La Fundación Dolores Sopeña trabaja en la ciudad desde hace más de un siglo. Ubicada junto a la ermita de la Virgen de Gracia, la institución religiosa ofrece, además de la atención espiritual, servicios de aprendizaje y capacitación para más de un centenar de alumnos a través de su centro de formación.
Las clases son impartidas por una veintena de voluntarios colaboradores; los estudios incluyen pintura, informática, coro, labores, corte y confección o español para extranjeros, una de las instrucciones más demandadas. También hay un servicio de asesoría legal para inmigrantes y otro de psicología, además del refuerzo de una trabajadora social.
De lunes a viernes, el centro recibe al centenar largo de matriculados. Todos los martes se celebra una conferencia con ponentes especializados en diversas materias, entre otras, urbanismo, arte, historia o medio ambiente; los primeros martes de cada mes, el denominado «martes cultural», un conferenciante dicta una lección magistral.
Alumnos del curso de español para extranjeros. - Foto: La TribunaMás allá de los contenidos impartidos, el espíritu familiar impregna el día a día del centro formativo. «Esto es una casa de acogida para mucha de la gente que acude y que lo hace para reunirse con quienes consideran su familia», explica Blanca Martínez, responsable del recurso. Un grupo WhatsApp facilita la organización interna de alumnos y docentes.
Martínez llegó a Toledo hace cinco años. Es la encargada del centro. Defiende la «dignidad» de quienes les confían su tiempo. «Sin lujos, pero limpios», dice como máxima de su obra.
La mayor parte del trabajo que Sopeña desarrolla en la ciudad lo realiza con personas de edad avan-zada. «Es un remedio contra la so-ledad», remarca José Luis Isabel, coronel jubilado, académico de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas, y colaborador entusiasta de la institución. A sus 83 años, ejerce como profesor de informática, una rara avis. La conquense Mariluz García da clases de pintura desde hace seis años; sus alumnos, una veintena, se muestran tan encantados como atentos. Otro de los profesores alude «al placer» de poder impartir estos módulos en las cuatro aulas de las que dispone el inmueble.
Sopeña Toledo no disfruta, hasta la fecha, de ninguna ayuda pública. El centro reclama colaboración al Ayuntamiento y a la Diputación provincial para facilitar la compra de equipos informáticos y otros materiales didácticos con los que afrontar su labor. La matrícula anual es de 25 euros, un desembolso que permite participar a quienes lo realizan participar en cuantos cursos y actividades deseen. Los alumnos extranjeros no tienen que abonar ninguna cantidad.
El ánimo no decae pese a los exiguos ingresos recabados. Las facturas de luz, calefacción, agua, teléfono, y la nómina de la única limpiadora que pueden permitirse, corren a cuenta de la fundación. «Para mantener esto se necesita una donación de recursos y alma generosa».
EXTRANJEROS. Sopeña Toledo tiene alumnos de Gambia, Senegal, Ghana, Nigeria, Marruecos, Mali, Pakistán e India. Una pequeña Babel se reúne en torno a sus cursos de español para extranjeros, una formación que brindan sin coste para el estudiante y que alivia a las instituciones públicas.
Se trata de un colectivo repartido por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones a Movimiento por la Paz, entidad que los deriva hasta el centro de Sopeña en la capital regional. Martínez controla la asistencia de estas personas, casi una treintena. El fichero donde anota las presencias y ausencias refleja una alta participación, una circunstancia que denota el compromiso de los beneficiarios con el servicio que se les brinda.