Lleva razón el presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, cuando afirma que le resulta muy difícil a su partido apoyar la senda de estabilidad, que iba a poner el Gobierno a votación el próximo jueves, si Pedro Sánchez ni tan siquiera les había llamado para iniciar una negociación. La democracia tiene sus ritos y cuando se quiere que alguien te preste sus votos es preciso sentarse a la misma mesa. Pero esa reunión habría sido un aquelarre y con toda seguridad servido para muy poco, porque la labor de oposición del PP está basada en el 'no es no', en no acordar nada con el jefe del Ejecutivo y mucho menos nada que tenga que ver con su política económica y social, que tiene enmendada a la totalidad. Que el partido de la oposición apoye las cuentas públicas de su adversario es el camino más corto para el suicidio político. O sea, que Feijóo acierta cuando se queja de que no le hayan llamado, pero él sabe que el Gobierno conoce que en ningún caso iba a apoyar la senda de estabilidad, primer paso para la tramitación de los Presupuestos Generales del Estado (PGE). Que además exija que se retire la oferta de una financiación singular para Cataluña es la excusa perfecta hacia el interior de su partido y hacia los ciudadanos que consideran que se trata de una derogación de la Constitución, para no acordar nada.
Que desde la portavocía del Consejo de Ministros se insista en tratar de comprometer al PP en la aprobación de los PGE es también una cuestión de postureo, por mucho que traten de hacerlos responsables de que las comunidades autónomas y ayuntamientos dispongan de 12.000 millones de euros menos en dos años para los servicios públicos que han de gestionar. Los barones populares cerraron filas con Feijóo, y ya explicarán a sus ciudadanos que el acuerdo es peor que las deficiencias en los servicios públicos.
El Gobierno, con su decisión de retirar la propuesta de senda de estabilidad para seguir negociando, ha ganado tiempo y se le ha abierto una ventana de oportunidad porque, después de haberse cargado esa misma propuesta hace unas semanas, -lo que ha obligado al secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, a viajar a Suiza-, la portavoz parlamentaria de Junts, Miriam Noguera, ha bajado a tierra y ha realizado una propuesta de números -beneficiosos para Cataluña, por supuesto- pero que permite negociar sobre asuntos tangibles y a corto plazo y no tan nebulosos como la financiación singular y de tan difícil aplicación, una cuestión sobre la son conscientes todas las partes negociadoras del asunto.
El cambio de actitud de Nogueras, y el nuevo margen de maniobra para negociar no significa que al final se alcance un acuerdo. La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, había hablado de que el cuadro con los objetivos de déficit a repartir entre las tres Administraciones era "difícil de mejorar", mientras que Junts afirma que no avalarán al Gobierno "a cambio de nada". La gobernabilidad va de negociar cuando se está en una situación parlamentaria tan precaria como la que tiene el Gobierno, que hoy puede ser un poco más optimista que ayer sobre contar con PGE para el próximo año. Pero los globos en política se desinflan tan rápido como se hinchan. Y más cuando se trabaja con gases inestables.