El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder de la oposición, el popular Alberto Núñez Feijóo, celebrarán mañana, viernes, su primer encuentro tras la investidura del candidato socialista. Algo que debería ser normal en una democracia consolidada se ha convertido en todo un acontecimiento, después de llevar varias jornadas de incertidumbre en que parecía no haber acuerdo entre ambos partidos para fijar una fecha o para concretar un orden del día. Este primer cara a cara, confirmado ayer mismo durante el pleno del Congreso, tendrá lugar en la Cámara Baja, una condición aceptada por Sánchez, a pesar de que calificó como "inédito" que la reunión entre el presidente y el líder de la oposición no se celebre en Moncloa. Más allá de estas cesiones sobre el lugar, la hora o el orden del día, en las que cada uno intenta demostrar su fuerza política, la importancia radica en ver la capacidad de diálogo entre ambos dirigentes.
En un país excesivamente crispado desde hace muchos meses cobra mayor importancia que los líderes de PSOE y PP abran un camino que permita rebajar esta tensión y pueda fructificar en acuerdos futuros sobre asuntos de vital importancia para el interés general de los ciudadanos. Sánchez, con el mensaje de que "España necesita acuerdos", llevará a la reunión la renovación del órgano de gobierno de los jueces, pero también la reforma de la financiación autonómica y la del artículo 49 de la Constitución para eliminar el término 'disminuido' referido a las personas con discapacidad. Por su parte, Feijóo plantea hasta diez puntos, entre ellos la ley de amnistía, las reuniones del PSOE con Junts fuera de España, la independencia judicial o la moción de censura en Pamplona. Seguramente hablarán de todas ellas y cada uno mantendrá sus argumentos, conocidos por todos los ciudadanos, por lo que ya se puede aventurar que será muy improbable que la reunión acabe con algún tipo de acuerdo.
A pesar de vislumbrar la falta de resultados positivos, el encuentro entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición debe marcar el inicio de un camino de diálogo que normalice la relación entre ambos dirigentes y ambos partidos políticos. Las pruebas de que la reunión puede ser provechosa son las críticas recibidas desde ambos extremos, tanto Vox como Podemos, que esta vez han coincidido, rechazan este cara a cara, con lo que demuestran que se mueven mejor en la confrontación y la crispación que en el diálogo y el acuerdo. De momento, tanto Moncloa como el PP consideran que han doblegado al adversario imponiendo algunas condiciones y que pueden 'vender' ante sus militantes y votantes la necesidad del encuentro.
Insisto en que, a pesar de las pocas esperanzas de éxito, es absolutamente necesario abrir una rendija a la esperanza para encauzar una legislatura cuyo inicio ha sido desastroso, fruto de los acuerdos para la investidura. Ahora es momento de que los grandes partidos nacionales velen por el bien común de todos los españoles.