El alfarero Juan Carlos Fernández Carrasco, de Puente del Arzobispo, ha sumado un nuevo hito a su carrera. La reproducción del Jarrón de las Gacelas, un icono de la cerámica islámica que se conserva en el Palacio de Carlos V junto a la Alhambra de Granada, es ya una realidad de la que presume «entusiasmado».
La pieza original, del siglo XIV, constituye una de las grandes joyas de la cerámica medieval española, la obra cumbre del arte nazarí. Su reproducción formará parte de una gran exposición, que contará con otras cuatro representaciones de piezas simbólicas de este arte, en el Museo Internacional de Arte Islámico en Riad, Arabia Saudí.
El maestro alfarero, especialista en obras de gran formato, fue el elegido para dar forma a la pieza. El encargo llegó a la fábrica de cerámicas Alyarrar, de Granada, «especialistas en arte nazarí y los mejores en reflejo metálico», característica fundamental de esta cerámica. Pero ellos no son alfareros, y pensaron en Fernández Carrasco para elaborar la primera parte del jarrón, fabricación de la pieza a torno y cocción, una de las partes más complicadas porque, además de ser diferente a la de la cerámica de Talavera y Puente, «cualquier pequeña fisura podría dar al traste con todo el trabajo».
Fernández Carrasco reproduce el nuevo Jarrón de las Gacelas - Foto: L.T.El trabajo era «arriesgado» y se lo pensó, «pero no podía rechazarlo». En sus manos, la elaboración de una pieza de gran tamaño, 1,35 metros de alto y 85 kilos de peso, sin precedentes, y reproduciendo una obra tan singular como el Jarrón de las Gacelas. «Tiene más de oficio de la construcción que de la alfarería», explica el puenteño, que recuerda que la pieza tiene incluso ejemplos de la singular arquitectura de la Alhambra.
La obra se inició a mediados de febrero en Puente del Arzobispo y se finalizó cuatro meses después, incluyendo el parón que supuso para el alfarero una rotura de clavícula. Unir las tres partes diferenciadas que componen el jarrón sin ningún contratiempo, le quitaba el sueño. Pero el 15 de junio salió perfecta del horno, tras 30 horas de cocción continuada a unos mil grados y con la dificultad de una cocción diferente a la de la cerámica local, ya que en el caso de la islámica, se reduce el oxígeno para darle el tono dorado característico, explica.
Con el primer paso finalizado con éxito, se inició el segundo y definitivo, ya en Granada. Allí, los artesanos de Alyarrar esmaltaron, decoraron con pincel, a mano, los motivos vegetales, epigráficos, geométricos y zoomórficos que presenta, siempre con colores que varían entre el blanco, azul y dorado, y realizaron el reflejo metálico con una cocción también difícil.
El resultado, explica Fernández Carrasco, «ha sido mejor de lo que nos podíamos imaginar». Con la obra gemela del Jarrón de las Gacelas recién aterrizada en Arabia Saudí, el puenteño ha regresado a su trabajo habitual de alfarería. Lo hace un poquito más feliz y con la satisfacción del trabajo bien hecho.