El pasado día de San Ildefonso, la nueva Corporación Municipal organizó y presidió el acto de entrega de honores y distinciones a las personas e instituciones que, con sus méritos, se han hecho acreedores de un reconocimiento por hacer de Toledo una ciudad mejor. En el caso de este año, estoy especialmente orgulloso del título de Hijo Predilecto que se ha concedido a mi querido amigo Mario Arellano García, algo que ya pedí en este mismo espacio hace casi un año, con motivo de su nonagésimo cuarto cumpleaños. Un título que, por cierto, fue solicitado por la Sociedad Toledana de Estudios Heráldicos y Genealógicos junto a la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, a la Hermandad Mozárabe de Toledo, a la Cofradía de la Santa Caridad, al Ateneo Científico y Literario de Toledo, a la Asociación Cultural 'Montes de Toledo' y a la Asociación 'Carlos III' de Antiguos Alumnos de la Fábrica de Armas. Circunstacia esta que quiero hacer constar de forma expresa para que quede en el recuerdo de los toledanos y para evitar que los ya conocidos 'convidados de piedra' de turno —misuritas de raza— quieran hacer suyo lo que ni siquiera saben qué es.
El acto de entrega puedo calificarlo con buena nota. Se desarrolló a través de un formato breve y ágil—nota, para mí, imprescindible—, sin estridencias y sin más personalismo que aquel que merecen los galardonados. Y los premios fueron, a mi ver, equilibrados en sensibilidades y sectores. Es cierto que siento mucho que haya habido algunos a título póstumo, porque el muerto desaparece sin saberse reconocido, pero más vale tarde que nunca. Espero que tanto este Ayuntamiento como los siguientes no se olviden de esta tradición y sigan buscando hacer solemne el día de San Ildefonso.
Además, tenemos también una importante efeméride en la provincia que no podemos dejar de destacar: el tercer centenario del nacimiento del Obispo Juan Álvarez de Castro, natural de Mohedas de la Jara (Toledo), cuyas celebraciones comienzan hoy con un interesantísimo programa a lo largo de este año en el que se encuentran rostros tan conocidos como los de Fermín Fernández Craus, jareño convencido. Este curioso personaje clerical de Mohedas, que alcanzó el episcopado en Coria, fue fusilado en provecta edad durante la Guerra de la Independencia. Y también merece un homenaje, que se le está tributando por su pueblo de nacimiento. Porque Toledo existe más allá de la puerta de Bisagra…