históricos que yo califico de ‘conspiranoicas’.