Eugenia Casimira, hermana de Teodora Ichaccaya, acercaba a la cámara del ordenador su carné de identidad italiano. Declaraba por videoconferencia en la Audiencia Provincial, pero el testimonio sonó nítido y radiografió el estado anímico de su hermana y del acusado en 2022. «Me dijo: 'ya no lo quiero'. Mis hijos están grandes, y lo único que quiero es ser feliz», declaró en la segunda sesión del juicio, una maratón de 15 testigos, principalmente familiares, y siete guardias civiles.
El vínculo entre José del Carmen y Teodora parecía laberíntico; divorciados hace años, convivían y hacían una vida aparentemente marital aunque con discusiones recurrentes.
Eugenia se había convertido en una suerte de confidente de su hermana, quien se casó en Lima con sólo 15 años con José del Carmen, el hombre que escuchaba en la sala a su excuñada como acusado y bajo la petición de prisión permanente revisable por el asesinato y violación de Teodora. Ambos llevaban años divorciados, pero convivían en una casa adquirida recientemente a nombre de ella en Mascaraque.
«Quiero que se resuelva y que pague. Es algo muy cruel lo que ha hecho. Ella no se merecía eso», deseaba la hermana sin atisbo de duda sobre la culpabilidad de José del Carmen, quien reconoció en la primera sesión que mató a la mujer agarrándola del cuello con una mano, pero matizó que como una reacción a la amenaza de la mujer tras una discusión sobre la conducción del coche.
Eugenia sabía que su hermana, de 42 años, había mantenido una relación sentimental con un compañero de trabajo. Fue el propio José del Carmen quien le detalló también que Teodora tenía un romance. E incluso temía que la mujer fuera a abandonar la casa común de Mascaraque, donde vivían también con el hijo menor y otros familiares, para iniciar una nueva vida con ese hombre. «José tenía miedo de quedarse en la calle», reveló.
Probablemente José del Carmen confiaba esas intimidades a Eugenia Casimira por ser la hermana mayor de Teodora. Se sentía «burlado» y pregonaba que quería causar daño al amante. Descargó sus sentimientos a su cuñada sólo 15 días antes de la muerte de Teodora en un camino retirado del término de Almonacid de Toledo.
el hijo menor y un biombo. El tercer y último hijo de José del Carmen y Teodora convivía con ellos en la casa de dos plantas de Mascaraque, a donde se habían mudado después de la pandemia procedentes de Madrid. Precisamente, el destino al que quería regresar la mujer. El benjamín declaró ayer con un biombo para no ver a su padre y confirmó que su madre planeaba marcharse de la casa. «Había discusiones casi a diario entre ellos», relató por el clima de enfrentamiento entre estos divorciados que seguían haciendo una vida casi marital. Y apostilló: «Ambos tenían mal carácter, pero un poco más mi madre».
La declaración del hijo, aún menor de edad, fue breve y dejó a su padre cabizbajo y con los brazos cruzados cuando retiraron el biombo. Antes, habían pasado por la sala sus dos hermanos mayores. José del Carmen se conmovió cuando vio a su hija. Ella se convirtió en una confidente de su madre. «Se quería marchar y dejar el trabajo», aseveró. Y añadió: «Quería empezar de nuevo».
Teodora le reconoció un mes antes de la muerte que había conocido a un hombre. No obstante, la joven enfatizó que no sabía que sus padres estaban divorciados y «demostraban» que entre ellos había una relación sentimental.
El hijo mayor calificó como «relación sentimental tóxica» el vínculo entre sus padres. Y aseveró que su padre controlaba a su madre, pero subrayó que nunca vio a su padre agresivo en las discusiones con Teodora. «No había forcejeos, sólo alzaban la voz», comentó el joven, quien sí conocía el divorcio firmado años atrás.
el misterio de ir al trabajo. Los testigos no aclararon por qué Teodora mintió ese 4 de abril y sugirió a José que la llevara al trabajo a las seis de la mañana. No era su turno. Abrió el negocio y pidió después a su compañera que le dijera los horarios de autobuses para enlazar con Madrid. Se fue, dos horas después, a pie hasta Mascaraque. Fue su último paseo.