La antigua ciudad de Roma era un consumidor notable de vino, teniendo un consumo anual que ascendía a cientos de millones de litros por año. En esa época de hace dos mil años, el comercio de vino tenía un alcance global, los romanos no solamente bebían del vino de producción local, bebían vino de los demás lugares del imperio, como de la actual Francia, España, África del Norte, las Islas Griegas y el Levante (Oriente Medio). Sin embargo, durante la mayor parte de su historia, el gobierno de Roma, no participó activamente en el control del suministro de vino a la ciudad, como lo hizo con los cereales y el aceite de oliva. Se sabe que hay estudios hechos, que explican cómo los romanos lograron la notable hazaña de proporcionar vino a Roma desde el siglo I a. C. hasta finales del siglo III d. C. con una cierta independencia dentro de los mercados. Todo ello, en gran medida gracias a las herramientas de la economía de los costos de transacción y la economía del derecho, para mostrar cómo los romanos aplicaron una creatividad considerable, para así poder resolver los problemas asociados con el comercio de esta importante mercancía de libre mercado. Basando esta realidad económica en tres puntos principales, muy relevantes: El primero, argumentaba que la producción de vino romana, nunca se convirtió en un sector autónomo de la industria agrícola, por ello daba argumentos sobre la procedencia cambiante de las importaciones del vino en Roma, así se derivó en gran medida de los cambios no relacionados en la distribución de capital, a diferencia de la industria del vino en el período moderno temprano, la producción de vino de Roma nunca se convirtió en un imán independiente para la inversión. En segundo lugar, el derecho romano de las organizaciones, restringía significativamente la posibilidad de crear empresas de propiedad múltiple, integradas verticalmente, capaces de una concentración significativa de capital. No obstante, también esta situación demuestra que, los juristas romanos de aquellos tiempos, prestaron una considerable atención a las especificidades del comercio del vino, e intentaron activamente, promover la eficiencia en el comercio del vino reduciendo los costos de transacción de ese comercio. En el tercer punto, los comerciantes de vino romanos no se mantuvieron rígidos, sino que se aprovecharon de los cambios en la estructura institucional de Roma, al examinar los métodos de almacenamiento comercial de vino en Roma, porque la ley, la tecnología y la práctica comercial se podían influenciar recíprocamente entre sí. Es decir, el comercio de vinos de Roma funcionó con éxito «sin la intervención del estado», debido a la creatividad de sus participantes, para reducir los costos de transacción derivados del comercio a larga distancia y su capacidad para aprovechar el entorno institucional único de Roma. Todo ello está basado, en función de las necesidades del consumo de vino de los romanos, que como se sabe los romanos de la clase alta, decían a través de un silencio entusiasta «a quien le importa», cuando respondían a los hábitos de beber y otros, de las clases sociales inferiores. Sin embargo, hubo algunas luces de esa oscuridad general que dejan claro, como en todas las clases sociales, beber en cantidad, era algo común entre la población de la Roma clásica (siglos II a.C. al I d.C.).