Desde el diario El Sol, TVE, Antena 3, Interviú, El Periódico de Catalunya y ahora en el Canal de Sucesos del Grupo Prensa Ibérica (Caso Abierto), el periodista Luis Rendueles ha cubierto de una u otra forma todos los grandes crímenes de España durante las últimas décadas.
La última vez que vino a Toledo fue en enero, para conocer a Turko, el perro de la Guardia Civil, que localizó 640.000 euros en un coche. Ayer regresaba para algo mucho más agradable, como es participar en la Biblioteca de Castilla-La Mancha en la presentación, en el seno del Mazapanoir, de su libro 'Territorio Negro', escrito a cuatro manos con Manuel Marlasca, donde recopilan trece 'crímenes perfectos' cometidos en España a lo largo de los últimos veinte años.
En 'Territorio Negro', Rendueles y Marlasca recogen casos que hacen en la radio con Julia Otero, y han escogido casos del siglo XXI para comparar la actuación de asesinos y de la Policía con la de las décadas anteriores. Los crímenes perfectos son aquellos que no se han resuelto, muchas veces no precisamente por la inteligencia de los asesinos. Así, recogen el de Sonia Iglesias en Galicia, en el que ya ha muerto el sospechoso número uno sin poder ser juzgado, por ejemplo. Pero «la inmensa mayoría de los crímenes sí se resuelven», apunta Rendueles.
Es el caso de Sergio Morate, asesino de Cuenca, que mató en verano de 2015 mató a su antigua novia ucraniana, Marina, y a su amiga Laura. Lo condenaron a más de cuarenta años. «Ese caso lo metimos en el capítulo 'La madre de sus hijos', porque contamos que él se fugó a Rumanía y el proceso por el que la Policía consigue que vuelva a España; es la madre del asesino la que nos parece una señora y contamos la relación tan curiosa y educada entre la madre de un fugitivo, el policía que quiere que vuelva a España y el propio fugitivo», apunta el periodista.
También se acerca el libro a la actualidad con el caso del concejal de Llanes Javier Ardines, que se está juzgando ahora. Los acusados son el marido de la amante del fallecido, un amigo presunto inductor y dos sicarios argelinos acusados de ser los autores materiales. También recoge el caso de Ana Julia en Almería.
Realidad y novela negra. En base a su experiencia, apuntó Rendueles en el Mazapanoir de Toledo, está convencido de que «lo que hace la ficción es embellecer a los asesinos, les suele dar una pátina intelectual, una especie de aura de gente brillante, gente que lo planifica todo estupendamente, tipo Hannibal Lécter. Pero lo que nosotros hemos visto es que los asesinos suelen ser gente muy vulgar, muy mediocre, aunque con cierta vanidad. Cuando el policía le pregunta a Morate en Cuenca viene encantado porque viene en el avión de los ministros. Los asesinos son mucho menos brillantes en la realidad».
Como los periodistas no han visto ningún Hannibal Lécter en la realidad, tampoco han visto ningún policía Brad Pitt, ni ningún compañero de profesión como Robert Redfor, «en la realidad somos todos bastante más vulgares que en la ficción». La labor de la Policía es más trabajosa y más investigación 'de mesa', «no todo es estar tirando puertas abajo y deteniendo gente». En el caso de Diana Quer, los agentes tuvieron que estar cotejando miles de teléfonos móviles y coches, teléfono a teléfono y coche a coche, «hay mucho trabajo de hormiga en la Policía y luego, si todo va bien, llega la detención».
Otra conclusión que ha llegado en base a su experiencia es que en las obras de no ficción, como la suya, «tendemos a fijarnos mucho en los malos y muy poquito en los buenos». Por ejemplo, parece que fascina la imagen de Ana Julia Quezada y se quiere buscar una explicación a su asesinato más allá de que se quisiera quedar sola con el padre. Los malos «parecen más carismáticos, pensamos que son más originales, y nos fijamos muy poco en los buenos, policías, familiares, criminólogos, investigadores, víctimas, que siempre tienen una historia diferente, que muchas veces dejamos de lado». De ahí que en su libro intenten fijarse en los buenos. Volviendo a la madre del asesino de Cuenca, «todos los que me han hablado de ella me la han descrito como una señora», por ejemplo.
El crimen evoluciona. Rendueles también se refirió a los cambios en los sucesos de España en este siglo XXI en relación al anterior. Por un lado, hay más mujeres a uno y otro lado de la ley. Luego está la tecnología; «las investigaciones antes eran artesanales y ahora los teléfonos móviles, las redes sociales y las cámaras de seguridad son una fuente de información absoluta, casi no ha crimen que no se resuelva sin ninguna investigación tecnológica». Una prueba en el crimen de Llanes es que los móviles de tres de los implicados viajan a la localidad asturiana en el mismo coche. Esa prueba en el siglo XX no hubiera existido.
Esta tecnología tiene para Rendueles dos caras. Por un lado, las tasas de resolución de crímenes son mayores y es posible que haya menos inocentes en las cárceles. Pero también «lo fiamos ya todo a la tecnología y si no hay un ADN a veces entendemos que el caso está mal resuelto».