La virgen de la Esperanza en su Soledad salió de San Juan de los Reyes e irrumpió un aguacero. El chaparrón se prolongó poco más de diez minutos, un lapso que permitió al cortejo procesional cubrir apenas el tramo comprendido entre la puerta del templo y la esquina de las calles de los Reyes Católicos y el Ángel. La lluvia y el viento tiñeron de épica el instante inaugural del primer paseo de la nueva talla, adscrita a la cofradía del Cristo de la Humildad, por las calles de Toledo.

Un centenar largo de fieles aguardaron la puesta en escena de la imagen. El trueno que anunció el agua obligó a desplegar los primeros paraguas en la lonja de San Juan de los Reyes. Se le gritó un viva y se escucharon aplausos, otro de esos rasgos que describen el cambio de costumbres. Poco después de que la Esperanza en su Soledad traspasara la portada de su sede canónica, la concurrencia se afanaba en busca de refugio bajo techos y en los portales de viviendas y comercios. La tempestad, que aun breve lo fue sin que a los penitentes les amilanase, precedió a una calma que alumbró un desfile como cabría esperar, una procesión de tarde primaveral con algunos rayos de sol y un hilera de público en las aceras.

La talla de la Madre marchó acompañada de sus hermanos hasta la catedral primada, donde participó en un vía crucis en el interior de la seo. En el barrio de Santo Tomé se detuvo ante el convento de San Antonio, giró a la derecha y se adentró en su patio para saludar a las religiosas que lo habitan.

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