Faltan dos días para que vayamos a las urnas y, lamentablemente, durante la campaña electoral ha estado ausente de la conversación pública esta pregunta: ¿Qué Europa queremos?.
Porque de lo que votemos este domingo dependerá el modelo de Europa para los próximos años, y ese no es un asunto baladí.
Europa ha cambiado, al igual que el resto del mundo, a raíz de la crisis del 2008. Los dos grandes partidos que habían sido pilares de la Unión Europea, la socialdemocracia, por un lado, y la democracia-cristiana por otro, empezaron a entrar en barrena. La causa no fue otra que su incapacidad para dar una respuesta a la crisis y que esta no pasara por el adelgazamiento del Estado del Bienestar, dejando en la cuneta a muchos ciudadanos. Sin embargo, eso es lo que sucedió.
Alemania, el llamado "motor" de Europa, impuso unas reglas que supusieron una catástrofe para muchas economías europeas provocando que millones de ciudadanos se quedaran prácticamente "fuera" del sistema.
Al filo de esta situación, fueron engordando los partidos extremistas de derechas y de izquierdas, porque recogían ese malestar latente y se lanzaron al ruedo prometiendo una gran mentira: que tenían, que tienen, la receta para acabar con los problemas.
Pero la realidad es la que es, y la Europa de los valores no ha resistido el envite de quienes quieren destruir precisamente esos valores.
Estos días he intentado seguir con atención los pocos debates que en nuestro país se han celebrado sobre estas elecciones y la verdad es que lo que he visto y oído me ha parecido desalentador.
Los representantes de los partidos, se han dedicado a insultarse en vez de plantear propuestas para resolver los problemas reales de los europeos.
Que, como todo argumento, la propuesta del nuevo partido que es Sumar, consista en mandar a la mierda a los adversarios, nos da una idea de la pobreza argumental y sobre todo de su catadura política. Pero no son los únicos. Escuchar a los representantes de VOX referirse a la inmigración, pone los pelos de punta.
Tampoco es que los argumentos que viene utilizando la candidata del PSOE Teresa Ribera, o los de la candidata del PP, Dolors Monserrat, sean más que eslóganes de tres al cuarto, sin más contenido que el insulto.
Para Ribera todo el problema es que el PP viene pactando con VOX, para Dolors Monserrat que el PSOE tiene como socio a Puigdemont. Pero más allá de reprocharse las malas compañías, ni la una ni la otra han sido capaces de explicarnos cuál es su modelo para hacer de la Unión Europea un espacio de convivencia y de bienestar.
Así que el domingo iremos a las urnas a votar, no en clave europea, sino en clave nacional, sin saber del todo qué Europa estamos votando. Ese es el problema. ¡Menuda tropa!