El blog 'Toledo Olvidado' ha hecho una publicación, ahora que nos adentramos en la época más calurosa del año, con fotografias históricas de una realidad que en pasado formó parte importante de los veranos toledanos pero que hoy resultaría casi inconcebible, tanto por las transformaciones culturales de nuestra sociedad, como por la terrible degradación que sufre nuestro río Tajo.
Se trata de las casetas de baño que, cada verano, se instalaban en las orillas del río en diferentes playas naturales de arena que el Tajo había ido generando a lo largo de los siglos gracias a sus crecidas y estiajes, cuando sus ciclos naturales no se habían truncado y su caudal era variable en función de las épocas del año y de la bonanza de la meteorología. "Básicamente, cuando el Tajo era un río, no la cloaca putrefacta e hiperregulada en base a los trasvases que hoy sufrimos", recoge la publicación.
Estas casetas, según 'Toledo Olvidado', construidas artesanalmente con grandes maderos toscamente conformados, eran instaladas cada año en base a los permisos que el municipio otorgaba en los los lugares que se autorizaban, que eran básicamente la playa de Safont (en ambas orillas), el arenal de San Servando junto al puente de Alcántara, la zona de la Incurnia (por debajo de las Carreras de San Sebastián) y la zona de La Cava-Solanilla en las inmediaciones del Puente de San Martín.
Casetas de baño del río Tajo - Foto: Toledo Olvidado"Es difícil establecer con certeza el comienzo de esta costumbre, pero en lo que a fotografías se refiere, se puede comprobar que estas casetas ya existían cuando las primeras imágenes de la ciudad fueron obtenidas, a mediados del siglo XIX. La sociedad de entonces, aún marcada por un fuerte puritanismo, establecía que estos baños fueran realizados de un modo que hoy puede sorprender: a cubierto y separados por sexos", señala la información.
Además, añade que el hecho de hacerlo a la sombra se explica no solo por una cuestión de recato moralista para evitar lucir los cuerpos en paños menores, sino también para no broncear las pieles, pues en esos tiempos se asociaba la blancura de piel con una elevada clase social, quedando las pieles morenas para las consideradas clases de menor rango social como labradores, arrieros y demás personas que debían trabajar a la intemperie.
En cuanto a la separación de casetas por sexos, ha precisado que ahí sí se evidenciaba un deseo institucional de evitar un excesivo contacto, tanto físico como visual, entre personas de diferente sexo en el momento del baño en las aguas del Tajo.
Por lo tanto, con todos estos condicionantes, llegado el mes de junio comenzaba cada año la instalación de estas casetas en los citados puntos. Eran estructuras alargadas, fijadas con grandes postes en la arena, inclinada su techumbre cubierta de tela o rafia en descenso hacia la zona del río. Un extremo de las casetas se anclaba en la arena de la playa y otro se clavaba dentro de las aguas del Tajo para garantizar que los usuarios, al acceder a las casetas, cumplieran con su deseo que no era otro que refrescar sus cuerpos en las aguas del río en una época en la que no existían los avances en la climatización que hoy disfrutamos y en la que las temperaturas eran también elevadas en nuestra ciudad en los meses de verano.