Si los ángeles comparten con la música el poder conector entre lo humano y lo inefable, el órgano parece el vehículo idóneo para materializarla, por ser, como decía Victor Hugo, «el único gemido que mezcla los cielos con la tierra». Éste es otro motivo más para que los toledanos nos enorgullezcamos de nuestra Catedral, ya que atesora un acervo organístico único en el mundo.
Es imposible desligar el éxito de estas Batallas de la figura de Juan José Montero, director artístico del Festival, encargado del mantenimiento de los órganos catedralicios desde hace más de veinte años, y diseñador de este concepto de concierto. La propuesta trasciende el mero duelo de talento para convertirse en una celebración del patrimonio con el más absoluto rigor interpretativo y, a la vez, en una moderna exhibición de composición a tiempo real (eso es la improvisación) en torno a un eje programático, que confiere a cada concierto un carácter irrepetible.
Semejante tarea solo se puede encomendar a los mejores. En esta ocasión hemos contado con cuatro organistas de primerísimo nivel, asiduos a estas Batallas. Pablo Márquez Caraballo, organista de la Catedral de Valencia y catedrático de clave del Conservatorio Superior de Castellón, nos dejó extasiados con una improvisación sobre la Anunciación de la Virgen en la que los timbres flautados y la sonoridad dórica y fluctuante generaban una atmósfera evocadora de inocencia y virtud. Atsuko Takano, directora musical y organista titular de la Parroquia de San Nicolás de Valencia, abordó impecablemente el Preludio, Fuga y Postludio de Böhm. El italiano Carlo Maria Barile, aclamado organista clásico, compositor y pianista de jazz, acometió audaces improvisaciones en las que Lucifer tronaba entre pasajes fugados y tritonos. Juan José Montero se movió como pez en el agua alternando con versatilidad el clave con unos órganos a los que conoce como a hijos adoptivos. Nos regaló improvisaciones sorprendentes sobre el Arcángel San Rafael y aportó con maestría colorido sonoro desde el bajo continuo. Cabe destacar que, además de pianista y organista de recorrido internacional, es profesor en el conservatorio Jacinto Guerrero de nuestra ciudad.
Ángeles batallando en armonía sonora - Foto: IKO PB D5Desde el revoloteo de ángeles con que arrancó la velada, con los cuatro intérpretes improvisando desde los órganos del Emperador, Berdalonga, Echevarría y del Sagrario, hasta las piezas de Batalla de Ximénez y Krell, la Catedral abarrotada de público se llenó de músicas que dialogaban en stereo en aparente competición de agilidad y potencia entre trompeterías. Pudimos disfrutar del hermoso sonido agudo de los tres 'realejos': instrumentos portátiles del s. XVIII que acompañaban las procesiones, y con los que los organistas nos brindaron transcripciones de dos Conciertos de Bach en un trabajo camerístico de excepcional sincronía. El primero de ellos, BWV 592, es una transcripción que Bach realizó a partir de otro para violín compuesto por Johann Ernst de Sajonia – Weimar. El BWV 1061, original para dos claves, es una pieza más madura y exuberante. Siete órganos históricos, como los siete arcángeles, que gozan de un estupendo estado de forma, permitiéndonos viajar en el tiempo gracias a la pericia de estos cuatro fabulosos intérpretes.
Javier Hernández de Pinto fue el responsable de conferir por medio de la iluminación un poder aún más sugestivo a la experiencia del concierto, que culminó con el público en pie y un bis en perfecta consonancia con el programa: "El vuelo de los ángeles", de Händel. Ya estamos deseosos de las próximas citas: 23 y 30 de noviembre.
En momentos tan necesitados de paz, eventos como este parecen proponernos resignificar el concepto de batalla: la excelencia retando e inspirando a la excelencia en un diálogo de cooperación en el que todos ganamos.
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* Cantante, pianista y profesora en el Conservatorio Profesional de Música Jacinto Guerrero