Participará, junto a otros especialistas en novela histórica, en el ciclo de conferencias Toledo, luz de Europa. ¿Qué distingue a la ciudad y por qué ha sido considerada a lo largo de los tiempos?
Toledo es, sin duda alguna, el centro de la historia de España. Me evoca dos cosas: por una parte, historia y la importancia que tiene como capital que ha sido tantos siglos de España; por otra parte, cuenta con un conjunto artístico inigualable en el mundo. En estas dos evocaciones quiero basar una conferencia que preparé hace tiempo y que tiene como título Toledo en la historia.
Seguimos diciendo que Toledo fue la ciudad de las tres culturas. ¿Qué tiene de cierto este eslogan?
En Toledo es algo que sí sostiene. Porque la ciudad ha sido partícipe de las tres culturas de un modo muy intenso. Sin embargo, en lo relativo a la idea de la convivencia de las tres culturas, siempre he defendido, también en mis libros, que lo que hubo fue coexistencia. Pero la expresión más parecida a la convivencia se dio, precisamente, en Toledo. Y eso también hay que subrayarlo.
Algunas de sus obras de divulgación más importantes tienen en su título el apellido «para escépticos». ¿Por qué suscitan tanta duda los hechos del pasado?
Creo que es el sentido más sensato que podemos tener al enfrentarnos con la historia y con casi todo es el escepticismo. La historia es muy manipulable y se ha manipulado mucho políticamente. Entonces, el lector tiene que ser siempre escéptico, poner en duda todo y sacar conclusiones.
La Guerra Civil permanece como una herida abierta.
Y no debiera. Vamos a tener en cuenta una cosa: ¿quién queda vivo de la Guerra Civil? A lo mejor tres o cuatro ancianitos que tienen perdida la memoria. España es completamente distinta de lo que era entonces. Efectivamente, por un bando y por otro se cometieron tropelías. Pero, ¿acaso los nietos o los bisnietos pueden ser responsables de las tropelías que se cometieron en aquel momento? Son los políticos descerebrados actuales, que los hay en abundancia, los que están despertando esos odios del abuelo y del bisabuelo, cuando ya los hijos, los nietos y los bisnietos no tenemos nada que ver con aquello, afortunadamente.
¿Cabe establecer un paralelismo entre el actual Gobierno de coalición y sus apoyos parlamentarios con el Frente Popular?
Son etapas y situaciones históricas muy distintas. No observo ninguna analogía, aunque algún político descerebrado las haga. Hay que tener en cuenta que entonces había una parte importante de la población española que no tenía nada que perder. Ahora, hemos evolucionado, y casi todos tenemos mucho que perder si hay conflicto. Hay que apostar siempre por la paz y por la concordia entre la gente.
Europa ha perdido peso económico, tamaño demográfico y poder global. ¿A dónde va el continente?
Hasta el siglo XIX, Europa, que es un apéndice pequeñito en el mundo, había regido el mundo, también con el colonialismo. Pero ahora estamos en declive. Europa se ha suicidado a lo largo de dos guerras mundiales. En estos momentos, de alguna manera, estamos viviendo como las familias venidas a menos, tirando de las rentas. Desde el punto de vista geoestratégico, no suponemos nada. En un foro reciente, la India se preguntó por qué tiene derecho de veto [como miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas] Francia por haber ganado la Segunda Guerra Mundial si ellos son 1.600 millones de habitantes y cuentan con bombas atómicas.
El mundo se está recomponiendo geoestratégicamente y Europa cada vez va a tener un papel más pequeño. Tenemos que asumirlo. Además, hay un suicidio demográfico: no tenemos hijos porque hemos decidido que los europeos tenemos perros en vez de hijos. Necesitamos de la emigración, pero la emigración que llega no siempre viene con la debida limpieza.
España puede presumir de historia, cultura o millones de turistas recibidos cada año. Pero, ¿cuál es su peso real en el mundo?
Está bajando. El mantra de que somos la octava economía o algunas expresiones triunfalistas que a veces se escuchan no esconden que estamos en declive. Nos pasa como a Europa, que cada vez pintamos menos. Ya lo estamos viendo: ahora con las tractoradas afloran los problemas que muchas veces acarrea Europa. Entrar en la Unión Europea no ha sido la panacea, tiene también su parte negativa. Hay que despertar de ese sueño que teníamos y tentarnos la ropa.
Por tanto, ¿la Unión Europea es una estructura todavía útil?
Sí, sin duda. Hay que apuntar siempre hacia la unidad. Lo que le pasa a la Unión Europea es que está todavía haciendo su rodaje y tiene muchísimos defectos. Los Verdes alemanes que formaban parte del Gobierno de coalición de su país, por ejemplo, han tenido una importancia excesiva: llegan y nos imponen, sin conocer nuestra situación real, normas que no concuerdan con lo que tenemos. De ahí viene el agobio tremendo con el que viven los campesinos y ganaderos españoles, y que es por culpa de estas discordancias que hay dentro de la Unión.
Esto tenemos que arreglarlo: no podemos dar la espalda a Europa porque sería darle la espalda al futuro. Europa se está haciendo todavía. Y más vale que se haga pronto porque ya vemos que cada vez pintamos menos en el mundo.
Sobre la Transición se había generado un cierto consenso positivo, aunque en los últimos años se han revisado sus efectos.
En mis libros lo he llamado «transacción». Por una parte, se dijo: «pelillos a la mar: vamos a llevarnos bien las izquierdas y las derechas». Aquella fue una cosa ejemplar y muy positiva. Pero también hubo aspectos negativos. Para mí, el principal, estuvo en que después de mucho tiempo y mucho sufrimiento había surgido en España una cierta concordia nacional. Pero, de pronto, hicimos las 17 comunidades autónomas; me parece que no somos lo suficientemente ricos como para mantener 17 estructuras nacionales, que es lo que son.
Dentro de esas 17 autonomías hay aspectos que tendrían que ser comunes, como el ejército o la policía, aunque los más importantes serían la sanidad y la educación. Pero cada una de las regiones está tirando de la manta por su lado y eso me parece absolutamente demencial desde el punto de vista económico y social. Me parece incomprensible el hecho de que en el País Vasco o Cataluña reclamen a quienes se presentan a una oposición el idioma propio. Sus ciudadanos pueden opositar en cualquier parte, pueden ir a Toledo a desempeñar un puesto oficial; sin embargo, el toledano que habla un castellano puro y duro no va a tener opción a trabajar en Cataluña o el País Vasco. Ya no somos iguales como teníamos que ser ante la ley. Algún día habría que resolver esos problemas.
La enseñanza de Historia en las etapas educativas obligatorias, también en el examen de Selectividad, parte de currículos muy diferentes según cada comunidad.
Es un desastre que cada autonomía explique la historia de una manera distinta. Me he dedicado toda mi vida a la enseñanza y debo decir que, en términos generales, lo más importante para el futuro de un país es, sin lugar a dudas, la enseñanza.
Lo que ocurre con la educación es que es como sembrar una finca de la que se va a recoger la cosecha a los 20 años. Como a los políticos solo les interesa ganar las siguientes elecciones para seguir con el culo caliente en el asiento, pues solo piensan a cuatro años vista, nadie piensa a 20 años vista. Lo más demencial de todo es que cuando llega la derecha impone su propia ley educativa. Y cuando llega la izquierda eso se cambia. Estamos cambiando cada pocos años la ley de educación que tiene que ser una cosa a largo plazo.
En cuestión de educación estamos peor que nunca. Tenemos los profesores mejor preparados, pero con el peor sistema posible. Y ahí están los resultados.
¿Imagina la secesión de Cataluña o el País Vasco en el corto o medio plazo?
No puede haberla y ellos lo saben. Lo que pasa es que hay mucha gente que vive de esta utopía. No es posible la segregación porque si Cataluña se separara de España tendría que salir de Europa. Y no se podría mantener fuera. Más de la mitad de lo que venden llega a Aragón. Cataluña necesita de España como España necesita de Cataluña.
Esto es una utopía que se han inventado y de la que vive mucha gente. Y por esos siguen por la utopía. Pero no se pueden segregar.
Las tres grandes regiones globales para la proyección exterior de España son Europa, el Mediterráneo e Hispanoamérica. ¿Cuál se debería priorizar?
Por lo pronto, deberíamos mirar mucho hacia Hispanoamérica. Son nuestros hermanos de idioma: lo más importante de un pueblo, su alma, es el idioma. Como hemos decidido no tener hijos y necesitamos emigración, los inmigrantes deberían de venir de allí porque son nuestros hermanos y a los que nos debemos.
Lo lógico sería estrechar los lazos con Hispanoamérica porque es nuestra comunidad de alma: son nuestros hermanos, es nuestro idioma y es nuestra religión.
Las alusiones a la raíz judeocristiana de Europa se escuchan cada vez menos.
Soy agnóstico desde el punto de vista religioso, pero tengo claro que la civilización occidental, que no es solo Europa sino aquellos lugares que Europa ha fecundado, tiene dos pilares. Por una parte, la cultura grecolatina y neoclásica. Por otra parte, la raíz religiosa que nos ha dado el cristianismo. Creo que es algo a respetar. Mientras no se demuestre lo contrario, la civilización más avanzada desde todos los puntos de vista, también el humanista o el social, es la occidental. Y se basa en esos pilares y hay que fomentarlos.
La ética cristiana, y lo dice un agnóstico, es la base de nuestra cultura. En la raíz de nuestra cultura está el cristianismo, sin ninguna duda.