Tras la campaña de Anza contra los comanches en el verano de 1779, y como consecuencia del escarmiento producido, la agresividad de éstos en Nuevo México disminuyó considerablemente. Así, en el territorio se vivía una ensoñación de paz, la cual adquirió visos de realidad el 12 de julio de 1785, cuando se presentaron en el pueblo de Taos 400 comanches, pidiendo que se les autorizase entrar a comerciar, a lo que accedió el alcalde del pueblo. Desarrollándose el intercambio sin novedad.
Al amparo de este primer paso, en diciembre del año en curso, una comisión de comanches se presentó en Santa Fe, para informar que la nación comanche había elegido como jefe a Ecueracapa, el cual solicitaba presentarse en la provincia a través del pueblo de Taos, a fin de establecer negociaciones de paz. Licencia que fue concedida por Anza.
Así, haciendo uso de la citada autorización, el 25 de febrero de 1786, entraba en Santa Fe el jefe comanche, el cual fue recibido por Anza. Tras los saludos protocolarios, empezaron las negociaciones. En las que Ecueracapa expuso su petición en cinco puntos:
1ª Que la paz sería total y no se vulneraría por ninguna de sus parcialidades.
2ª Que solicitaba se le admitiera bajo el amparo y protección de España, permitiendo a los comanches establecerse en las proximidades de las poblaciones de Nuevo México.
3ª Que, a él como comisionado general comanche, se le concediera libre y seguro paso por Pecos a Santa Fe, y a la nación comanche acudir a las ferias de Pecos y Taos.
4ª Que la nación comanche, deseosa de corresponder a los beneficios recibidos y los que esperaban disfrutar, se comprometía a luchar contra los apaches.
5ª Que reservase la respuesta a los anteriores puntos para darla en presencia de todos los jefes, próximos a llegar a Pecos, porque así ninguno podría alegar ignorancia en caso de vulnerarla.
Así, Anza y Ecueracapa se trasladaron a Pecos, donde esperaban los jefes comanches, allí ante éstos, Anza desgranó en cinco puntos, las condiciones impuestas por España para firmar la paz, a saber:
1ª Que, en nombre del rey de España, se concedía a la nación comanche la inviolable paz solicitada por su jefe bajo la condición de que, por su parte, en ningún caso ni tiempo se cometería la menor hostilidad en los territorios españoles ni contra ningún vasallo de España.
2ª Que admitía y recibía a los jefes y a toda su gente como súbditos bajo la real protección y amparo en los términos que aprobara en su día el comandante general de las Provincias Internas, concediéndole mientras tanto, el permiso para entrar y subsistir en los territorios españoles.
3ª Que a Ecueracapa le estaría permitido la franca y libre comunicación con Santa Fe a través del pueblo de Pecos, y a toda la nación comanche la entrada en las ferias de Pecos y Taos.
4ª Que aceptaba el ofrecimiento del comanche de participar en la guerra contra los apaches, ya fuera independiente o junto con tropas españolas, con las que podrían colaborar enviando exploradores.
5ª Que, como prueba y testimonio de la sinceridad de la paz española, entregaba a Ecueracapa el sable y la bandolera de capitán.
Estas condiciones fueron aceptadas unánimemente por los comanches y para concretarlas hicieron un hoyo en la tierra donde enterraron varias armas como símbolo de que quedaba enterrada la guerra. A continuación, Anza le entregó su bastón, como insignia de autoridad.
El tratado de paz que emana de estas disposiciones, fue firmado por Juan Bautista de Anza, en el pueblo de Pecos, el 28 de febrero de 1786, y refrendado por el comandante general de las Provincias Internas, Jacobo Ugarte y Loyola, en Chihuahua, el 5 de octubre de 1786. El mismo estuvo vigente hasta la década de 1870.
Esta breve disertación se incardina en la exposición temporal: Blancos, Pardos y Morenos, del Museo del Ejército.