Un asesinato deja un reguero de víctimas. Raquel, la hermana de Mercedes Martín Ayuso, ha encabezado la presencia de la familia en la Audiencia Provincial con un batido de emociones que contiene estoicamente entre el público. Pero, ayer a las 11:45 horas, se quedó petrificada y abandonó la sala de la sección primera. Los forenses comenzaban entonces el análisis, dirigido al jurado, de los impactos de bala con un rosario de fotografías.
La hija de Mercedes, Sheila, mantuvo el tipo entre lágrimas y escuchó el informe pormenorizado. Declaró ya el martes a puerta cerrada como testigo, junto con su hermano, quien presenció a sus 12 años la muerte a tiros de su madre en una rotonda de Las Ventas de Retamosa y resultó herido en las piernas.
Mercedes vestía pantalón rosa, una camisa azul y una chaqueta ligera del mismo color cuando salió de su casa en la urbanización Monteviejo III para acercar en coche a su hijo al colegio. Eran las 8:45 horas del 4 de mayo de 2018. Pero Raúl Romero, como reconoció él mismo, obstaculizó el paso y, acto seguido, acribilló a tiros a la víctima por encargo de Luis del Castillo 'el Vacas'.
El forense Valeriano Muñoz explicó que el cadáver presentaba siete orificios de entrada correspondientes a otros tantos proyectiles. Raúl vació el cargador contra la mujer de 41 años; según su testimonio, quería efectuar dos disparos, pero sobrevino una ráfaga.
La herida mortal correspondió al orificio identificado como número dos. La bala penetró por el hombro izquierdo y siguió una trayectoria que alcanzó el tórax, el pulmón y la aorta. Mortal de necesidad. El recorrido concuerda con la posición del tirador junto a la puerta de la conductora. «No hay un punto fijo al que disparara, disparó indiscriminadamente», señalaron los forenses.
Los siete proyectiles desencadenaron la muerte, pero no de un modo inmediato. Los expertos calculan que difirió dos o tres minutos. «Es imposible saberlo», señalan. Como la distancia del tirador. «Podría ser a un metro y medio o dos metros. Próximo a la ventanilla», concedieron sobre este crimen. El inductor confeso atribuyó la causa a «las habladurías» que circulaban sobre su esposa y de las que responsabilizaba a Mercedes como empleada del hogar.
El levantamiento del cádaver reveló un detalle elocuente sobre la alevosía del ataque. La fallecida tenía el pie en el freno, mecanismo que accionó cuando el sicario cruzó su vehículo en esa rotonda de la urbanización Monteviejo III. «Ni Mercedes ni Daniel pudieron defenderse de forma alguna», concluyeron los forenses en la tercera sesión del juicio.